Sembrar una nueva vida
Acción solidaria | Obra social 'la Caixa' ·
El colectivo La Huertecica acompaña a drogodependientes en el proceso de desintoxicación y les aporta herramientas para su recuperación total y su inserción sociolaboralBEA MARTÍNEZ
CARTAGENA
Domingo, 2 de febrero 2020, 07:44
Hace apenas tres años y medio, José Cabas vivía en la calle y dormía en un cajero como consecuencia de su adicción al alcohol y el hachís. «Empecé muy joven. Después de terminar el servicio militar recuerdo que ya consumía demasiado alcohol. A los 24 o 25 años, cuando ya estaba casado, tenía un problema, porque lo que bebía no era normal», recuerda. Su dependencia a estas sustancias no quedó ahí y lo acompañaron más de media vida hasta que, tras tocar fondo, decidió tomar las riendas de la situación y elegir que, si las cartas vienen mal dadas, hay que modificar la jugada. «Estaba muy mal, desahuciado. Ya no podía más. Escuché hablar de La Huertecica y me planteé si quería seguir adelante o morirme en la calle, y opté por lo primero».
La historia de Pepe, como lo llaman los amigos, es una de tantas que han visto los pasillos de La Huertecica, un colectivo que se remonta a 1983. «Éramos un grupo de jóvenes que creamos una asociación para transformar el barrio y para aportar cultura al entorno. En un momento determinado, empezaron a venir madres de hijos enganchados a la droga que nos pedían que los acompañáramos a El Patriarca, centros de tratamiento de drogodependencia que solían estar en las montañas, alejados de las ciudades. Tras varias experiencias, descubrimos que esa no era la fórmula. La desintoxicación era una parte, pero había que hacer algo más», señala Diego Cruzado, uno de aquellos fundadores que hoy sigue al pie del cañón como presidente de la asociación.
La asociación atendió el pasado año a 652 personas a través de sus distintos programas contra las adicciones
Más de 35 años después, La Huertecica sigue con las mismas ganas transformadoras pero con más recursos. En la actualidad, dispone de dos centros de encuentro y acogida, uno en Murcia y otro en Cartagena, para personas sin hogar y en los que se realiza el primer contacto con drogodependientes. También, una comunidad terapéutica, en la que conviven personas sin apoyo familiar o que necesitan un tiempo alejados del entorno social y en la que se trabaja la inserción social; un centro de día, para personas con menor dependencia de las drogas, en el que se realizan terapias y actividades desde las 8 de la mañana a las 3 de la tarde, y un espacio de formación, en el que se imparten distintos cursos de la Comunidad Autónoma a todo tipo de colectivos. En 2019 atendió a 652 personas.
La llegada a las instalaciones de La Huertecica supone para muchos un cambio de vida que debe partir siempre de ellos mismos y ser voluntario. «La parte más difícil es que tomen conciencia de que tienen un problema y necesitan ayuda. Para nosotros el tratamiento empieza la primera vez que viene. Ahí se le valora y se le ayuda para que fortalezca esta voluntad por cambiar. Se le pide un pequeño esfuerzo, ver qué interés tiene, pero quienes realmente saben qué necesitan son ellos mismos. Nosotros vamos detrás y ellos tienen que ir un paso por delante. Es un proceso personal en el que hay que darle herramientas, aunque en realidad es un ensayo para aplicarlas luego en la vida real», incide Cruzado.
Ese proceso vital que todos recorren tiene como eje transversal un cambio de mentalidad que implica aprender a gestionar las emociones, entenderse a uno mismo y saber pedir ayuda. En este viaje cuentan con ayuda de psicólogos, educadores sociales y demás profesionales presentes en el centro, que trabajan codo con codo con ellos para superar cada etapa de la desintoxicación, que es el primer paso, y la rehabilitación, que es el proceso más duro, «porque implica una conciencia de sí mismo, saber qué está pasando en tu vida para que necesites evadirte de ello a través del consumo de drogas», apostilla. En este sentido, La Huertecica realiza dos tipos de sesiones: las terapéuticas, en las que se trabajan sus debilidades, sus fortalezas y la forma de enfrentarse a los problemas, y las socioterapéuticas, que les enseñan a estructurar una vida, establecer responsabilidades y horarios.
«Son ellos los que deben fortalecer esa voluntad para cambiar»
Diego Cruzado
Quitarse la etiqueta
Junto a estos profesionales, la ayuda del entorno más cercano es a veces casi imprescindible. Tener un hombro cercano para apoyarse cuando las cosas vienen mal dadas no siempre es una realidad, pues en muchos de estos casos la drogodependencia deteriora la relación con la familia, una conexión que también se trabaja en La Huertecica. «Desde el primer momento buscamos gente de apoyo porque para salir de las adicciones se necesita. Es la propia persona la que debe buscar el sostén familiar, pero depende de lo desesperanzados que estén. En algunos casos, conforme se van viendo resultados reales, la confianza se va restableciendo y va siendo posible regenerar ese núcleo. Es un proceso lento, porque hay mucha desconfianza y se deben trabajar vicios de funcionamiento que hay que cambiar», subraya Cruzado.
Tras dejar de lado la adicción y tener el alta en rehabilitación, el siguiente paso que deben dar es formarse para una nueva vida. Un nuevo horizonte en el que este colectivo está al pie del cañón, pues dispone de numerosos cursos del Servicio de Empleo y Formación (SEF), que están abiertos para todo tipo de personas, en los que se pretende que «se quiten la etiqueta de drogodependientes», aprendan un oficio y comiencen a buscar un empleo.
Es precisamente así, a través de distintos cursos de formación, como José Cabas subió el último escalón de una cima en la que se encontraba su nueva vida. Ahora, ya rehabilitado y con trabajo, disfruta del resultado de un esfuerzo que le ha permitido volver a tener a su familia de su lado y celebrar el camino recorrido, del que dice estar orgulloso, «porque no todo el mundo lo consigue, pero yo lo he logrado».
Un perfil que no atiende a estereotipos
A pesar de las ideas preestablecidas impuestas en la sociedad, los años de experiencia en La Huertecica han demostrado a Diego Cruzado que no hay un perfil predeterminado de drogadicto y que la adicción no entiende de edades, sexo o clases sociales. «Aparece en todos los estratos. Un drogodependiente es una persona vulnerable que ha sido vulnerada, bien sea biológica, psicológica o socialmente». Así, la capacidad adquisitiva de la familia no aumenta o reduce las posibilidades de engancharse a las drogas, aunque «sí que es cierto que quien dispone de menos recursos lo tiene más difícil para salir, porque aquellos con más posibilidades cuentan con más opciones de atención». Un detalle que incentiva aún más la importancia de proyectos como La Huertecica, que tiene siempre sus puertas abiertas para todo aquel que lo necesite.