El discurso del vicepresidente
Lo más preocupante es la baja estima que tiene del nivel de inteligencia de los españoles en cada ocasión que se le presenta
Los que sigan de cerca la trayectoria de Pablo Iglesias, aunque solo fuese por el interés por comprender el comportamiento de personaje tan singular, dispondrán de información añadida con la rueda de prensa que, junto al ministro de Sanidad, Salvador Illa, celebró el pasado jueves, día 23, para aclarar los términos de la salida a la calle de los menores.
En la apariencia se apreció sobre todo un cambio en el aspecto, en la vestimenta, que parece confirmar el comentado paso de Alcampo a Inditex, junto a la afectación y el intento exagerado de profundizar en ese tono susurrante, como de director espiritual en un retiro, y con tópicos cada vez más difíciles de soportar, como el de que «nos estamos dejando la piel», como si eso pudiese disculpar la ineficiencia y las contradicciones o fuese un hecho diferencial respecto al esfuerzo, por cierto, más eficaz y meritorio, que desarrollan tantos colectivos.
Un periodista comentó que quizá Pablo Iglesias fuese una excepción en este Gobierno a la hora de hacer autocrítica o pedir perdón, pero esa nota solo sería favorable si la presunta humildad fuese cierta y no quedase cuestionada cuando baja la guardia y saca a relucir su verdadero talante, que incluye su reconocida aversión a la crítica.
Con todo, lo más preocupante es la baja estima que tiene del nivel de inteligencia de los españoles en cada ocasión que se le presenta. La penúltima tiene que ver con la corrección que en pocas horas se hizo de la regulación inicial sobre el paseo de los menores cuando dijo que no ha habido «rectificación», sino que se había producido solo una «revisión», porque a este Gobierno le gusta escuchar mucho. ¿Cómo es posible que un Gobierno con tantos ministerios, direcciones generales, Mesas, comités de expertos y asesores no sea capaz de acertar a la primera sobre lo que cualquier ciudadano adulto resolvería con mayor sensatez?
Resulta llamativa también la reiterada argumentación en este y otros temas, difícilmente asumible en cualquier empresa, de que como somos humanos todos nos equivocamos, y que la penitencia de semejante confesión tuviese que ser la solución y no la necesaria dimisión por incompetencia. Especialmente en cuestiones que afectan a tantos ciudadanos, se administran fondos públicos y donde bastaría solo con que prevaleciese el sentido común.
El interés demostrado por otro interpelante sobre la desaparición de la escena pública durante tanto tiempo de Manuel Castells, ministro de Universidades, procedente de la cuota de Unidas Podemos en el Gobierno, la zanjó con una concisa respuesta: «Está trabajando mucho y pronto sabrán de él».
Otro redactor se interesó por su crítica del día anterior a la condena del Tribunal Superior de Justicia de Madrid a Isabel Serra, portavoz de Unidas Podemos en la Asamblea Regional de Madrid, por agredir a tres policías en un desahucio, tal como se acreditó contundentemente en sede judicial. Nuevamente, en su respuesta, en donde ponía en duda la imparcialidad del Tribunal, parecía más el director del programa de televisión 'La Tuerka' que el vicepresidente del Gobierno de España, como últimamente le gusta titularse. Esto es lo que de momento tenemos, y como dice irónicamente un conocido comentarista, va a ser verdad que la pandemia genera otros daños colaterales.