¿El peor poeta de la historia?
McGonagall iba vendiendo por las calles copias de sus poemas, que eran rematadamente malos
Aunque aún falta todo un año para que William Topaz McGonagall, nacido en Escocia en marzo de 1825, cumpla el segundo centenario de su nacimiento, ... durante estos días se ha vuelto a recordar el sambenito que persigue a este tejedor metido a poeta y actor de ser considerado, por unanimidad y sin derecho a recurso de casación, el peor poeta de la historia. Y se nos recuerda su incontenido deseo de emular a todo un Shakespeare, que era su autor predilecto, con resultados verdaderamente cómicos, cuando no catastróficos.
Y fue por ahí, precisamente, por el camino de la bufonada, como se hizo famoso entre sus paisanos, recitando versos, en garitos y pubs de medio pelo, en contra del alcohol, lo que suponía toda una contradicción que era acogida como una extravagancia de un tipo feo, rotundamente feo, y pintoresco.
Escribió a lo largo de sus setenta y siete años de vida un total de doscientos poemas, entre los que destaca el titulado 'La tragedia del Puente Tay', escrito a raíz de un sobrecogedor acontecimiento que tuvo lugar en la noche del 28 de diciembre –¡menuda inocentada puñetera!– de 1879, cuando ese puente, cercano a la ciudad escocesa de Dundee, se derrumbó mientras lo atravesaba un tren.
¿Fue McGonagall el peor? Habría que verlo, porque le han ido saliendo muchos competidores
McGonagall, que nunca se tomó a mal el ser considerado como un bufón de un rey del medievo, iba vendiendo por las calles copias de sus poemas, que eran rematadamente malos, dotados de un paupérrimo vocabulario, de una desastrosa métrica, faltos de imaginación y de encanto, y donde las metáforas eran chocantes e inapropiadas, como se observa en esta composición, dedicada a la conocida capital estadounidense:
«Oh, poderosa ciudad de Nueva York, eres maravillosa de contemplar. / Sus edificios son magníficos –la verdad sea dicha–, / Eran lo único que parecían detener mi ojo, / Porque muchos de ellos tienen trece pisos de altura».
McGonagall se adelantó en algunas décadas a nuestro Ramón Gómez de la Serna, que, como el escribidor británico, también llevó la literatura al circo. El uno, recitando versos, entre payasos y equilibristas, mientras recibía una auténtica lluvia de harina y huevos podridos; el otro, el español, el autor de las famosas greguerías, dictando conferencias encaramado al lomo de un elefante.
¿Fue William McGonagall el peor poeta de la historia? Eso habría que verlo, porque le han ido saliendo por el camino muchos competidores. Así, entre quienes se postulan para arrebatarle tan ominosa corona figura nuestro don Pedro Boluda, el poeta 'emplastador' y barbero del Hospital Provincial de Murcia que había perdido por completo la cabeza tras la pérdida de su hijo, asesinado a la orilla del río Segura.
Juan Manuel de Prada tuvo piedad de él y lo retrató con cariño y maestría en su libro 'Desgarrados y excéntricos', en donde lo sitúa junto a todo un coro de alucinados, como Armando Buscarini, Pedro Luis de Gálvez o el lorquino Eliodoro Puche que, en el Madrid de los primeros años del siglo XX, fue un auténtico poeta del arroyo, un bohemio y borracho que se jugó la vida a copas y salieron bastos.
A De Prada le llamó la atención el ambicioso título del libro en el que nuestro Pedro Boluda, el 'emplastador', plasma sus versos: 'La Paz Mundial'. Entre sus páginas aparece su poema más concluyente, el que con más precisión define su estilo. Un poema que, según De Prada, se ha convertido, por méritos propios, en el himno oficial de los practicantes murcianos, y que dice así: «En vez de darle un pinchazo/ le di dos, / porque no se estaba quieta / ni 'pa' Dios».
A don Pedro Boluda le fueron reconocidos en vida sus dudosos méritos literarios. Durante los banquetes que, con cierta regularidad, le tributaban sus amigos, con el ánimo de cachondearse de esta pobre criatura, le concedieron, entre otros, los títulos de Conde de Pelikán y Rey de la Cochinchina, con sus correspondientes diplomas, insignias, condecoraciones y medallas, fabricadas con chapas de cerveza.
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