José Antonio Planes: «La grave situación económica exige que los políticos colaboren»
«La pobreza se hereda. En casi el 70% de los casos que atendemos, ya asistíamos a sus padres», señala el director de Cáritas Diocesana en la Región, que ve en la formación y el empleo la solución
José Antonio Planes Valero (El Puntal, Murcia-1950), director de Cáritas Diocesana en la Región desde 2017, tiene su despacho junto a una pequeña ... capilla presidida por Cristo crucificado, un privilegio para él, una fuente de inspiración y un referente para Cáritas, que, con la pandemia, afronta un incremento «apabullante» de la pobreza y la exclusión social. Empresario de éxito –fundó la consultora Inforges hace 43 años– con 8 hijos, se define como un hombre de Iglesia. «Desde niño, mis padres me educaron en la fe; luego, los salesianos, el Opus Dei y, ahora, siento el apoyo inequívoco de nuestro obispo don José Manuel, que está impulsando Cáritas».
–¿Qué le ha dado a usted Cáritas?
–Entre otras cosas, me ha aportado el dolor de entender mejor la soledad que tantas personas que acogemos sufren. Yo digo a menudo que Cáritas para mí ha sido mi segunda conversión. Compartir con tanta gente que lo necesita lo que he aprendido me produce una gran alegría; nada nuevo, es lo que le ocurre a todos los voluntarios.
«No hay otra opción que darnos cuenta de que la riqueza concentrada en pocas manos es un insulto a la dignidad de las personas»
–Cuando accedió al cargo, apostó por ir más allá de la ayuda coyuntural, ¿cuál es la estrategia?
–Cáritas tiene dos grandes líneas. Una es la asistencia, que es importantísima porque los pobres van a existir siempre. Otra surge de la pregunta: ¿cuál es la solución? El empleo. Si vives en precario, no puedes ser libre porque todo son condicionantes. Cáritas coge ese testigo y dice que la acción social debe ser conjunta: de administración pública, entidades sociales (subrayo la empresa) y entidades del tercer sector. En Cáritas, queremos erradicar la pobreza. Y, hoy, hay medios.
–¿Qué iniciativas hay en marcha?
–Hace unos días abrimos la Escuela de Conductores, un proyecto que nos propuso Disfrimur por el que todas las personas que aprueben el carnet de conducir tienen contrato indefinido. También nos vimos hace unos días en la segunda tienda Modas Re-; entre las dos tiendas son 13 empleos y vamos a seguir abriendo. Tenemos la Escuela de Hostelería, que ha puesto ya a 100 personas en el mercado; y la Escuela de Reformas, la Escuela de Limpieza, una Escuela de Tapicería en Yecla. Y queremos hacer muchas más escuelas, porque hay un mercado para empleos básicos, para quienes no han tenido la oportunidad de hacer una FP ni una carrera. Y, como Cáritas les acompaña, queremos que desplieguen sus mejores habilidades y las desarrollen. Por tanto, estas personas escalarán porque tienen capacidades y porque la inteligencia está repartida de forma democrática. Esa es una estrategia básica de los próximos años.
–También es muy preocupante la pobreza infantil, ¿cómo abordan este dramático problema?
–En Cáritas sabemos que la pobreza se hereda, es intergeneracional. Casi en el 70% de los casos que atendemos, ya asistíamos a sus padres. De ahí que hayamos organizado Talleres de Infancia, con pedagogos y asistentes sociales que inculcan a los niños de familias excluidas la capacidad de estudio. Porque estamos en la sociedad del conocimiento, no nos engañemos. Trabaja quien tiene conocimiento y quien no, lo tiene muy difícil.
«El 25% de personas en exclusión es una cifra apabullante»
–¿Cómo ha evolucionado la situación desde que llegó?
–De 2018 para acá han pasado muchas cosas. En el último Informe Foessa, hemos pasado en España de 8,5 a 11 millones de personas en régimen de exclusión. Quiere decir que hablamos de casi el 25% de la población; casi el 30% en la Región. Es una cifra que nos apabulla. Y en Murcia, hemos pasado de atender a 70.000 personas en 2019 a 95.000 en 2020. Con 160 Cáritas Interparroquiales, somos muy sensibles a lo que está ocurriendo. Están los problemas, pero nosotros caminamos por el mundo de las soluciones. Y somos optimistas. La pandemia ha aumentado claramente el número de personas excluidas, pero también los donantes y los voluntarios jóvenes, y la sensibilidad hacia que todos somos parte de la solución: en Murcia estamos manejando más de 3.000 voluntarios y acuerdos con más de 400 empresas. Con esos recursos podemos construir un modelo que funciona. Los voluntarios y los donativos son las dos claves.
