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Sorpresa mayúscula en las profundidades del Mar Menor. En un territorio muy alterado y donde la vida llegó a desaparecer en los últimos años con ... las sucesivas crisis ecológicas desde 2016, los profesionales encargados de vigilar las poblaciones de nacras en la laguna salada hallaron entre febrero y marzo de este año varios ejemplares juveniles a más de cinco metros de profundidad. En total, y tras esa campaña de búsqueda de nuevas poblaciones, se han localizado 63 nacras jóvenes tanto en aguas someras como en zonas profundas. «La existencia de eventos de reproducción viables en zonas profundas no se observaba desde antes de 2016. El descubrimiento de estos nuevos ejemplares juveniles de 'Pinna nobilis' a principios de 2025 se suma a los 23 hallados el pasado año en zonas someras (y que acabaron vandalizadas), afianzando así la tendencia positiva en cuanto a la presencia de esta especie, que se está observando desde el pasado año», señalan fuentes de la Consejería de Medio Ambiente. Sus técnicos forman parte del programa de conservación y vigilancia de las poblaciones de nacras junto a expertos de las universidades de Alicante y Murcia.
Todos los ejemplares descubiertos ya han sido geoposicionados para establecer un seguimiento «minucioso de su estado y evolución». El grupo de trabajo decidió trasladar seis nacras juveniles hasta el Acuario de la UMU, donde se trabaja para lograr la reproducción 'ex situ' de esta especie catalogada en peligro crítico. «Ante la expectativa de seguir encontrando ejemplares, el equipo de seguimiento continúa haciendo un muestreo exhaustivo de los fondos de la laguna en esta época del año en las que las densidades de pradera de 'Caulerpa prolifera' son menores, y la visibilidad es mayor», añaden.
Francisca Giménez Casalduero, catedrática de Zoología en el Departamento de Ciencias del Mar y Biología Aplicada de la Universidad de Alicante y miembro del equipo que monitoriza a las nacras del Mar Menor, explica que en los últimos años se han detectado episodios reproductivos, pero «lo que no encontrábamos eran reclutamientos». La razón podía estar en la baja calidad del agua, con una carga bacteriana que atacaba a las nacras y hacía inviable el crecimiento de los ejemplares.
El descubrimiento «es un hito que nos da esperanza», reconoce Giménez, «hay una mínima probabilidad de que no sobrevivan algunos de los juveniles, pero si la larva que estaba en la columna de agua se acaba asentando en el suelo marino, es que las condiciones para su desarrollo en ese hábitat podrían ser óptimas». Las zonas profundas fueron un «desierto de vida donde murió absolutamente todo», y ahora se abre una puerta a nuevas colonizaciones de las nacras. Las campañas continuarán a lo largo de este año para comprobar si hay más ejemplares nuevos.
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