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'Tardevieja' con zapatillas de deporte
La San Silvestre sirvió como pistoletazo de salida hacia un tardeo con plazas y bares abarrotados desde las doce del mediodía
El último día del año amaneció con sol de primavera, zapatillas de deporte y muchas ganas de fiesta. Las primeras notas de color las pusieron en Murcia, Cartagena y Lorca los cientos de corredores que participaron en la San Silvestre. Muchos de ellos ataviados con equipación profesional y otros tantos portando disfraces de toda clase y condición, desde dinosaurios a renos pasando por sardinas y latas de cerveza. Predominio abrumador de las faldas de bailarina sobre mallas, las pelucas de colores y las risas entre jadeos y flato. Alguna que otra lágrima mezclada con sudor también, porque la carrera, organizada por LA VERDAD y por primera vez en horario matinal, se plantea para muchos como la ocasión perfecta para cumplir promesas o rendir cuentas pendientes. Para soltar lastre o para ganar confianza. Para seguir avanzando sin dar un paso atrás. Dos corredores recordaban en sus camisetas a sus compañeros de la Guardia Civil. Y una familia entera, respaldada por un montón de amigos, se llenaba de pegatinas con el lema 'Va por ti' para rendir homenaje a Teresa Zomeño, profesora de 48 años fallecida en diciembre que creó el proyecto 'Mujer Activa' para mejorar la calidad de vida de las mujeres diagnosticadas con cáncer. La misma enfermedad a la que ella plantó cara durante años.
Con las sonrisas y lágrimas que suelen ser compañeras de viaje habitual en nochevieja, y con un dispositivo de seguridad por parte del Ayuntamiento que incluía a 313 policías locales, la carrera se convirtió en el pistoletazo de salida hacia una jornada festiva que suele dilatarse más de lo normal y comenzar antes de lo que suele ser costumbre. Algunos bares del centro de Murcia ya presentaban un lleno absoluto a las doce del mediodía. Locales abarrotados de parroquianos tratando de pedir -no siempre con éxito- bacalao rebozado y vermú como los de la taberna Luis de Rosario, donde no cabía un alfiler. Lo mismo pasaba en los bares del Mercado de Verónicas, que multiplicaban el esfuerzo para tratar de abastecer tanto a los corredores sedientos como a los compradores de última hora. Deportistas en chándal mezclados con jóvenes emperifollados y matrimonios en busca del antojo en forma de quisquilla.
La Plaza de las Flores también ganaba un frenético ritmo postpandémico a la hora de comer, con barras exteriores como las que se distribuyeron por toda la ciudad. Esta vez, sin música incorporada (como ocurrió en el Bando de la Huerta y el Entierro de la Sardina), pero con una oferta de concierto en la Plaza de Belluga que culminó con una concentración por la paz y el fin de los conflictos bélicos a la luz de las velas. La fiesta por la tarde se localizó sobre todo en el barrio de Santa Eulalia, donde los bares entraban en ebullición pasadas las cinco de la tarde. Sobre las ocho, y con el cordero en el horno ya en muchas casas, todavía quedaban en los bares algunos corredores de la San Silvestre (algo más abrigados que por la mañana) que no cejaban en su empeño de exprimir el último día del año hasta el último segundo. Como tiene que ser.