De inspiración y vedetes
La inspiración es solo eso, un primer aliento, un punto de partida
La inspiración es el primer aliento de una historia. Es ese estímulo que inicia el camino que puede terminar con una novela publicada.
Hace tiempo ... conocimos a un hombre que tenía una voz prodigiosa, que siendo joven viajó a Barcelona para estudiar canto y convertirse en tenor. Una vez en Barcelona, descubrió que además de un portento de voz, tenía pánico escénico. Así que recogió sus escasos bártulos, se despidió de su carrera operística y volvió al pueblo del que había salido para subirse a su tractor y trabajar el resto de su vida en la agricultura. Desde entonces, nadie lo ha vuelto a oír cantar.
David Zaplana y yo acabamos de publicar una novela titulada 'La ley del hambre'. Una novela de más de quinientas páginas como la nuestra no se crea con una única inspiración sino con muchas. En nuestra novela, el agricultor de voz portentosa se transformó en una bella mujer que viajó a Barcelona y acabó convertida en una vedete de El Molino. Porque la inspiración es solo eso, un primer aliento, un punto de partida. Gracias a esta idea, nos adentramos en un mundo de plumas y concheros, de minúsculos camerinos y cristales en los zapatos, de ambigús y humo de cigarros, de censura y destape, de jotas aragonesas y espectáculos pornográficos. La historia de la vedete se convirtió en una de las tramas de la novela.
'La ley del hambre' nos ha supuesto siete años de trabajo, siete largos años en los que hemos publicado otros libros, pero esta historia siempre estaba de fondo, como el ruido basal de nuestro propio cuerpo.
La idea de escribir 'La ley del hambre' viene de mucho tiempo atrás, quizás casi desde el momento en el que decidí ser escritora. Porque esta es la historia de mi pueblo, Candasnos, un pequeño enclave en los Monegros oscenses. Y es la historia de mi pueblo a pesar de que los habitantes de sus páginas sean imaginados, a pesar de que sus muertos sean otros. Es la historia de mi pueblo porque ahí están sus calles, sus muros y su esencia.
Y aunque las musas no existan, aunque ni Caliope ni Melpómene visiten nuestros pensamientos, la inspiración sí que existe. Decía Pablo Picasso: «Cuando llegue la inspiración, que me encuentre trabajando». Cuando llegue la inspiración, que me encuentre con los sentidos aguzados, con la mente despierta, con la pluma preparada. Y que sea tan imperiosa y seductora para que me permita trabajar durante siete años y quinientas páginas.
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