–¿Cómo proponen fomentar ese voluntariado?
–Todo el mundo deberíamos ser voluntarios. Si dices: 'Yo tengo una hora a la semana'; pues tiene un enorme potencial. Cáritas, mima la asistencia. La orientación al empleo para nada menoscaba la sensibilidad hacia una realidad: que en Inglaterra hay un Ministerio de la Soledad y que cada vez hay más personas solas. No podemos ignorarlo. Y el balance, claramente creciente en actividades, va a continuar. Vamos en esa línea de soluciones definitivas. Creo que hoy hay recursos para aspirar a eso.
–Frente a un mundo globalizado e hiperconectado, ¿prevalece hoy el individualismo?
–El individualismo no nos puede llevar a la alegría; puede justificar una noche de juerga. Eso está bien, pero no llena el alma. Primero, evidentemente, hay que tener unos recursos materiales para que la persona pueda ser digna, pero, a partir de ahí, juega el corazón. Un corazón que se entrega a los demás es un corazón pleno y, ahora más que nunca, necesitamos la comunidad de personas que quieran ayudar a resolver la cantidad enorme de excluidos que ha generado la pandemia.
–Cáritas lucha por erradicar la pobreza y económicamente es posible, ¿cómo vamos hacia ese reto?
–Me es imposible dar un diagnóstico total sobre esto. Sí puedo decir que hemos encontrado que las palancas de educación infantil y de promoción profesional mediante la generación del empleo, con la que las empresas están colaborando, funcionan.
–En estos 4 años, ¿cuánta gente ha salido de la marginación?
–No tengo el dato exacto. La Escuela de Hostelería ha generado más de 100 puestos, aunque la pandemia ha trastocado todo. Y, en el resto, entre 100 y 200 empleos. Pero, esto va a ir evolucionando de modo exponencial, según vayamos transformando estas escuelas en proyectos de más calado.
«La inteligencia está repartida de forma democrática»
–¿Cómo acoge la empresa sus acciones y a su gente?
–Yo conozco el mundo de la empresa, es cuestión de hacerles buenos planteamientos y darles buenas soluciones. Si, además, están en la línea de la empresa y de la Responsabilidad Social Corporativa que quieren desarrollar, surge un nuevo dinamismo: la colaboración empresa-Cáritas para hacer proyectos de índole social. Esa sensibilidad que estamos encontrando en la empresa nos va a permitir crear múltiples empleos y la oportunidad para las personas excluidas. Y esto no significa que estemos creando empleo barato. No. Primero se accede a un empleo básico y, como seguimos acompañándolos, les animamos a seguir formándose y avanzando.
–Hablando de empleo barato, ha surgido una nueva clase social, la de los trabajadores pobres, y eso parece tener peor solución, ¿qué está pasando?
–Cáritas es consciente de que hay sueldos muy básicos. También es cierto que cada vez es más común una retribución fija y otra variable. Para la empresa la productividad es la clave, y cualquier puesto de trabajo puede tener un variable. Y una persona bien formada y adiestrada puede hacer que el sueldo sea más apropiado. De cualquier modo, a esto también afecta cuál es el Salario Mínimo Interprofesional, una cuestión del Gobierno. Una normativa cada vez más sensible con los sueldos de los más pobres y, por otro lado, ese sistema retributivo pueden llevar a sueldos muy dignos.
–Me consta que defiende la justicia social, ¿qué es para usted?
–Yo soy cristiano y la doctrina social de la Iglesia no rechaza para nada el libre mercado, respeta la propiedad. Pero, esa propiedad tiene que servir para igualar y promover la justicia social. No es entendible que determinadas personas estén viviendo en un entorno social que no es el correcto, pero el equilibrio entre el compromiso social del empresario y la responsabilidad del que trabaja es el caldo de cultivo para que aparezca la productividad y todos puedan ganar. El libre mercado, la persona en libertad, es lo que ha generado mayor riqueza con diferencia. Eso no significa libertinaje. En libertad genero un proyecto de empleo sometido a reglas que debo respetar. Y, si las respeto, se generan riqueza y oportunidades para que las personas crezcan. Eso, en el mundo occidental se entiende mejor, pero queda mucho por hacer.
