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Una pareja se mira entre sonrisas en la intimidad de la cocina. :: IMAGELIBRARY
Cultura

El mito de los afrodisiacos se derrumba

La leyenda de los estimuladores del apetito sexual se sustenta en el poder de la imaginación y el efecto placebo Ningún estudio científico ha logrado demostrar que ciertos alimentos estimulen la libido

ANTONIO PANIAGUA

Lunes, 4 de abril 2011, 13:40

No existe ninguna evidencia científica que demuestre que los afrodisiacos poseen las propiedades que la tradición les atribuye. Pese a la leyenda que achaca a ciertas frutas y alimentos el poder de aumentar la libido, los expertos consultados sostienen que no hay mejor afrodisiaco que una buena compañía en un ambiente placentero. No obstante, el efecto placebo, nunca despreciado en la investigación de medicamentos, es tan poderoso que puede inducir la activación del deseo sexual.

Para el presidente de la Sociedad Española de Intervención en Sexología (SEIS), Manuel Lucas Batheu, la respuesta sexual está basada en una armonía entre dos conjuntos antagónicos del sistema nervioso autónomo: el simpático, que determina el estrés y la alerta, y el parasimpático, implicado en el relax. «Cuando se produce la excitación sexual, los dos sistemas se encuentran en un tono elevado», arguye Lucas Matheu. «Los supuestos afrodisiacos actúan aumentando el nivel de uno u otro, circunstancia que trastoca el equilibrio», apunta el especialista.

El número de afrodisiacos es tan numeroso como fértil la imaginación humana. Ahí están el marisco, el chocolate, los bombones, el caviar, las ostras, el vino, el champán, la cúrcuma, la canela, las trufas del Piamonte, el hígado de oca o la peonía real, una flor que, por cierto, era empleada por las prostitutas de postín en la Francia del siglo XVIII.

«Es cierto que cuando uno se excita se activan neurotransmisores como la dopamina, la noradrenalina o la oxitocina, pero como siempre ocurre en la sexualidad humana, también participan la piel, la química, la atracción, el deseo o las ganas. En definitiva, se trata de una interacción entre la mente y el cuerpo, como ocurre en todas las conductas humanas», asevera el sexólogo Vicente Bataller.

Fórmula precisa

Hasta ahora ningún laboratorio farmacéutico ha dado con la fórmula precisa para estimular algo tan complejo como el deseo sexual. Ni la Viagra, aplicada para combatir la disfunción eréctil, ni medicamentos basados en la administración de testosterona logran estimular la libido, que es lo que define al afrodisiaco. La Viagra es un vasodilatador cuya actuación se ciñe a facilitar la erección del pene, mientras que las inyecciones de testosterona, si esta se encuentra en niveles normales, provocan la caída de los niveles de recepción de la hormona, «con lo cual se genera el efecto precisamente contrario al que se pretendía», dice el presidente de la SEIS.

Si se concibe la sexualidad humana de una forma integral, como la satisfacción del deseo de contacto, intimidad, placer, ternura y amor, es difícil que surja una píldora que incorpore todos esos ingredientes, aduce Bataller.

José Luis Beiztegui, vicepresidente de la Asociación Estatal de Profesionales de la Sexología (AEPS), argumenta que más allá de que intervengan mecanismos bioquímicos y fisiológicos en la respuesta sexual, lo cierto es que deben concurrir «unas condiciones psicológicas y ambientales idóneas». «Si uno está especialmente estresado, cansado o preocupado, o existe un conflicto, es más difícil que aflore el deseo», explica Beiztegui. Este experto aduce que la proliferación de supuestos afrodisiacos en parafarmacias, tiendas de esoterismo o en internet son fruto del marketing.

Vasoconstrictor nasal

Sin embargo, tan importante como las supuestas sustancias estimuladoras del apetito sexual es creer en sus propiedades, lo que se entiende como efecto placebo. «Yo mismo he visto cómo en una reunión un hombre experimentaba una erección tras aplicársele un vasoconstrictor nasal. Al sujeto en cuestión se le dijo que se le había dado un estimulante», sostiene Manuel Lucas. De ahí que en la sexualidad, en la que están implicados emociones, sentimientos y sensaciones, el efecto placebo es más intenso que en otras esferas. Por eso los afrodisiacos son un campo abonado para el curanderismo.

Frente al mito de que el vino es un fuerte afrodisiaco, Carmelo García Barroso, del departamento de Química Analítica de la Universidad de Cádiz, asegura que ha rastreado en internet los estudios que sostienen esta tesis y ha concluido que carecen de base científica.

Los expertos coinciden en que factores de índole psicológica, como el miedo del varón al fracaso o el temor de la mujer a una escasa lubricación vaginal, pueden dar al traste con unas relaciones sexuales gozosas. Eso explicaría que un 30% de las personas sufran problemas sexuales, de las cuales solo un 12% comparte su problema con un amigo y un 15% acude a la consulta de un profesional. «El sexo está muy ligado a un modelo gimnástico y falocrático. Por eso no es extraño que un 60% de las mujeres españolas finjan el orgasmo para que el hombre las deje en paz», argumenta Lucas.

Si todos los sentidos, desde el gusto al olfato pasando por la mirada, forman de lo que Vicente Bataller define como «mapa erótico», la piel cobra entonces una importancia trascendental. Y es en la piel donde se pueden colocar gelatinas y todo tipo de lubricantes comestibles para hacer más excitante el acto sexual. No cabe duda de que el chocolate o la nata resbalando por un cuerpo pueden incrementar la libido, pero en estos escarceos tan importante como el chocolate son la imaginación y el juego transgresor.

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