

Rescatado tras nueve horas a la deriva: «Me mantuve vivo pensando que debía nadar y tocar tierra»
El joven kayakista relata cómo sobrevivió a merced del temporal en aguas de San Pedro
Sixto ha vuelto a nacer. Él asegura que tuvo mucha suerte, pero las nueve horas que pasó a la deriva, primero a bordo de ... su kayak, y luego nadando con el chaleco salvavidas en alta mar, es un ejemplo de resistencia a la adversidad para no morir ahogado. Más sorprendente es su hazaña si se tiene en cuenta las condiciones del mar, con olas de hasta tres metros, y rachas de viento que lo alejaban más y más de la orilla.
Sixto Ávalos, de 25 años y vecino de la localidad alicantina del Pilar de la Horadada, salió el domingo a pescar en su kayak a las 7.45 de la mañana. En ese momento, el mar estaba en calma. Su intención era echar un rato las cañas en la zona conocida como La Balsa, cerca de la piscifactoría, y regresar a las 10 horas, ya que la Aemet había lanzado un alerta amarilla por vientos a partir de las 11 horas. «Estaba de regreso y me quedaban unos 200 metros para llegar al puerto de San Pedro del Pinatar y de repente vino una ventolera y una ola tremenda que me metió hacia dentro. En la orilla había un compañero que estaba pescando. Lo llamé y le dije que avisara a algún marinero, porque no podía salir, no avanzaba». Sin embargo, las condiciones del mar eran tan adversas que los pescadores le dijeron que llamara al 112. El joven alertó a Emergencias y le contestaron que iban a enviar una moto de agua en su ayuda. «Pero el viento no paraba de empujarme hacia dentro, el puerto cada vez estaba más lejos. Cada cinco minutos mandaba mi ubicación por WhatsApp, porque el mar me arrastraba y cuando llegaban al punto que le había enviado, yo ya no estaba».
A bordo del kayak y a la deriva, Sixto luchaba para que la piragua no volcara. Pero cerca de la una del mediodía una ola enorme lo tiró al agua. «Lo perdí todo. Las cañas, los aparejos y una nevera pequeña en la que tenía bebida. Por suerte, antes de voltearme había consumido dos botellines de agua y dos Aquarius y eso me mantuvo hidratado».
Pudo volver a subir al kayak, pero estaba semihundido, ya que le había entrado agua en la parte de la cola. «Y volví a volcar otras dos veces. Era imposible mantener la navegación». Cada vez que se giraba la pequeña embarcación, le entraba más agua, y se hundía. «Viendo que se iba a pique, le di la vuelta y me subí como una lagartija sobre el casco», recuerda el joven
Sixto avistó a lo lejos la Isla Grosa y, viendo que remando era imposible avanzar, saltó del kayak y nadó hacia el islote
Mientras estuvo perdido en alta mar, vio pasar hasta tres barcos y un helicóptero de salvamento, pero no le veían. «Me ponía de rodillas, gritaba, chillaba, hacía gestos con el remo, pero no me veían. Era como ver una aguja en un pajar»
Durante buena parte de la tarde perdió la cobertura del móvil y no podía comunicar su ubicación. Cuatro horas después de estar a la deriva en el kayak, Sixto avistó a lo lejos la Isla Grosa. «Salté al agua, agarré con un brazo el kayak y empecé a nadar con el otro, pero me costaba mucho avanzar, así que solté la piragua y comencé a bracear hacia el islote. No me van a encontrar, pensé, así que intenté llegar a tierra firme», afirma el kayakista.
Sixto asegura que estuvo muy cerca de llegar al peñasco que hay junto a la Isla Grosa, El Farallón, pero estaba a merced del temporal, le arrastraba e hizo que pasara de largo las islas. «Estuve nadando casi cuatro horas, pero no podía parar. Me decía a mí mismo que mi salvación era tocar tierra como fuera, aunque la corriente me alejaba de ella». Con las fuerzas ya muy mermadas, tras más de tres horas en el agua, decidió descansar flotando boca arriba. Se encontraba frente a La Manga, a la altura del kilómetro 9, a unas dos millas de distancia de la playa, y en ese punto, recibió una llamada al móvil de su cuñado. Ya tenía cobertura, así que mandó de nuevo su ubicación a los servicios de emergencias y a los diez minutos de enviar su localización, una zódiac de Cruz Roja lo encontró flotando en el mar y lo trasladó hasta el Puerto de San Pedro del Pinatar. Eran las siete de la tarde; había estado nueve horas a merced del temporal. «Nada más bajar de la barca, abracé a mi madre y a mi padre. Todo el tiempo que estuve en el mar, sabía que no iba a morir, que iba a tocar tierra y eso me ayudó a mantenerme con fuerza», afirma Sixto emocionado.
El joven fue asistido por los servicios sanitarios, que le atendieron por varias heridas que tenía en las axilas y el cuello provocadas por la rozadura del chaleco salvavidas y de una bajada del nivel de azúcar. Ahora, se recupera en su casa después de estar a la deriva durante nueve horas, naufragar, y luchar contra las olas y un temporal que lo arrastró unas seis millas mar adentro.
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