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'El Juli' durante la lidia a su primer toro de la tarde en 'los Sanfermines 2014

Desatado y al ataque, El Juli cobra pieza

Sin fortuna en el reparto de toros, gana la partida con recursos y corazón. Buen debut de Garcigrande en Pamplona. Una bella faena de Finito y otra inspirada de Talavante

Barquerito

Jueves, 10 de julio 2014, 23:48

Seis toros de la familia Hernández Escolar. Dos -2º y 3º-, con el hierro de Garcigrande y los restantes, con el de Domingo Hernández. De variadas hechuras y común seriedad. Dieron mucho juego tercero y cuarto. No se vio el primero. Se acabó dando el quinto. Manejables segundo y sexto.

Finito de Córdoba, pitos y silencio tras dos avisos. El Juli , una oreja en cada toro. Alejandro Talavante, una oreja y silencio.

Los dos toros de mejor aire se lidiaron en mitad de corrida. Un tercero del hierro de Garcigrande y un cuarto del de Domingo Hernández. Al uno pareció verlo muy claro Talavante, airoso con el capote cada vez que se empeñó con él -en un quite por chicuelinas al segundo, en el recibo por delantales del tercero, en lances de buen compás con el sexto- y gracioso y decidido al faenar de muleta. Desordenada pero mucho más redonda la del tercer toro que la del sexto, que fue uno de los tres más armados de la corrida, tuvo la entrega justita y más desgana que codicia. Estuvo firme con él Talavante.

El tercero acusaría algún vicio de manejo -las fundas de quita y pon, los saneamientos- y se metió casi a traición dos veces por la mano izquierda. En la segunda baza levantó a Talavante los pies y le pegó una voltereta. Con sangre fría, en el suelo se echó Talavante a rodar en ovillo y llegaron prestos al quite todos. Muy seguro, bien encajado, sueltos los brazos, en vertical y hasta ligeramente inclinado de tanto talonarse, Talavante dibujó su toreo suelto, intenso y sencillo de mano baja, recorrió más plaza de lo normal y cobró cuando convino una estocada a paso de banderillas que hizo al toro doblar al toro y rodar sin puntilla tras casi un minuto de resistencia. El toro se apoyó en las rodillas, la cara y el cuello en la arena, los cuartos traseros en firme en equilibrio inexplicable. Una rara manera de morir.

Finito había cortado por lo sano y sin contemplaciones con el primero de la tarde, que marcaba su regreso a Pamplona al cabo de trece años. Muy pechugón y enmorrillado, monumental cuello astracanado, veleto y muy astifino, 600 kilos, el toro del retorno, sangrado a modo en dos puyazos, fue de una seriedad imponente. El toro del debut como ganadero en sanfermines de Justo Hernández. La tarjeta de visita.

El cuarto de la tarde estaba no estaba tan bien hecho como el primero, pero, por bajo de agujas, parecía mucho menos toro. Bizco del derecho -o del izquierdo, eso nunca se sabe-, estaba tan astifino como el que más. Torcía un poco la cabeza. Finito se hizo de ánimo. Le gustaría el toro con solo verlo asomar. Le pegó lances de ajuste, compás y buen vuelo, y lo pasó de muleta con criterio de torero sabio y golpes de gran calidad. A pies juntos y por alto en la apertura todavía entre rayas; a compás abierto con la diestra en redondo casi en los medios; con la izquierda en muletazos de rico remate y solemne dibujo después. Hasta una trenza de cambios de mano le hizo Finito al toro, que llegó a entregarse como si se sintiera coprotagonista de tanta pincelada, de las sueltas y de las empastadas. Muy bonita la faena. El toro iba a doblar después de una estocada pero se levantó al sentir en tablas al puntillero delante. Finito se eternizó con el verduguillo. Once intentos, sonaron dos avisos, se encabritó la gente. Incluso los que habían hecho un alto en la merienda para disfrutar de verdad.

En el lote de El Juli no entró ninguno de los dos toros de mejor nota. Ni siquiera ese primero que Finito mandó al desolladero como quien devuelve en un restaurante un plato que no le apetece. Un toro que habría sido muy del paladar de Julián. El segundo de corrida, muy justas las fuerzas, amenazó con pararse a las primeras de cambio, pegó muchos cabezazos, solo respondió con medias embestidas a un Juli tan listo como diligente que optó por encajarse lo mejor posible entre pitones pero sin consentirle al toro ni una broma. Una estocada trasera y tendida.

El quinto, castaño albardado, diadema dorada, ancho y largo, abierto de cuerna, no era feo ni bonito. Estaba muy por ver después de banderillas: frágiles los apoyos, indefinida la embestida, gazaponcito, poco celo. Se dice ahora en algunos casos que un torero se inventa una faena y que se inventa por eso un toro. Y eso sería lo que pasó pues, paciente y hasta terco, se empeñó Julián en serio y no paró hasta pegarle al toro en los medios una tanda de seis con la zurda -cuatro ligados primero, y otros dos luego- y el de pecho. Un toro, si no inventado, metido en el canasto.

No le dio tregua sino un jaque tras otro El Juli . Con la derecha, por dentro unas veces, por fuera otros, aquí te pillo y aquí te mato, hasta un exceso de ambición, las peñas coreando el "¡ Juli Juli !" de las ocasiones memorables, una tanda de molinetes -rara en el repertorio de Julián-, un maravilloso molinete de salida, una tanda a cámara lenta. Un torero desatado. Un pinchazo sin fe, una estocada defectuosa y una oreja. La segunda que se llevaba en esta partida.

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