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Ingredientes para un Mar Menor sumergido en la confusión

La crisis de la laguna era un colapso anunciado por hipertrofia económica insostenible por falta de los contrapesos ambientales necesarios

Domingo, 28 de junio 2020, 09:20

Asisto estupefacto a la campaña inmisericorde de construir una imagen sesgada de la laguna del Mar Menor. En un mismo artículo se oye a los voceros de este Mar Menor deconstruido que se está 'mediterraneizando' y al tiempo que funciona de manera análoga a un estuario, ambas cosas son imposibles simultáneamente, o aguas costeras o aguas de transición. Estamos vendiendo una imagen del Mar Menor a reconstruir que tiene mucho, muchísimo, de subjetiva. Y esa imagen nos condiciona en demasía el diagnóstico, las medidas a adoptar y, lo que es peor, el relato de responsabilidades que es lo que está en el objetivo de toda esta campaña. Efectivamente, es una imagen subjetiva del Mar Menor porque es la de un solo sujeto, a lo sumo dos, que alardean de una inteligencia que yo, por mucho que releo sus textos, no la percibo en grandes dosis. Solo observo vaguedades, generalidades descontextualizadas, muchos sesgos e inconsistencias diversas y un afán desmesurado de apuntalar un supuesto prestigio ya socavado en círculos científicos más abiertos que el de sus adláteres murcianos y el Gobierno regional. Y todo esto desde el respeto sincero en lo personal que tengo a mis colegas, pero como profesor de Ecología y también activista ambiental de largo recorrido no puedo callarme ante tales dislates.

No se puede hablar de un Mar Menor de aguas dulcificadas, cuando mantiene una salinidad más elevada que la mar salada del Mediterráneo. En sentido estricto habría que referirse a un Mar Menor menos hipersalino, pero claro, conviene poner la lupa en el agua dulce para justificar ciertas soluciones ficticias, antes aguas solo del acuífero (decían que este aportaba 68 hm3 y cuando se midió eran 8,5, se habían equivocado solo en un 87% nada más y nada menos). Ahora el agua es de las ramblas, el acuífero y las lluvias torrenciales. Dijeron que entraban fosfatos por las aguas subterráneas, algo que va en contra del conocimiento más básico de los ciclos biogeoquímicos, un suspenso claro en ecología. Ahora el fosfato es básicamente urbano y se olvida de casi 800.000 cabezas de porcino en la cuenca del Mar Menor y de sus purines.

Una gran inteligencia parece guiarnos, aunque yo no la perciba. Incluso llegué a oír que en aras de hipersalinizar de nuevo la laguna, proceder al vertido de las aguas de las salinas de San Pedro. Y parecía que lo decían en serio, increíble. No sé si nuestro guía intelectual habrá hecho números, pero la incorporación de unos tres hm3 de aguas de perfil talasohalino modificado en unos 540 Hm3 de aguas del Mar Menor, dándose una dispersión perfecta (nos olvidamos aquí de la mortalidad severa por estrés osmótico que generaría la pluma de salmuera), supondrá una modificación global máxima de la salinidad de un 1,5%, es decir de unos 0,6 ups de aumento en las aguas lagunares. Me imagino que habrán hecho estos cálculos, el análisis coste-efectividad pertinente y tendrán a mano al equipo de abogados, pues incumplirían toda la legalidad vigente y terminarían en los tribunales. Un invento del TBO, inútil y contraproducente como otras tantas propuestas. Esos son nuestros guías para la reconstrucción del Mar Menor, que la Virgen del Carmen nos asista. No tengo espacio para rebatir todas las inexactitudes, medias verdades y ocurrencias que vierten día a día, en una máquina mediática engrasadísima. Carezco de los altavoces que disfrutan otros.

Quisiera referirme en muy pocas líneas a mi comparecencia en la Asamblea Regional sobre la nueva Ley del Mar Menor. La laguna tiene 135 km2. Cada km2 del Mar Menor, insisto, cada km2 soporta los vertidos o la influencia de unas 15 hectáreas de terrenos mineros tóxicos, de 1.100 viviendas y 40 barcos o puntos de amarre, de 5.800 cabezas de porcino y unas 400 hectáreas de regadíos intensivos, una barbaridad. La crisis del Mar Menor era un colapso anunciado por hipertrofia económica insostenible por falta de los contrapesos ambientales necesarios. El Mar Menor nos regaló más de dos décadas de servicios ecosistémicos de más, por su capacidad de resiliencia. Todas las presiones que hemos citado deben ser abordadas en la nueva ley de protección. Por desgracia, lo son muy insuficientemente. Hay que auditar regadíos ilegales, renaturalizar el Campo de Cartagena en un 7%, la banda de protección ribereña (restaurada) extenderla a 1.500-2.000 metros. Establecer un estrategia de infraestructuras verdes, conectividad y restauración ecológica a corto plazo, para la cuenca y la propia laguna. Intervenir en el planeamiento urbanístico del conjunto de la cuenca con unas directrices que faciliten su adaptación rápida para evitar inundaciones y mejorar la armonización con la laguna en el contexto del cambio climático. Incorporar sus objetivos y criterios técnicos en un anexo de la ley. Revisar todos los puertos para hacerlos permeables a la dinámica hidrológica y sedimentaria, con una disposición adicional para aquellos con declaración de impacto ambiental. Sanear la estructura del comité científico para hacerlo más independiente, presidido por un experto que actúe ajeno a las presiones políticas, establecer un sistema de indicadores que facilite el seguimiento y la comunicación, y un capítulo económico financiero donde se establezcan los mecanismos fiscales para asegurar la contribución proporcional de los sectores económicos responsables de este desastre como dice la ley de responsabilidad ambiental.

Así avanzaremos. Con la redacción actual será un pasito para adelante y dos grandes pasos para atrás. Otra oportunidad perdida que no nos podemos permitir.

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