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LYDIA MARTÍN.
Jueves, 30 de marzo 2017, 01:54
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Hace ya 100 años que Jesús Ortega y su mujer, Marina Tomás, abrieron al público su café. Desde entonces hasta ahora, dos generaciones después, ese concepto de negocio ha evolucionado hasta consolidarse como una de las paradas gastronómicas obligatorias de la Región de Murcia.
El restaurante El Sordo debe su nombre a una anécdota familiar: cuentan las malas lenguas que cuando venían los proveedores a cobrarle al fundador Jesús Ortega, él se hacía el sordo diciendo «¿Qué? No oigo» así que los cobradores exclamaban «¡Este tío está sordo!», y de ahí surgió el apodo que se ha heredado generación tras generación y que representan con honra.
Tras el fallecimiento de su fundador, su hijo Paco El Sordo fue el que heredó el negocio, y junto a su mujer, Victoria López, se encargaron de la cocina y la barra para hacer del bar uno de los más famosos de la comarca. La tercera generación es la de Jesús Ortega, nieto del fundador, el cuarto de ocho hermanos, y dueño del restaurante desde 1986, donde trabaja junto a sus hijos siguiendo la trayectoria y honrando la memoria de sus antecesores. «Continuar con el legado familiar es una losa muy grande que me honra», señala el actual dueño.
Durante este último siglo, el concepto de El Sordo ha sido innovador dentro de la cocina tradicional, combinando ingredientes de la tierra y carnes de calidad para poner a disposición de sus clientes una oferta variada. La creatividad y la inventiva son las otras dos piezas del puzle fundamentales en la cocina del restaurante, que dispone de dos amplios comedores para 100 comensales.
Sus valores están encabezados por el respeto al producto y la materia prima de calidad; a su trabajo, trabajadores y a los clientes; el respeto al legado de sus antepasados, por la tradición y por la cocina española. Este valor ha transmitido seguridad y credibilidad a sus clientes y a los compañeros de profesión.
La meta del dueño del actual de El Sordo es seguir sumando siglos de tradición gastronómica: «El futuro lo vemos desde el optimismo. Tengo un montón de hijos que se dejan la piel trabajando junto a mí en nuestro restaurante y parece estar el relevo asegurado», indica Jesús Ortega.
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