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Altar para la magia negra del que disponía la organización en uno de los 'domicilios prostíbulo'. CNP

A juicio la primera red de trata de transexuales que cae en la Región

La Fiscalía reclama penas que superan los 90 años de prisión para cinco acusados de explotar en la prostitución a chicos 'trans' captados en los barrios pobres de Brasil

Domingo, 18 de julio 2021, 07:46

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Nació en el seno de una familia pobre de un barrio pobre de una ciudad pobre de Brasil. Para colmo era transexual y sobrevivía como malamente podía vendiendo su cuerpo en las calles. Un marginado entre los marginados. Tenía 16 años cuando C.S., un compatriota suyo, le prometió sacarlo del arroyo. No lo engañó con falsas promesas de trabajo digno y bien pagado. Le dijo que viajaría a España y que ganaría mucho dinero ejerciendo la prostitución. El chico asintió.

El 27 de junio de 2016, después de que su captador le hubiera proporcionado un pasaporte, partió de Brasil en un vuelo con destino a París, donde cogió otro avión a Madrid y, por último, un autobús a Murcia, el destino final del viaje y su aparente punto de partida hacia una nueva existencia.

Se alojó en el domicilio de C.S. y pronto conoció las condiciones 'laborales' que iban a regir en su relación. Para empezar, y pese a que el muchacho había abonado su propio vuelo, fue informado de que debía saldar una deuda de 2.500 euros. Para ello, por un tiempo indeterminado, entregaría el 100% de las cantidades que lograra recaudar con sus servicios sexuales. Y tendría que estar disponible las 24 horas de los siete días de la semana, gestionar sus propios anuncios en internet y en las redes sociales, atender el teléfono y concertar las citas.

El Ministerio Público relata que las víctimas «vivían en la pobreza y la marginalidad, incluso rechazadas por sus familias por su condición sexual, lo que las abocó al mundo de la prostitución callejera desde los 12 o 13 años»

El de este chico es uno más de la media docena de testimonios de otras tantas víctimas que los agentes de la Unidad Central de Inmigración Ilegal y Falsedades Documentales (Ucrif) de la Policía Nacional logró recabar sobre esta supuesta red de trata de personas transexuales, la primera de estas características desmantelada en la Región en 2018. Una organización criminal constituida por al menos siete personas, todas ellas brasileñas, salvo un peruano y un rumano, «quienes entre 2015 y 2018 se dedicaron a traer a España a personas de género transexual con el único fin de enriquecerse ilícitamente a costa de explotarlas en la prostitución».

Tal y como reseña la Fiscalía en el escrito de calificación provisional al que LA VERDAD ha tenido acceso, las víctimas, captadas en Brasil, «vivían en la pobreza y en la marginalidad, incluso en el rechazo familiar, por una condición sexual que a algunos los abocó al mundo de la prostitución callejera desde los 12 o 13 años».

En este submundo de padecimientos, vejaciones, dolor y humillación era donde la banda calaba presuntamente sus redes. «Les prometían que ganarían mucho dinero con la prostitución, pero les engañaban sobre el importe de la deuda, la forma de pago y los intereses, la libertad de movimientos y, en especial, las condiciones laborales», señala la representante del Ministerio Público en su relato. «Una vez en España trabajaban día y noche, sin descansos ni días libres y eran obligadas a aceptar todo tipo de servicios sexuales».

Para lograr el abono total de la deuda, el presunto líder de la organización, C.S., «utilizaba la violencia, agrediendo a sus víctimas y amenazándolas de muerte a ellas y a sus familiares y haciéndoles rituales de magia negra».

Una testigo protegida

Este supuesto grupo delictivo fue desmantelado en 2018 por la Policía Nacional, que logró de esta forma acabar con la situación de aparente explotación a la que estaban sometidas al menos seis personas transexuales. Entre ellas figura un chico, ahora incluido en el programa de testigos protegidos, que se vio obligado a saldar una deuda de 7.000 euros, para lo que abonaba el 50% de todos sus ingresos, y que ante la más mínima oposición «era insultado y amenazado de muerte».

También se relata el caso de otra víctima, a la que se le fijó una deuda de 8.000 euros y que durante cinco meses abonó 500 euros semanales. También sufrió amenazas y agresiones, hasta que logró escapar. Incluso después de huir habría seguido recibiendo llamadas del líder del grupo, quien amenazaba presuntamente con matarlo, como también a su madre, y con practicarle rituales de brujería.

Los relatos son muy similares en todos los casos, pues solo suele variar el importe de la deuda y algunos detalles sobre el tipo de coacciones o las agresiones que sufrían, ya que en algunos casos habrían llegado a amenazas con un cuchillo e incluso a un intento de arrojar a una de las víctimas por un balcón. «Si no me pagas te mato. Ya maté a una, así que me da igual matar a otra», le habría espetado el presunto captor.

La red será juzgada en los próximos meses y la Fiscalía acaba de emitir su escrito de acusación, en el que se aprecian delitos continuados contra los derechos de los ciudadanos extranjeros, por inmigración ilegal, trata de seres humanos en concurso con prostitución coactiva, tráfico de drogas, amenazas y lesiones. Las penas solicitadas superan los 90 años de prisión y 250.000 euros en indemnizaciones para la media docena de supuestos integrantes de la organización, pero la parte del león se la lleva el presunto cerebro del grupo, C.S., para quien se demandan casi 52 años de cárcel. Lleva en prisión provisional desde septiembre de 2018.

Eran obligados a consumir cocaína junto a los clientes

La Fiscalía Superior pone de relieve en su escrito de acusación contra esta presunta red de explotación sexual que sus víctimas, varias de ellas menores de edad, eran obligadas a consumir estupefacientes –cocaína, principalmente– junto a los clientes de los 'pisos prostíbulo', razón por la cual algunos de los acusados se encargaban en apariencia de garantizar el suministro cotidiano de estas drogas. Las personas explotadas sexualmente no podían negarse presuntamente a esnifar cocaína junto a los clientes, como tampoco poner reparos a cualquiera de las prácticas sexuales que les requirieran, ni mucho menos negarse a acostarse con ellos. Los insultos, las amenazas de muerte, las agresiones y, en último extremo, los rituales de magia negra y santería obraban el efecto de acabar con cualquier reparo. En alguna ocasión, el presunto líder de la red habría llegado a mandar cartas a los padres de una de las víctimas para advertirles de que iba a mandarles «sicarios de la droga» para acabar con sus vidas si su hijo no acababa de saldar su deuda con la organización. El temor que infundían era en apariencia tan intenso que el chico, pese a haberse escapado, habría acabado pagando hasta el último euro.

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