Inolvidable Ana María Matute
Como la vida no le gustaba, se la inventaba: prueba de ello es que ya a los cinco años creó sus primeros relatos
Cuando el 25 de junio de 2014, hace ahora diez años, recibí la noticia de que Ana María Matute había muerto, algo muy profundo en ... mi alma se quebró y supe con absoluta seguridad que el mundo había perdido uno de sus elementos esenciales, que ya nunca recuperaría.
Nacida en 1925 en una familia burguesa catalana, pronto se reveló como una niña diferente, extraña, que no congeniaba ni con los adultos ni con las niñas de su edad. De este modo, como la vida no le gustaba, se la inventaba: prueba de ello es que ya a los cinco años creó sus primeros relatos. El malestar con la existencia es signo distintivo de los escritores, y en ella se manifestó muy temprano, de ahí que se refugiara en los cuentos infantiles, que la trasladaban a unos mundos donde realmente deseaba vivir: es lo que ella llamaba su «vida de papel», habitar únicamente dentro de los libros. Mención aparte merece la anécdota del «cuarto oscuro»: concebido como un castigo, para Ana María resultó ser una bendición, pues en él su imaginación inventaba «la ciudad de los armarios», donde podía fantasear ser la persona que deseara; el momento culminante sucedió cuando partió un terrón de azúcar y de él surgió una brillante luz azul que la hizo exclamar, alborozada: ¡Soy maga!
Trasladada a Mansilla de la Sierra a causa de una enfermedad, descubrió que la verdad de la vida no era como se la habían contado hasta entonces: allí conoció de cerca a los niños que trabajaban en el campo, pobres y descalzos, famélicos y desnutridos, que en un principio le producen sorpresa y luego un sentimiento de culpa que le duele en lo más profundo: en ese momento supo que la vida de verdad eran ellos.
La Guerra Civil la sorprende con once años, y los bombardeos hacen desaparecer al mismo tiempo la tartamudez que arrastraba desde niña y su propia infancia, que se esfuma de repente cuando ve a un hombre asesinado en la calle, en las manos todavía un trozo de pan y chocolate que no había tenido tiempo de comer; esta escena haría que comprendiera el significado exacto de la palabra muerte y la hizo consciente de la terrible fugacidad del tiempo y de la vida. De aquí surge su expresión «los niños asombrados», que dio nombre a la generación de escritores a la que ella pertenecía. Y a la incomparable afirmación «la infancia es más larga que la vida», lo que para ella significaba que la vida depende totalmente de la infancia, de la cual nadie puede desprenderse nunca.
Ana María Matute creó un universo literario propio e irrepetible que hizo de ella una de las voces más singulares e imperecederas de la narrativa en español de los siglos XX y XXI.
Comenzó su carrera escribiendo su primera novela, 'Pequeño teatro', a la increíble edad de 17 años, obra que recibiría el Premio Planeta, continuó con 'Los Abel', finalista del Premio Nadal, escrita a los 19 años, 'Fiesta al Noroeste', Premio Café Gijón, 'Los hijos muertos', Premio Nacional de Narrativa y Premio de la Crítica, 'Primera memoria', Premio Nadal, inicio de la trilogía 'Los mercaderes'. En estas obras la Guerra Civil y sus traumáticas consecuencias son presentadas a través de personajes sometidos al sufrimiento, atrapados en conflictos que ni entienden ni les interesan pero que amenazan con arruinar sus vidas. La perspectiva de la autora es intimista y subjetiva, siempre atenta a las emociones que, en demasiadas ocasiones, desembocan en el dolor y la soledad. La crueldad, el desarraigo y el desamparo están siempre presentes, así como la brutalidad del comportamiento humano respecto a sus semejantes, la eterna lucha de Caín y Abel, los niños olvidados y abandonados, temas todos ellos que persistirán a lo largo de su narrativa.
La publicación en 1971 de 'La torre vigía' inaugura una segunda parte de su obra, dominada más por la imaginación y la fantasía, frente al realismo descarnado de su etapa anterior (aunque ella nunca aceptó esta distinción, pues sostenía que la fantasía formaba parte de la realidad), trasladando acción, ambientes y personajes a una Edad Media mítica y legendaria a través de una forma tan lírica de narrar que roza la poesía.
Una depresión de 20 años sumió a la autora en el olvido, pero resurgió con más fuerza si cabe con la publicación de 'Olvidado rey Gudú', auténtica catedral literaria que constituye el compendio y la conclusión de sus libros, mitología medieval completa donde todas sus obsesiones –historias maravillosas, amor, desamor, odio, traición, tristeza, magia, felicidad– alcanzan su pleno cumplimiento.
«Escribo porque es mi forma de estar en el mundo», afirmaba categórica. Pues, mi querida e inolvidable Ana María: tu forma de estar en el mundo fue ejemplar y maravillosa.
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