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El apagón sufrido por este lunes en la península Ibérica dejó estampas similares a las del confinamiento en lo que respecta al comercio y la hostelería. Si entonces permanecieron abiertos aquellos que fueron declarados esenciales, principalmente los supermercados, en esta ocasión pudieron funcionar quienes contaron con generadores propios de electricidad. Y no todos, porque estos grupos electrógenos tienen una duración limitada «y no queríamos arriesgarnos a que se agotara y nos metiéramos en la noche sin haber podido echar la persiana», comentaban dos trabajadores del Mediamarkt situado en Nueva Condomina, que a las cuatro de la tarde clausuró sus puertas.
Prácticamente todas las tiendas de ropa de este centro comercial estaban cerradas a las pocas horas del apagón. Por la tarde, solo algunos comercios de restauración prestaban servicio. Y no con todos los productos. «La leche que me estoy tomando es fría, no podían servirme un café caliente», comentaba la clienta de una de las cafeterías.
En el caso de Thader, los guardias de seguridad preguntaban a la gente que quería acceder dónde iban, informándoles de que solo estaban abiertos Alcampo y Decathlon. El primero de ellos era el más solicitado, sobre todo por familias que, ante la incertidumbre, optaron por hacer acopio de víveres. Fue el caso de Román y Natalia, un matrimonio de origen ucraniano que reside en Murcia desde 2011. «Tenemos niños pequeños y, ante lo que pueda pasar, hemos decidido comprar provisiones para casa», señala el cabeza de familia. Por la experiencia que han vivido en su país, los dos tenían una sospecha muy clara de quién ha podido provocar esto. «No tengo pruebas para acusar a nadie directamente, pero estoy seguro de que esto no lo ha provocado una persona que se ha equivocado a la hora de poner un enchufe o darle a un interruptor», asegura Román, quien dirige la mirada a la Rusia de Vladimir Putin.
«En caso de guerra, leche condensada y jamón». Ese es el lema de Virgina y Pablo, madre e hijo de origen murciano, que salían con el carro lleno de Alcampo. «Normalmente, compramos los lunes. Pero esta vez hemos comprado más de lo habitual, sobre todo conservas de larga duración y esta pata de jamón», declaró Pablo a LA VERDAD. «Con la pandemia, ya no nos fiamos», señala. Aunque llevaba papel higiénico en el carro de la compra, afirma que era «porque ya no nos quedaba en casa» y no por temor a quedarse sin este producto básico para la higiene personal.
Ikea fue otro de los centros comerciales que permaneció abierto gracias a su grupo electrógeno, aunque a medio gas porque la duración de este es limitada y había que priorizar. En este caso, al contrario que en Nueva Condomina y Thader, la gran sacrificada fue la alimentación, pues no se servían comidas y la cafetería funcionaba de forma parcial.
En el centro de Murcia, la mayoría de tiendas de ropa se encontraban cerradas, así como los negocios de hostelería. Para estos últimos, también influyó que el día de ayer era un lunes después de las fiestas, en el que muchos no tenían pensado abrir. En la Plaza de las Flores, solo estaba abierta la confitería Bonache, que vendió los productos sobrantes de estas últimas jornadas y lo fabricado en el día. El datáfono para el pago con tarjeta funcionó bien hasta que se agotó su batería. Ellos no tenían problema con el cierre «pues nuestro padre, que sabía mucho, lo dejó manual», comentan Celia y Carlos Balanza Vidal. «Eso sí, la persiana pesa muchísimo, y ha venido la familia a ayudarnos a echarla», añadió Carlos.
Quien hizo su agosto ayer fue el pequeño comercio de artículos de montaña de Santiago, en lo referido a las linternas y hornos de gas. Se agotaron las existencias, aunque solo se admitía el pago en efectivo y dificultaba las cosas. Otros salvaron los muebles como pudieron, como Gabriel, de la frutería La Magdalena, en la calle del mismo nombre. Con un peso «que era de mi abuela» pudo seguir vendiendo en la jornada crítica de ayer, en la que pudo utilizar el datáfono «unas dos horas» y el resto del día solo permitió el dinero en metálico. Lo peor era la materia prima que tenía en las cámaras. «Unas cosas aguantarán y otras no», se resignaba Gabriel.
En El Corte Inglés, funcionó todo, aunque el ambiente era de penumbra porque había que economizar el generador. El supermercado fue el servicio que más trasiego tuvo. María José, Laura y Victoria, tres estudiantes lorquinas que comparten piso en la capital. En la tarde de ayer fueron a los grandes almacenes para comprar una linterna, pero no pudieron por haberse agotado, así que se conformaron con unas velas. Con estas y «una de esas lámparas para las excursiones» pensaban pasar la noche lo mejor que pudieran. También en El Corte Inglés hicieron la compra dos personajes conocidos de la Región, pues el apagón afectó a todos por igual. Uno de ellos el músico Jorge Guirao, el que fuera guitarrista de Second, que adquirió «comida para los gatos, y que si nos morimos nosotros, por lo menos que ellos sobrevivan», bromeaba. También el exciclista Luis León Sánchez, que se dirigía al centro de la avenida de la Libertad con su pareja a por «comida para los críos». Una cosa que tenían en común todos los que compraban en la tarde de ayer era su hambre de noticias: «¿Hasta cuándo va a durar esto?».
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