«Los problemas sociales están en otros lugares: con la pobreza, los sueldos bajos, las condiciones sanitarias dignas...»
–Sin embargo, hablando de la pandemia, los países ricos han donado una mínima parte de las vacunas comprometidas a los pobres, por ejemplo. La teoría no cuadra, ¿qué se queda por el camino?
–En este aspecto hay mucho espacio por recorrer. El Papa lo está denunciando continuamente. En Cáritas existe el concepto de 'denuncia profética': cuando recibimos una información concreta, la trabajamos, la estudiamos y la ponemos en conocimiento de quien corresponda. De aquí hacia atrás, ha habido una situación y la pandemia ha fracturado aún más la sociedad. Ese es el gran reto: o de verdad conectamos todos los corazones, de los que promueven el empleo y de los que trabajan, en torno a proyectos comunes de solidaridad y, además, el Estado lo defiende y lo promueve, o no tenemos salida. Porque el 25% de la población en riesgo de exclusión es un problema de cotas impensables. No hay otra opción que darnos cuenta de que esa riqueza concentrada en pocas manos es un insulto a la dignidad de las personas. Por tanto, tendrá que haber sistemas fiscales eficientes para que todos aportemos lo que debemos y, por otro lado, el Gobierno debe emplear correctamente los recursos. No podemos ser indiferentes a quienes están en la calle.
No quiero entrar en política, pero, ante la gravedad de la situación económica de la exclusión social, lo más lógico es que los partidos políticos entraran en una dinámica de colaboración por el bien de su pueblo y que, juntos, encontraran vías de solución a estos problemas tan dramáticos. El nivel de confrontación política actual no es aceptable. Estamos derivando muchísimos recursos al conflicto, en lugar de a las oportunidades.
–¿Qué opina del rechazo a centros de menores extranjeros o de refugiados, como La Huertanica?
–El Papa, en su encíclica 'Fratelli tutti' describe muy gráficamente la parábola del buen samaritano. Un señor que dio su tiempo y su dinero. Son los dos únicos recursos que tenemos: tiempo y dinero. El ejercicio de la caridad es complicado. En cuanto a La Huertanica, el Papa nos propone el camino: acoger e integrar a los migrantes, asistir a los excluidos. Considero que Accem pondrá todos los medios a su alcance para continuar con una labor que ya desarrollaba y su experiencia le permitirá tomar medidas apropiadas para que sea una gran oportunidad de despertar nuevas solidaridades en el barrio donde se ubica. De hecho, Cáritas tiene 17 pisos de acogida en la Región y no hemos tenido ningún problema. Y, si alguna vez hubiera algún inconveniente, lo afrontaremos con caridad y comprensión, ya que ellos sufren mucho más. Los problemas sociales están en otros lugares: con la pobreza, los sueldos injustos, los que no tienen acceso a la vacuna, a unas condiciones sanitarias dignas... Ahí es donde está el problema y la pandemia ha demostrado que el individualismo no es una respuesta a las necesidades del ser humano.
«Algunos presos solo lloran porque nadie de su familia los quiere»
«Yo quería contarte la experiencia de un piso de acogida para presos», dice casi rogando el director de Cáritas. «Es otro mundo invisible, el de las personas que están en la cárcel. Pero la Pastoral Penitenciaria de la Iglesia Católica y Cáritas hemos montado una primera vivienda en El Palmar, en donde se va a acoger a personas que han estado privadas de libertad y empiezan con sus permisos provisionales. Pero han de estar con una familia y, como no la tienen, van a vivir en ese piso y personas de Cáritas les van a atender 24 horas al día. Aprovecharemos ese tiempo y esos permisos para ayudarles, enseñarles, mentalizarles y llorar con ellos... Porque algunos presos solo lloran todo el tiempo. Lloran porque nadie de su familia los quiere, nadie va a verles, están repudiados por todos. Y yo me planteo: Señor, esto lo he aprendido en Cáritas. Conozco mejor ese mundo y me doy cuenta de la importancia de esforzarnos en recuperar a estas personas. Ojalá podamos hacer muchos más pisos para estas acogida y, así, recuperar a personas que, estos sí, son los últimos de los últimos porque nadie los quiere.
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