Imprescindible experiencia
Aunque pueda parecer utópico, sería deseable que en el futuro se reclame una mayor exigencia a la hora de cubrir un puesto en cualquier instancia
Imprescindible experiencia. Esta coletilla solía rematar los requisitos que demandaban muchas ofertas de empleo, con independencia de la calificación del puesto, trasladando el mensaje de que sin el mismo los aspirantes no podrían participar en el proceso de selección. En sectores como el aeronáutico, en donde la seguridad debe extremarse, es lógico que se valore especialmente la experiencia de los pilotos. Esta suele expresarse por el número de horas de vuelo, aunque para alcanzarlas tuvo que haber necesariamente un día y hora cero en donde el aviador tomase por primera vez los mandos, por mucho que pudiese estar precedido por una completa formación, prácticas con simuladores de vuelo y la cercana vigilancia de otro piloto más experimentado. Y porque nos estamos refiriendo a la protección de la población es por lo que quizás deberíamos preguntarnos si para esta pandemia, que va a arrebatar trágicamente la vida a cientos de miles de personas, no deberíamos haber sido más exigentes respecto a la competencia de los gestores, y no solo en nuestro país.
Viene esto a cuento de la discusión sobre si para ocupar un departamento ministerial, la de Sanidad es la más reciente, se precisaría o no contar con una formación y experiencia específicas o bastaría con una supuesta capacidad de gestión, pensando que las posibles carencias podrían ser suplidas por los asesores, que no suelen ser escasos aunque su nivel sea a veces una incógnita. El debate no resulta ocioso cuando supone la administración de ingentes recursos públicos que, además, tienen que ver directamente con la salud de los ciudadanos. Desde luego, lo que resultaría altamente preocupante es que no se tuviesen esos conocimientos específicos ni tampoco debidamente acreditada la capacidad de gestión que, por otra parte, no debería atribuirse a nadie por el solo hecho de haber acumulado puestos políticos sin llevar aparejados el examen y valoración de los resultados obtenidos en los mismos. Por ello, no deja de ser llamativo el hecho de que los valedores del antiguo ministro y hoy candidato a la Generalitat, Salvador Illa, a falta de no poder destacar su formación y mucho menos su gestión, pretendan resaltar como un factor relevante y casi determinante su talante, atributo que sin ser despreciable, no ocuparía a buen seguro uno de los primeros puestos de los requisitos requeridos por cualquier empresa de cazatalentos a la hora de seleccionar a un directivo.
El ejemplo de lo que ocurre en el ámbito empresarial podría ser clarificador en la medida en que hay muchos dirigentes que han desarrollado una brillante labor en diversas empresas de diferentes sectores porque contaban con una sólida formación más o menos generalista, y se acompañaban con una demostrada capacidad de gestión, entendida esta como la que sabe organizar y planificar, establecer acciones y medidas de acuerdo a unos procesos, utilizando adecuadamente todos los recursos humanos y económicos a su alcance y con el objetivo de cumplir los objetivos marcados previamente.
Aun cuando la pandemia ha dado lugar a situaciones imprevistas, difíciles y complejas, ello no debería servir para disculpar la mediocre labor realizada, tal como refleja el reciente barómetro de empresas, desarrollado por Deloitte, y en el que han participado 233 panelistas que muestran el rechazo generalizado al Gobierno por la gestión política de la pandemia. Ahí queda el cuestionado aprovisionamiento de elementos de protección, a veces defectuosos, la ocultación o maquillaje de las encuestas, la simulación de comités científicos inexistentes, las medidas contradictorias respecto a las restricciones de actividad o de movilidad o el ritmo de las vacunaciones. Respecto a este último punto, mientras es fácilmente entendible que ante una situación de emergencia sobrevenida en un barco que amenazase con su hundimiento se requiriese la colaboración esforzada de todos, tripulación y pasajeros, resulta incomprensible que en una ocasión de extrema gravedad como la que vivimos, muchos ofrecimientos de colaboración voluntaria hayan sido desatendidos, los sanitarios de las mutuas y de la sanidad privada ignorados y los fines de semana se hayan ralentizado las vacunaciones cuando el virus no entiende de festivos ni de horarios. A pesar de que se dispuso de tiempo suficiente para hacer una planificación adecuada, los mismos que ahora demandan a las farmacéuticas que trabajen sin desmayo las 24 horas del día en la fabricación de vacunas, algo que muchas ya están haciendo, son los que permiten que la parsimonia presida sus actuaciones. No estaría de más que hubiesen copiado de Israel, de los Emiratos Árabes, de Estados Unidos o del propio Reino Unido, que son los países que lideran con diferencia el 'ranking' de personas vacunadas. Por si esto fuese poco, nos siguen obsequiando con burdas consignas propagandísticas para disimular la triste realidad. ¿Recuerdan la frase acuñada por el Gobierno central en mayo, a raíz de la primera ola, 'saldremos más fuertes'?
El evidente divorcio entre las opiniones y propuestas de los científicos y las de los políticos se complica aún más cuando las encuestas electorales parecen pesar más que la salvaguarda de la salud de los ciudadanos y se evitan la implementación de medidas que siendo quizás necesarias podrían resultar impopulares y ocasionar un desgaste para el que las decida. A esos sufridos ciudadanos solo cabe recomendarles que ahora lo que toca es cumplir responsablemente todas las indicaciones de las autoridades, aunque no se compartan, y cuando la situación se normalice no olviden tantas actuaciones censurables que hemos conocido y padecido y las sancionen convenientemente a través de su voto. Y aunque pueda parecer algo utópico, que en el futuro reclamen con más fuerza que hasta la fecha el que exista una mayor exigencia a la hora de cubrir un puesto en cualquier instancia, de tal forma que los amiguismos, las cuotas o las afinidades ideológicas fuesen sustituidos por criterios en donde el mérito y la experiencia fuesen preponderantes.