La madre de una fallecida en el incendio de las discotecas de Atalayas: «Sentí la ausencia de mi hija al llegar a Murcia»
La madre de Orfilia, una de las trece víctimas mortales de la tragedia del pasado 1 de octubre, pide ayuda para que su nieta no se quede desamparada
Dice que las manos se le duermen del dolor que siente en el pecho; que sus ojos no pueden dejar de llorar; que la pena ... no le deja; que ha perdido a su niña. Milagros Blandón es incapaz de imaginar que en su vida y la de su nieta ya no esté Orfilia. Aún no se cree que su hija, de 28 años, se dejara la vida el 1 de octubre en el incendio de Fonda Milagros, en Murcia, cuando celebrara el 30 cumpleaños de su novio, Eric.
Si la angustia no consumiera a esta mujer de 50 años, recién llegada de Nicaragua para llevarse los restos mortales de su hija, contaría con una sonrisa enorme en la cara cómo era Orfilia. Diría que era «muy bonita, muy guapa, muy responsable». Que desprendía «alegría» y que le gustaba «bailar y comer». Que no se conformaba con vivir en Mina El Limón, un pequeño pueblo nicaragüense situado lejos de todo, «donde a las mujeres no se les permite trabajar» porque solo hay minería.
Si Orfilia aún pudiera bailar, Milagros presumiría con gesto alegre de su valentía y pondría como ejemplo aquel día del año 2019 en el que le contó el sueño que tenía y la aventura que iba a emprender para conseguirlo: «Mamá, quiero lo mejor para Celeste y para ti, por eso me voy tan lejos. Madre, quiero ahorrar y en un futuro llevármelos para que estén conmigo allá y cuidarles. Para que tengan una mejor vida».
A cualquiera que le preguntara cómo lo hizo, le explicaría con regocijo que en 2019 cogió un avión para viajar a España, dejando en su país un pedazo de su corazón, su hija Celeste, de dos años, a la que tuvo con un hombre del que se separó. Que a la niña, que tiene ahora 6 años, la llamaba cada día para decirle algo bonito, para contarle el futuro que le esperaba en Murcia. Que en esas llamadas la pequeña explicaba a su madre cómo le iba en el colegio. Lo bien que se le daban las matemáticas, que le gustaba pintar, que hacía dibujos en los que aparecían las dos juntas.
Milagros contaría ilusionada, si pudiera abrazar a su hija, que, tras cuatro años sin ver a la pequeña, tenía planeado viajar a su país en diciembre para asistir a la graduación del colegio de Celeste y que, quizá, regresarían con ella a España.
Pero Milagros cuenta todo esto con la voz quebrada, sin poder sacar las palabras del cuerpo y con la vista nublada por las lágrimas. Su hija ya no está y Celeste no sabe que su madre ha muerto y que los planes que tenían juntas no se realizarán.
Desde Nicaragua por un sueño
Orfilia se encargaba de mantener a su madre y su hija en Nicaragua con los 300 euros que les mandaba cada mes. Ahora la situación en la que se quedan las dos es de desamparo. «Ella era el único sustento que tenían», explica Lili, prima de Orfilia.
Lili fue la persona que le dio un techo en su casa de Cabezo de Torres cuando Orfilia llegó a Murcia hace cuatro años. La recién llegada comenzó a trabajar cuidando niños y personas mayores. «El dinero que ganaba se lo mandaba a su madre para pagar los gastos del colegio de Celeste, para su ropa, para su comida». Pero en ninguna casa en la que trabajó le hicieron el contrato que necesitaba para regularizar su situación en España. «Podría haber conseguido el permiso de residencia si alguien le hubiese dado de alta», lamenta Lili.
Orfilia empezó a hacer amistades. Conoció a Eric y comenzaron a salir. «Estaba muy bien con él», recuerda Lili. El día de la celebración del cumpleaños de Eric, el sábado 30 de septiembre, Milagros recuerda que habló con su hija. «Me dijo que después de cenar iban a ir a Fonda Milagros, porque el hermano de Eric había reservado allí». «Pero a ella no le gustaba esa discoteca», subraya la prima de Orfilia. Ella fue la primera persona en enterarse de que Orfilia estaba entre los desaparecidos del incendio. «Salí de trabajar el domingo por la mañana y me llamaron. Ya sabía que había habido un incendio en la zona Atalayas, y que mi prima había estado en una discoteca de allí, pero me dije… Bueno no creo».
«Soñé que se había salvado»
Esa esperanza inicial comenzó nublarse cuando le dijeron que había estado en uno de los locales que se quemaron y que estaba desaparecida. «Llamé a mi madre, que vive en Nicaragua, y le dije que fuera con mi tía, pero que no le dijera nada. Teníamos esperanza porque la llamábamos y su teléfono seguía dando señal. Si el móvil sonaba significaba que no se había quemado. Aún no consigo entender como estuvo dando tono hasta el lunes», recuerda. Cuando confirmaron que Orfilia estaba entre los fallecidos, Lili esperó a que estuviese en Murcia para decírselo.
Pero Milagros ya sentía un vacío. «Me dijeron que Orfilia había estado en un local incendiado, que la buscaban y que debía ir a Murcia. Soñé con ella, que estaba por ahí escondida, que estaba en un hospital, que se había salvado. Me daba miedo montarme en un avión, pero quería venir para saber dónde estaba mi hija y cuando llegué aquí, sentí su ausencia».
Celeste está inquieta
Celeste se quedó inquieta en Nicaragua, porque su madre ya no le hace videollamadas y porque antes de marcharse su abuela no dejaba de llorar. «Abuela, no llores, yo estoy bien», me decía al verme tan triste. Le dirán que su madre se ha ido cuando regresen con sus cenizas a su pueblo el próximo martes.
Milagros pide ayuda para Celeste. Para que tenga un futuro que no encontrará en su país. Que pueda viajar a España y le concedan un permiso de residencia. «Orfilia quería lo mejor para Celeste y, ahora que no está, ruego que le den una oportunidad a la niña y pueda tener la vida que Orfilia preparaba para ella».
«Pedimos solidaridad para Milagros y para la pequeña Celeste»
La abogada Ainhoa Azpeitia, que representa los intereses de la familia de Orfilia, afirma que la situación en la que se encuentra Milagros y Celeste en Nicaragua es muy precaria, dado que dependían de ella con el dinero que les enviaba cada mes. Por ese motivo, apela a la solidaridad para ayudarlas económicamente en la medida de las posibilidades de cada persona. «El procedimiento judicial va a ser muy largo, van a pasar años y hasta que se resuelva, las dos van a estar desamparadas, porque por parte del Gobierno de Nicaragua no van a percibir ayuda alguna», expone. Para ello, han abierto una cuenta bancaria verificada para que los ciudadanos que quieran ayudarlas, ingresen la cantidad que puedan de dinero. «Irá directamente a cubrir los gastos de la pequeña», asegura.
Asimismo, la letrada pide la ayuda de las instituciones para que, a través de la Comunidad, se active un procedimiento y Milagros y su niña viajen a España y se les conceda un permiso de residencia excepcional. «Ese era su objetivo de Orfilia cuando se marchó de su país y se separó de su hija».
(Número de cuenta para donativos: ES71 0182 5319 7902 0530 2154)
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