Medio siglo de los Tedax, la unidad de la Policía Nacional esencial frente al terrorismo y las amenazas químicas
Este equipo de élite, que vive a centímetros de la muerte, cumple 50 años desde su creación
La tarde del pasado 8 de enero, Cartagena enmudeció. La Puerta de Murcia, la Plaza de San Sebastián y varias calles adyacentes fueron vaciadas de ... transeúntes y los comercios desalojados. Nadie podía acercarse a Capitanía General. En una esquina, bajo el ojo ciego de una cámara de seguridad, dos maletines abandonados habían encendido todas las alarmas.
Durante horas, la incertidumbre flotó en el aire. Los bares cerrados, los vecinos asomados desde las ventanas, el tráfico desviado. Fue entonces cuando aparecieron los artificieros de la Policía Nacional, los Tedax, enfundados en sus trajes pesados. Minutos después, una detonación controlada devolvió la calma. El contenido no era más que material eléctrico olvidado. Pero lo que estaba en juego no eran dos maletas, sino la seguridad de toda una ciudad.
Ese día no hubo explosión, pero sobrevoló el peor recuerdo de la historia de España. Una memoria que se escribe en el medio siglo de vida de esta unidad, nacida en 1975 para luchar contra las bombas, sobre todo las de ETA, y que hoy celebra cincuenta años de servicio.
El inspector jefe Ródenas, responsable de los Tedax en la Región, repasa los inicios con la templanza de quien sabe que cuando su equipo interviene, lo hace a centímetros de la muerte. «Cuando se inició la actividad en la Región éramos muy pocos, apenas cuatro», recuerda. La creación en la Región llegó en mayo de 1978, con la incorporación de los primeros artificieros, pero no sería hasta un año después cuando comenzó su actividad.
Desde entonces, la historia de la unidad está marcada por los años de plomo. El coche bomba que en 1990 sacudió la casa cuartel de Cartagena; el Seat Ibiza que estalló en Murcia en 1992 y mató al policía nacional Ángel García Rabadán; el paquete bomba escondido en un libro titulado 'Filomeno, a mi pesar', que los artificieros detectaron en 1989 antes de que reventara entre las manos de un funcionario de prisiones de Sangonera la Verde. Aquella desactivación salvó vidas y dejó al descubierto la imaginación retorcida de quienes usaban la literatura como envoltorio mortal. Cada artefacto desactivado supone vidas preservadas.
Para ello, los Tedax se preparan a conciencia para no errar. «En esta unidad no hay margen de error; un fallo es definitivo», resumía un veterano. Por eso la selección es tan exigente. Se buscan personas estables, con control emocional, visión espacial y conocimientos técnicos en química o electrónica. El curso de formación supera el año, con pruebas físicas, psicotécnicas y entrevistas con psicólogos.
Desactivación en equipo
La intervención final ante un artefcato la ejecuta un artificiero, pero nunca está solo. A su alrededor se mueve un engranaje de compañeros que controlan el perímetro, preparan la descontaminación y coordinan con bomberos y sanitarios. «Aunque la aproximación la haga uno, todo es trabajo de equipo», insiste Ródenas.
En intervenciones como la del pasado 5 de enero en Cartagena, el robot Aunav, de 400 kilos y precisión milimétrica, herramienta indispensable para la unidad, no pudo entrar hasta los maletines y lo hizo uno de los tedax más experimentados. «A veces hay que acercarse. Y entonces se suda, sabiendo que puede ser un señuelo. Pero el entrenamiento te hace actuar. Piensas después, no en el momento», explica el agente. Se refiere a esas aproximaciones manuales en las que el artificiero, protegido por un traje de cuarenta kilos de kevlar y nylon balístico, se agacha frente a una maleta o un coche, sabiendo que cualquier resbalón puede ser el último.
1 /
Recuerdos de la amenaza
En los almacenes de la unidad se acumulan restos de la Guerra Civil, bombas de aviación, granadas, proyectiles. También piezas recuperadas de atentados de ETA o de comandos anarquistas desmantelados, como el Grupo de Acción Ciudadana al que en 2024 incautaron explosivos caseros, armas y manuales de sabotaje en Murcia. Son vestigios que actúan como recordatorio de que la amenaza nunca desaparece del todo.
Desde 1975, trece artificieros de la Policía Nacional han perdido la vida en acto de servicio y son recordados hoy como héroes que entregaron la vida en acto de servicio. Medio siglo después, la unidad sigue sumando actuaciones con más de 6.000 artefactos neutralizados en todo el país, cientos de explosiones controladas, miles de vidas protegidas.
Sin espacio para la duda
«Cuando estás ante una amenaza, lo haces como un trabajo», resume Ródenas. Parece algo obvio, pero es que hay trabajos y trabajos. La tensión, admite, aparece después, cuando se llega a casa. Pero sobre el terreno no hay espacio para la duda. En Cartagena, aquella tarde de enero, los vecinos vieron a hombres con trajes pesados moviéndose por la plaza vacía. Lo que no vieron fue la intrahistoria del operativo. La llamada recibida, el análisis de la ubicación, la hipótesis de intencionalidad al estar junto a Capitanía General y la evaluación de cámaras de seguridad que no captaron nada al encontrarse los objetos en un ángulo muerto. Todo ello, en conjunto, daban una sensación de amenaza real.
Y esa es la esencia del trabajo de los Tedax, que actúan siempre como si la bomba fuera cierta, porque lo contrario es un lujo demasiado inasumible. La historia de los Tedax se escribe entre las detonaciones controladas y la memoria de los que fallecieron. Entre el robot que avanza a control remoto y el artificiero que, cuando hace falta, pone su cuerpo de parapeto. Entre los químicos de los laboratorios clandestino de drogas de hoy y el coche bomba de ayer.
Medio siglo después de su nacimiento, la unidad sigue siendo un muro frente a las amenazas más letales. Un trabajo que cuenta con el legado haber salvado innumerables vidas gracias a su especializado entrenamiento, de que cada maleta sospechosa, cada proyectil neutralizado, cada químico retirado a tiempo son historias que no se convierten en tragedias. Y esa, quizá, puede ser la mayor victoria de los Tedax en sus cincuenta años de vida.
-
Más allá de las bombas
Los Tedax ya no se enfrentan solo a la sombra del terrorismo. Su campo de actuación se amplió en 2004 para abarcar riesgos nucleares, radiológicos, biológicos y químicos (NRBQ). En Monóvar (Alicante), por ejemplo, acompañaron a la Policía Judicial en el registro de un laboratorio de drogas repleto de garrafas inflamables. Su misión fue garantizar que el aire era respirable y que no bastaba una chispa para volar la nave por los aires.
En ocasiones, su presencia es discreta, técnica y silenciosa. Como cuando colaboraron tras la explosión mortal en la fábrica de pólvora de Javalí Viejo, analizando restos y apoyando a la Policía Científica. O cuando desalojan botes de ácido pícrico olvidados en institutos, algunos almacenados durante décadas en armarios de cristal. Lo que para cualquiera es una simple botella polvorienta, para ellos es un riesgo real.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión