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Civilización cristiana occidental

Miércoles, 5 de febrero 2020, 02:44

La magnífica película de Amenábar 'Mientras dure la guerra' creo que no deja indiferente a ningún espectador. Cada escena, cada palabra, cada gesto, cada silencio, es una invitación a la reflexión. Faltarían páginas en este artículo de opinión y sería muy pretencioso por mi parte si intentara desmenuzar todo lo que de trascendente tiene esa película, por lo que voy a limitarme a la escena donde Miguel de Unamuno escribe una frase de su puño y letra que incorpora al manifiesto que le escribieron las fuerzas franquistas y sus propios colaboradores de la Universidad de Salamanca. La frase fue: «Civilización cristiana occidental». Esa frase cambió el significado y el mensaje de esa proclama con una habilidad que solo está al alcance de los grandes intelectuales y pensadores. Esa frase reivindicaba la historia sobre la que se construyó Europa, sin bandos ni enfrentamientos.

En los últimos tiempos he leído algún artículo que resucita malamente (como diría Rosalía), lo que fue la Democracia Cristiana (DC) en España, con frases tales como «nunca te fíes de los partidos cristianos», como si todavía estuvieran, estuviéramos, en circulación. Como esa frase de Unamuno pienso que tiene ciertos vínculos con la historia de la DC, es por lo que me he animado a escribir este artículo.

La refundación en el PP hace años hizo que la DC desapareciera del espectro político español, aunque parece que no la quieren dejar descansar en paz. Al día de hoy he leído en artículos de opinión frases como que «los políticos de autodenominación cristiana demostraron de forma fehaciente que invocar la fe en política equivalía a tener patente de corso para traicionar a sus aliados cuando les pareciera conveniente». El último ejemplo, decía ese artículo, lo hemos tenido con un partido nacido en la oscuridad de las sacristías de las parroquias rurales del País Vasco, el PNV, con su traición al PP en la semana de la moción de censura al gobierno de Rajoy.

Permítame el lector que retrocedamos unas décadas en el tiempo para intentar explicar lo que fue la DC: hasta finales de los años 60 no se constituyó el primer partido democristiano a nivel estatal. Ese partido se llamó Izquierda Democrática (ID). En 1976 y durante la celebración de su congreso, este partido, cuyo líder era Joaquín Ruiz Jiménez, se fragmentó en dos: ID, liderado por este, e Izquierda Demócrata Cristiana (IDC), luego llamado Partido Popular Demócrata Cristiano (PPDC), y posteriormente Partido Demócrata Cristiano (PDC), liderado por Fernando Álvarez de Miranda y Torres. Este partido contribuyó decisivamente a la formación de la UCD. Tras el fracaso electoral de la UCD y su disolución en 1982, los militantes del sector demócrata cristiano formaron el Partido Demócrata Popular (PDP), que fue liderado por Óscar Alzaga Villaamil, y posteriormente por Javier Rupérez Rubio. Con este último, el PDP pasó a denominarse, en un ejercicio de identificación plena con su ideario, Democracia Cristiana (DC). Este último partido, junto con el partido Alianza Popular/Coalición Popular, protagonizó un proceso de refundación en 1989 del cual surgió la creación de un nuevo partido de inspiración cristiana, y cuando digo de inspiración cristiana me estoy refiriendo a los valores de la civilización cristiana occidental, y así se recogía en los estatutos del Partido Popular (PP).

Ciertamente, los partidos nacionalistas, Partido Nacionalista Vasco (PNV) y Unió Democrática de Cataluña (UDC), estaban muy cómodos en el seno de la Internacional Demócrata Cristiana (IDC), pero esa comodidad dejó de existir en el momento en el que el PP fue reconocido por la IDC como el único partido homologado en España ante la misma, y fue Javier Rupérez Rubio, vicepresidente del recién refundado PP y presidente en esas fechas de la Internacional Demócrata Cristiana, el que impulsó y consiguió que la IDC expulsara al PNV de esa organización. La UDC desapareció por la misma razón por la que desapareció la DC estatal. El humanismo cristiano era y es incompatible con las ideas y políticas supremacistas como las que siempre han enarbolado y enarbolan los partidos nacionalistas que en ese momento de la historia se manifestaban, antes y ahora, por la no condena expresa por parte del PNV de los atentados terroristas cometidos por la ETA.

Todos sabemos quién traiciona a quién, como así ocurrió cuando después de que ese partido negociara con Mariano Rajoy unas pingües y bochornosas concesiones que supusieron un importante agravio comparativo con el resto de comunidades autónomas a cambio de conseguir el apoyo de ese partido a los presupuestos generales del estado del PP. Dos semanas después, esos mismos votos del PNV fueron los que hicieron que la balanza de la moción de censura presentada por el actual presidente del Gobierno triunfara. Tal vez los vascos le devolvieron la humillación al PP (lo de Rajoy), por haber sido expulsados de la Internacional Demócrata Cristiana en el Congreso de Chile de 2000. Además, el PNV no es un partido demócrata cristiano tal y como ya he expuesto, aunque sí surgió desde la burguesía y desde los ambientes eclesiásticos del País Vasco. Por tanto, convendría acotar esas realidades a su justa dimensión.

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