No son locos, son malas personas y son crueles
Son gobernantes que han hecho de la atrocidad su estrategia y venden esa atrocidad como algo necesario
Oigo con frecuencia la expresión de 'loco' atribuida a un dirigente político y así escuchamos que «Putin es un loco», «Trump está loco» o «Netanyahu ... padece locura». Hacen lo que hacen porque están locos y no se encuentra otra explicación, porque si estuvieran cuerdos no cometerían las bestialidades que están haciendo. Están locos y toman esas decisiones porque están poseídos por alguna enfermedad mental. Una persona que no esté loca no haría eso nunca.
Tengo que afirmar lo siguiente: no están locos, sino que son malas personas, son crueles y utilizan el poder sin ninguna empatía humana, lo que les lleva a cometer barbaries sin titubear y sin que les quite el sueño; no tienen valores ni principios éticos. Puedo expresar esto, porque soy capellán de algunos psiquiátricos ya algunos años y puedo decir que son buena gente, que los queremos, yo los quiero, y ellos nos quieren porque no tienen doblez, son expresivos, cercanos y agradecidos. No son indiferentes a lo que ocurre en el mundo y cuando celebramos la eucaristía en las peticiones piden por la paz y hasta algunos preguntan por qué nos tenemos que matar. Los veo sufrir cuando ven esos niños y niñas muertas por las bombas o con heridas.
Las personas con problemas de salud mental, como personas que son, presentan, en ocasiones, comportamientos de maldad y algunos cometen delitos y, a veces, delitos muy graves; no hay que ocultarlo ni restar la gravedad de determinados comportamientos que pueden provocar situaciones de violencia. En general, no tienen una intencionalidad de maldad.
Si vemos la historia de la humanidad, muchos gobernantes actúan por el poder, la ambición, por considerarse emperadores del mundo por su gran poderío económico y militar, y ejercen la crueldad y la barbarie contra las personas, los pueblos y las naciones. Deshumanizan al resto del mundo, incluso, a sus propios ciudadanos, que se oponen a sus políticas llenas de inhumanidad, políticas que aplastan la dignidad humana, los derechos humanos, y convierten la muerte en un arma poderosa para someter y dominar. Sienten que son los dueños de la vida y de la muerte.
Son gobernantes fríos, calculadores, sin remordimientos, mentirosos, manipuladores y que sacan lo peor de la ciudadanía, creando miedos y odios. Elaboran planes de guerras que se van ejecutando poco a poco hasta que ven el momento oportuno para iniciar el conflicto bélico en el nombre de una amenaza inventada y, sobre todo, aprovechándose de la indiferencia social, de esa sociedad anestesiada, desconcienciada e insensible y solo preocupada por su vida en términos de individualismo y narcisismo.
No digan que los gobernantes son locos cuando cometen crueldades, porque hay muchísimos locos que son buenos, muy buena gente, que cuando te ven te dan un abrazo y un beso sincero y lleno de cariño y amistad. Digan, más bien, que son gobernantes brutales, que han hecho de la atrocidad su estrategia y que son lo suficientemente inteligentes para vender esa atrocidad como algo necesario porque dibujan a sus adversarios como un enemigo que te quiere matar y, por tanto, que hay que someter o eliminar. Lo dicho, estos gobernantes no son locos, son malas personas y son crueles, inmensamente crueles.
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