Cuenta Stefan Zweig en 'El mundo de ayer' que Rainer Maria Rilke, al que conoció en París, además de gran poeta, era un hombre cuidadoso ... y pulcro en extremo, y no solo en un sentido estético, sino de vida. Elegante, silencioso, educado y alérgico a lo estridente, tenía un buen gusto general y un sentido especial de la belleza que se manifestaba en todo lo que hacía. Y cuenta una anécdota. Tan esmerado era que, si se equivocaba en una página, era incapaz de hacer un tachón y seguir con ella: escribía el poema entero de nuevo. Hasta ese punto llegaba.
Y es que la belleza importa, claro que sí. Le importaba a él y nos importa a todos, a poco que tengas un mínimo de gusto. Eso pensaba yo el otro día viendo atardecer en el Mar Menor, un mar poco propicio ya al baño, pero perfecto para abismar la vista y salivar un poco de guapo que está a las ocho de la tarde; y por eso hay quien comete la locura de ir a hacer turismo a Afganistán para ver Bamiyán, aunque ya no estén sus budas milenarios, que los talibanes hicieron trizas; y por eso Asunción Balaguer aguantó junto a Paco Rabal toda una vida y perdonó sus muchos escarceos, que él nunca ocultó: «Pero he sido feliz, me daba cosas muy bonitas», dijo en su día la actriz.
Sí, lo bonito y lo bello en cualquiera de sus formas importa. Ya lo creo. Como bello y bonito ha sido el movimiento para restituir a la pareja su nombre en Alpedrete. Un vecino que se queja, uno del gremio que protesta, alguien aspaventando en redes, de repente una concentración en el pueblo. Al final, toda una ola, 'doping' de cariño. Nunca estuve en Alpedrete ni vi los nombres de los actores allí expuestos, pero como dijo Manuel Alcántara en su día de los budas de Bamiyán al ser destrozados, estaba bien que estuvieran ahí.
Mención aparte merece el comportamiento del PP regional, a quien correspondía dar un golpe en la mesa por razones obvias: los nombres estaban en Alpedrete, pero el golpe bajo era a la escena cultural de Murcia. Sin embargo, tuvo que ser Ayuso, a quien se le puede reprochar su tendencia a la falsa bobería para llamar la atención, pero no falta de arrojo, quien diera el aldabonazo que debieron dar Miras y los suyos. Aquí no se atrevieron más que a una protestilla por razones obvias: quienes habían quitado el nombre eran de los suyos, llevaban su misma camiseta.
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