Desahucios: «Ya no me quedan más lágrimas»
Tengo claro que seguiremos escuchando esta frase porque estaremos a su lado para impedir que los echen
Esta es una expresión que oímos con frecuencia y que nace de un corazón roto y desgarrado de tanto dolor acumulado cuando una madre y ... un padre tienen en su mano el papel del juzgado donde se les indica la fecha y la hora del desahucio de su vivienda, de su hogar, explicándoles que todo lo que se quede en ese momento dentro de la casa, después del cambio de la cerradura, ya no les pertenecerá. Además, se les advierte que la comisión judicial podrá ir acompañada por las fuerzas de orden público. Sienten que el final ha llegado después de un proceso judicial donde no han podido evitar este terrible y cruel desenlace. Te enseñan el papel llorando porque su vida ha sido destruida, porque experimentan que las leyes no los han protegido, que la administración se desentiende porque no tiene una alternativa habitacional para ofrecerles y que las fuerzas de orden público no los va a defender, sino todo lo contrario, serán los que hagan efectivo el desahucio si se oponen; los sacarán a la fuerza si se niegan a abandonar la vivienda o si oponen resistencia.
Entre llanto y llanto te dicen como una voz que solloza: «¿Qué va a ser de mis hijos?», «¿cómo les explico a mis hijos que nos tenemos que ir de nuestra casa, que tendrán que dejar su escuela, a sus amigos y a sus vecinos, que los han visto nacer y corretear por los pasillos?».
Lloran y creen que ya no les quedan más lágrimas, pero siguen llorando y, cuando están sus hijos delante y no pueden más, se meten en el váter para que nos los vean llorar. Si su llanto tiene voz, a pesar de taparse con la toalla, tiran de la cadena del váter para que no se oiga ese llanto que grita ¿por qué? ¿Qué hemos hecho para que nos traten así?
Sienten vergüenza, por eso mucha gente abandona su vivienda antes de la fecha señalada por el juzgado
Han llorado mucho durante ese proceso cruel de intentar conservar la vivienda, de luchar por recibir ayuda, creyendo inicialmente en la buena voluntad del banco o de la inmobiliaria del banco o del 'fondo buitre'. Piensan que van a ser comprendidos, sienten que van a ser escuchados y que van a encontrar comprensión, empatía y ciertas facilidades para seguir en su casa y que establezcan condiciones para poder pagar según sus posibilidades. No quieren que les regalen nada, pero encuentran una respuesta fría, despreciativa y hasta humillante: «Ese no es nuestro problema. Lo que tienen que hacer es irse y buscarse otro sitio». Cuando piden que por favor tengan un poco de caridad, un poco de ética y que entiendan que la vida les ha dado la espalda, la respuesta al otro lado es: «Claro que no tenemos ética. Lo único que le ofrecemos son 2.000 euros y váyanse, si no quieren verse las caras con el juzgado o con la policía». A continuación añaden: «¿Es que quieren que sus hijos vean cómo el juzgado y la policía os saca a la fuerza?».
El miedo y la vergüenza se apoderan de ellos. El miedo porque les acosan continuamente con llamadas y les presionan y les amenazan, utilizando el nombre de los jueces y de la policía o de la Guardia Civil. Sienten miedo cuando ven en su teléfono el número de la empresa de recobro porque hay una voz endurecida, sin escrúpulos, que entiende que su trabajo es que esa familia se vaya, que para eso le pagan. Sienten tanto miedo que, incluso, cuando van a las plataformas de afectados por la hipoteca manifiestan que no quieren ningún lío en la puerta de su vivienda, que lo que quieren es que se resuelva hablando y negociando. Es entendible humanamente.
Sienten vergüenza porque han fracasado, porque han perdido su hogar, porque se tienen que ir a vivir a un cuchitril. Algunos tienen más suerte porque sus padres les dejan una vivienda. Sienten vergüenza y quieren que nadie se entere, por eso mucha gente abandona su vivienda antes de la fecha señalada por el juzgado. Es lo que quieren, que cuando llegue la comisión judicial con la entidad financiera (banco-inmobiliaria-'fondo buitre') se queden con la vivienda, cambien la cerradura sin problema alguno, sin importarles quién vivía en esa casa o qué ha sido de esa familia, qué ha pasado con esos menores. No quieren que esté la plataforma y mucho menos algún medio de comunicación y enseguida alguien te acusa de montar un circo porque estamos impidiendo un desahucio, que una familia sea arrojada a la calle con sus hijos. ¿Un circo? ¡Dios mío, qué falta de sensibilidad y conciencia!
Tengo claro que seguiremos escuchando «ya no me quedan más lágrimas» porque estaremos a su lado para impedir su desahucio.
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