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La vida de José Antonio Navarro (Murcia, 1959) es la de un montañero puro. Ha trabajado en todo lo que le permitía compaginar su verdadera ... profesión, en la que ha realizado cientos de excursiones de alto nivel en España, Francia y Portugal para el Club Cultural Cajamurcia y entidades con las que ha colaborado como la Federación Murciana de Deportes de Montaña y Escalada, el Club Universitario de Montaña de Murcia, el Club Montañero de Murcia, la Comunidad Autónoma y el Ayuntamiento de Murcia. Entre 1968 y 2011 realizó «más de 2.000 ascensiones a todas las montañas de la geografía regional» y por encima también de «5.000 recorridos por cumbres, cerros, cabezos, cuevas, nacimientos de agua, barrancos y toda clase de parajes naturales».
El gran conocimiento que adquirió en estos entornos llevó a 'El Navarro', como es conocido en el mundillo, a ayudar en tareas de incendios, incluso desplazado en helicóptero para guiar a una compañía de 180 soldados, antes de que existiera la UME, o rescatar a animales caídos a simas y pozos, cuando Protección Civil «no estaba tan organizada como ahora», por ejemplo. Ha impartido charlas sobre montañismo en institutos para luchar contra la droga, ha colaborado con instituciones arqueológicas, también relacionadas con la montaña y, en general, ha participado en cualquier cosa que tenga que ver con este mundo de las cordilleras, los montes, las cumbres y, en síntesis, la naturaleza.
–¿Qué se persigue cuando uno arriesga hasta la propia vida por llegar a lo alto de una montaña?
–Es una mezcla de aventura y libertad, también de emoción y belleza por el esplendor del paisaje, tanto el propio de la cumbre como de el que se ve desde ella. Hay también una búsqueda de algo desconocido, que no sabría explicar, pero que tiene algo de descubrimiento de nuevas perspectivas
–Se dice que se conquista una cumbre cuando se alcanza lo más alto de una montaña. En ese momento, ¿es algo así como una domesticación de la naturaleza o se trata más bien de una conquista de nuestros propios límites humanos?
–Desde luego lo segundo: es la superación de una prueba que tú has elegido, arrastrado por la belleza de la montaña, pero también por el desafío de tus propias posibilidades. Si además te enfrentas a un reto de primera magnitud, como el Naranjo de Bulnes, en invierno, con una meteorología adversa, donde tienes que emplear conocimientos, habilidades, fuerza física y, sobre todo, equilibrio mental, coronar con éxito es una alegría equivalente a la del científico que descubre algo nuevo. Es demostrarte que controlas tu propio periplo vital.
–Ya no se oyen tantas gestas como las que hace unas décadas protagonizaban los montañeros murcianos. ¿Se acabó la edad de oro del montañismo murciano?
–Lo que ha ocurrido es que ya han sido conquistadas todas las grandes cumbres y las paredes difíciles. Aquellas décadas de oro (las de 1970-1980) se caracterizaron por conquistas murcianas en todo el mundo. Pero ahora eso ya está hecho; resulta más difícil obtener portadas. Pero además hay que reconocer que los medios técnicos tan mejorados que hoy tenemos han reducido la necesidad de fuerza y coraje, diría que heroicos, de aquellos pioneros. No le quiero quitar mérito a los jóvenes montañeros actuales, ya que se enfrentan a unos tiempos y a unos medios que son los que son, y además tienen la dificultad de encontrar paredes y cumbres vírgenes, que aún existen. Pero honestamente no creo que estén al nivel de excelencia mostrado por los García Gallego, José Matas, Pepe Séiquer, Ángel Ortiz, Mariano Lozano, Miguel Ángel Díez Vives, Félix de León y tantos otros que harían la lista muy larga, y que llevaron el montañismo murciano al máximo nivel mundial de la época
–¿Cómo ha cambiado esta disciplina desde esos años?
–Hemos conocido impresionantes mejoras del material, pero, sobre todo, nos encontramos que muchísimas paredes ya están equipadas y señalizadas por los precursores. Se ha relajado por tanto el conocimiento del montañero por la creciente confianza en las facilidades que se le ofrecen. La enorme oferta de actividades, no ya por clubs montañeros, sino por agencias turísticas, unido a lo anterior, ha llevado a la paradoja de que siendo mejores los medios, y especialmente la información escrita y en la Red, los accidentes y desgracias son mucho más frecuentes.
–Usted ha exprimido como pocos las posibilidades de la Región para un montañero, ¿qué tenemos aquí que no tenga nada que envidiar a otras geografías más famosas para esta disciplina?
–Los sistemas béticos que recorren la Región ofrecen singularidades paisajísticas, geológicas y naturales que, como usted dice, nada tienen que envidiar a las de otras regiones. Nuestros macizos cársticos (Espuña, Villafuerte, Revolcadores, Altiplano y tantos otros) son un auténtico cofre de tesoros a la vista y ocultos. ¿En qué otra región puedes recorrer en unas horas desde la alta montaña mediterránea a playas primigenias salvadas en el último momento de una loca urbanización?
–Usted ha lamentado los cambios a peor que se han producido en el medio ambiente en los últimos cincuenta años. ¿Cómo ha cambiado la Región en el último medio siglo?
–Pues la destrucción ambiental ha sido de enorme magnitud, las montañas han sido desbordadas por la urbanización de sus faldas; los paisajes costeros son los que más han sufrido; la agricultura tradicional, de impresionante equilibrio y belleza, ha sido sustituida por páramos agroindustriales. Desgraciadamente, ha cambiado demasiado; los que tuvimos la fortuna de conocer tiempos pasados, también estamos cargados de melancolía por ellos
–¿Hay esperanza para los próximos años? ¿Cómo cree que se encontrarán nuestros paisajes dentro de 50 años?
–No tenemos remedio. Se está investigando mucho en nuevos medios de energía y en controlar el uso de productos químicos y no degradables, pero no está siendo suficiente. No quiero ni pensar en el legado de horror que dejamos a nuestros descendientes dentro de esos cincuenta años
–¿Cuál es su rincón natural favorito en la Región de Murcia?
–Las sierras que van desde Villafuerte al Buitre (Moratalla y Caravaca) y sus aledaños: Pajarón, Lóbrega, Calar Blanco, Gibarroya, San Juan, Carreño y todas las demás.
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