Colombia de mis amores
PARALELO 37 ·
Hace 10 años aterricé allí. Tenía más de 40, acababa de renunciar a mi trabajo y muchos me llamaron loca por irmeA lo mejor siempre olió así, dulzona, leñosa, con toques de menta y limón, a palo santo. O ese aroma sagrado que ahuyenta malas vibraciones ... y acerca divinidades explotó esa mañana ventosa y nublada para darme la bienvenida mientras flotaba en esa bella y solitaria playa del Caribe colombiano a la que conseguí regresar después de dos años, cuatro meses y ocho días. Sí, taché la ausencia en el calendario sin imaginar jamás que la espera fuera a ser tan interminable. Una pandemia trastoca vidas, también planes, pero hace poco volví y allí estaba la misma familia de tortugas carey a la que jugábamos a divisar desde el banco de madera viejo y destartalado en el que tantas mañanas bebí mi primer café mientras esperaba el amanecer, que en ese rincón del mundo siempre es rosado. Y el mar transparente y templado, los corales, el bosque seco tropical, los gavilanes, los peces de arrecifes, la montaña en forma de dinosaurio, Helen y sus vallenatos, la arena suave y blanca. Faltaba Sixto, el maldito virus acabó con su vida y no pude cruzar la bahía con él en su barca.
Escribió Tabucchi que «un lugar nunca es solo 'ese' lugar: ese lugar somos en cierto modo nosotros también. De alguna manera, sin saberlo, lo llevamos dentro y un día, por casualidad, llegamos hasta él». Hace diez años aterricé en Colombia, tenía más de cuarenta, acababa de renunciar a mi trabajo y muchos me llamaron loca por irme a probar suerte al otro lado del Atlántico. Diecinueve. No he olvidado el número de sala. Vuelo: 0029, todavía guardo la tarjeta de embarque. Destino: Bogotá, esa fría y lluviosa capital abrazada por los Andes. Estoy en el aeropuerto y no hay manera de consolarme: el miedo a lo desconocido me ha resquebrajado. ¿Ustedes alguna vez se han parado a pensar en la cantidad de agua que pueden expulsar nuestros cuerpos en forma de lágrimas? A las psíquicas, me refiero, porque también existen las basales encargadas de mantener el ojo bien lubricado y libre de polvo y las reflejas que aparecen cuando cortas una cebolla o nuestra vista entra en contacto con algunos gases. Y además de nombres diferentes, bajo el microscopio lucen desiguales.
Después de ese día no hubo más llantos. Sí, algunos de mis trabajos profesionales más gratificantes, las mejores frutas, los bailes más sabrosos, amigos que serán para siempre, los viajes más especiales. También ríos, flores, selvas, cafetales, páramos, montañas, pájaros. Y la gente más amable y educada que conocí nunca y a la que siempre estaré agradecida por arroparme y ayudarme tanto. Colombia de mis amores, qué poco hace que nos vimos y cuánto te extraño.
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