«Cualquiera que sea sincero consigo mismo puede crear una pieza artística»

«A veces, parece que los artistas tienen que explicar las teorías del universo para justificar sus obras», señala Miguel García Carmona (Madrid, 1955). Licenciado en Bellas Artes en la Universidad Politécnica de Valencia, el artista prefiere alejarse de los conceptos incomprensibles; acercarse a la elegancia que encuentra en la sencillez. Centrado en la escultura, como asegura que se encuentra, en sus obras reivindica los problemas que descubre en su entorno.

-¿Qué materiales utiliza?

-Llevo unos ocho años trabajando con espuma de poliuretano, la que se utiliza en la construcción. Con ella puedo levantar con una mano las grandes esculturas que hago, que suelen medir entre un metro y medios y dos. Son piezas imperecederas, claro, no como el mármol, pero a estas alturas mi intención no es que perduren en el tiempo.

-¿Por qué prefiere trabajar en grandes formatos?

-Porque los pequeños, aunque siempre he trabajado con ellos, parecen objetos que sirven para ponerlos encima de un mueble, para tenerlos en casa, y eso no está mal, pero no era lo que yo quería, no era lo que me motivaba. Al descubrir la espuma de poliuretano, me lancé a trabajar en grandes formatos. En ellos expreso temas que despiertan interés actual. No me preocupa que se destruyan en dos o tres años. La relevancia la deben tener ahora, que es cuando se crean.

-¿Siente que las instituciones apoyan al arte en Murcia?

-Creo que ya no. Aquí vienen las exposiciones organizadas desde otros sitios. Antes, cuando se utilizaban las galerías de arte y las salas de exposiciones, como la que había en Santa Isabel, existía un gran movimiento, pero todo eso ya ha desaparecido. Las grandes corporaciones son las que pagan por aquello que se expone. Me imagino que esto ocurrirá también en otros sitios.

-¿Qué piensa sobre el arte contemporáneo?

-Que hay de todo. La ventaja que tiene la época contemporánea es que en ella no existen las limitaciones; cualquiera que sea sincero consigo mismo puede crear algo importante, una pieza artística. No hay ninguna tendencia. No existen, por ejemplo, las reglas que se llevaban en otros estilos, como fueron el barroco y el renacimiento. La actualidad nos permite trabajar independientemente de lo que haya en nuestro alrededor. Por ello, podemos encontrar navajas suizas en proporciones enormes o una única mancha en un cuadro. La expresión artística es tan libre que es muy difícil calificar a nadie.

-¿Cuál es la última pieza que ha expuesto?

- 'La vida en la maleta', un personaje femenino que mantiene, sobre su vientre, una maleta, como si ahí hubiese metido toda su vida. Ella mira hacia el infinito; expresa el gesto de coger y echar a andar... Refleja el tema de la inmigración. La maleta, de hecho, es real. Hasta Navidad, estará en Villargordo, en Jaén.

-¿En Jaén?

-Sí. Realizo exposiciones en pueblos perdidos, junto a unos treinta artistas más, entre músicos, escultores, pintores... Hacemos una reivindicación del arte en las zonas rurales; nos desplazamos por toda España. Ya hemos estado por Valladolid, Barcelona, Toledo... A estas exposiciones las llamamos 'Los encuentros'.

-¿Cree en la inspiración?

-Sí, pero te tiene que pillar trabajando. Si no, nunca llega. A veces, incluso cuando lo intentas, tiras lo que estás haciendo porque no has sido capaz de transmitir nada.

-¿En qué trabaja ahora?

-En una escultura de arcilla en la que quiero reflejar el camino que llevamos hacia la autodestrucción en la que estamos metidos. Avanzamos contra el cambio climático; no conseguimos pararnos a hablar. Ahora mismo, esta pieza se asemeja a una persona que está suicidándose, que recuerda al harakiri. Incluso a mí, cuando la observo, me parece un poco fuerte. Pero es un boceto. Cuando lo acabe, lo haré con espuma de poliuretano.

-¿Un ejemplo a seguir?

-Manzú. Como escultor, considero que es lo mejor que se puede encontrar en este siglo. Su obra es muy fresca, natural, sin rebuscar demasiado, sin querer teorizar mucho.

-¿Cuándo se mudó a Murcia?

-Lo de vivir en Madrid fue algo circunstancial, pues me vine a Murcia con seis años. Me siento y soy murciano, como si lo fuera de pura cepa, vaya. En el fondo, cada uno siente de dónde es: el lugar de nacimiento no tiene más valor que el que aparece en el carnet de identidad.