La gran fiesta de curro Piñana

Muy mal se le tenía que poner la noche al cantaor Curro Piñana para que no triunfara en la velada, la del pasado sábado 16 de abril, en que la Cumbre le distinguía con el premio Patriarca Flamenco 2016, entre amigos, con el calor y la entrega del elenco artístico que le acompañó en su gran fiesta.

Y se alzó el telón. En la oscuridad del escenario el foco luminoso se centró en el pianista Ángel Valdegrama, que entonaba las notas de la zambra "Carcelero", de Manolo Caracol, mientras que tras unos compases, por la puerta central del teatro entraba Curro cantando a capela. Este se paseó por el pasillo hasta llegar al escenario y remató la zambra: "Abre, carcelero, abre ya el presidio, porque no me vean llorar por las calles, "pa" que no me vean llorar por las calles igual que llora un chiquillo". Curro abrió el cerrojo y dejó escapar sus sentimientos en la que, dijo, "es una noche muy especial para mí". El propio cantaor condujo la gala invitando a los artistas. Al primero que llamó fue a su hermano el guitarrista Pepe Piñana, con el que cantó un fandango minero y una cartagenera, recordando a su abuelo: don Antonio Piñana, patriarca de los cantes mineros; hasta llegar a otro gran momento: invitó a subir al escenario a su padre "la persona más importante de mi vida", dijo, Antonio Piñana, que le acompañó solemnemente en un cante grande por soleá. Cambió de tercio y acompañado por la guitarra de Fran Tornero, con chelo, violín y percusión, de su trabajo "Moradas jondas" de Santa Teresa, cantó "No me mueve mi Dios".

Entonces llegó otro momento especial, cuando Curro invitó a Rancapino Chico, quien salió al escenario dispuesto a dar lo mejor de sí: "Estamos contentos de estar aquí y todo lo que vamos a hacer se lo vamos a dedicar a mi primo Curro". Y Rancapino Chico, muy despacito, cantó por malagueñas, casi susurrando y recreándose en los tercios, con la buena guitarra de Paco León. Continuó con unos tangos marca de la casa, con esas letras que le escribió el guitarrista Paco Cepero, con un compás magnífico. Y terminó su brillante actuación, que pareció corta, con unos fandangazos naturales con mucho poderío. El fandango parece sencillo de cantar pero cuando se canta por derecho es un cante muy grande. Aún quedaba alguna sorpresa. El anfitrión manejó su gran fiesta con mucha prestancia y llamó al escenario al Trío Sombras, con el que cantó un bolero: "La Barca": "Dicen que la distancia es el olvido, pero yo no concibo esa razón". Dejó que se lucieran los Sombras, quienes interpretaron deliciosamente unos valses peruanos. Y, de nuevo, otra vez Curro se unió a ellos para terminar con un temazo de Javier Solís: "En mi viejo San Juan".

De nuevo volvió a salir el pianista Ángel Valdegrama y Curro Piñana se marcó con dulzura unos cantes sudamericanos, vidalitas y los famosos ojos verdes, con las bellas notas pianísticas. Después llamó a la cantante Ángela Bossa, con la que interpretó a dúo un bolerazo: "Contigo en la distancia". Dejó a Ángela que se luciera, y la cantante interpretó magníficamente "Esas pequeñas cosas", de Serrat; para volver a cantar otra vez con Piñana, de manera fenomenal, "Lucía", también de Serrat, con tono jazzístico y aflamencado.

Y para terminar, un plato fuerte. Salieron al escenario Emilio Fenoy, al violín; Rocío Pinar, al cello; Alejandro Solano, a la percusión; y Fran Tornero, a la guitarra, para la actuación de Mónica Iglesias y Pablo Egea, bailarines cedidos por el Ballet Nacional de España. Le cantó Curro por farrucas al bailaor Pablo Egea, que con su espléndido taconeo y sus sorprendentes giros, hasta llegar a los desplantes, fue muy aplaudido. Y Mónica Iglesias, con bata de cola y mantón, se pavoneó deliciosamente por el escenario con el cante por alegrías de Piñana y el excelente acompañamiento de los músicos. Tras las actuaciones, Curro recogió el premio Patriarca Flamenco 2016, con todos los artistas en el escenario. Lo hizo en su gran noche, en una muy intensa gala de más de dos horas, y ante el aplauso unánime del público.