Alemania decide acelerar
El país germano muestra un modelo económico agotado que necesita medidas valientes para volver a marcar el rumbo
Alemania atraviesa una encrucijada que cuestiona su papel como motor de Europa. Durante décadas fue ejemplo de eficiencia y solidez económica; hoy muestra grietas profundas: ... dependencia energética, atraso digital, presión social y un modelo económico agotado. Lo que antes se presentaba como fortaleza (la energía barata y el éxito exportador) se ha convertido en un lastre difícil de revertir sin medidas valientes. La renuncia al gas ruso y el cierre de nucleares encarecen la energía y golpean directamente a la industria automotriz, el orgullo alemán, lastrada además por los aranceles impuestos por EE UU.
Mientras tanto, el atraso en innovación digital es un bochorno: la nación que se jactaba de ingeniería de precisión sigue usando fax en su ejército y en las consultas médicas y prevalece un sistema comercial en el que todavía predomina el pago en efectivo. Tampoco cuenta con un plan en inteligencia artificial; además, los coches eléctricos chinos y estadounidenses han arrinconado a los germanos. A este atraso estructural se suma el desgaste social. El estado de bienestar se resiente, el endeudamiento ha dejado de ser un tabú y el gobierno insinúa que no podrá sostener indefinidamente las pensiones públicas. Así, el canciller Merz ha decidido por consenso abandonar la austeridad, engordar la deuda (60% del PIB) y fortalecer su ejército ante la amenaza rusa.
En paralelo, el auge de la ultraderecha revela un malestar identitario que la política tradicional no logra contener. La defensa, otro talón de Aquiles, obliga a plantear incluso el regreso del servicio militar obligatorio. Pero la gran pregunta es si estas medidas serán suficientes para recuperar la confianza. El tejido industrial alemán todavía es robusto, pero sin digitalización ni innovación será difícil volver a marcar el rumbo. Europa necesita a Alemania más que nunca, pero Alemania aún debe demostrar que sigue siendo capaz de liderarla. Si no consigue reinventarse, la crisis de identidad en la que está sumida la Unión Europea podría arrastrar también a su país más influyente.
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