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La describían como «la Voz de Oro». Octavio de Juan, el célebre crítico musical de LA VERDAD, escribió de ella que era «la máxima gloria ... de la lírica murciana». Llegó a compartir maestra con María Callas. Incluso pudo ser tan grande como la diva, de no haber cambiado, igual que tantas mujeres de dinamita antes, su genialidad por el matrimonio. Aunque antes colmó grandes titulares por incontables actuaciones para el recuerdo. Se llamaba Lolita Gil y había nacido en Beniaján un 22 de diciembre de 1924.
Sería la mayor de cinco hermanas. Sus padres eran Antonio Gil y Josefa Vera. Su abuela, conocida como la Mamá Luisa, le transmitió la pasión por la música. Ya de niña destacó cantando en la parroquia de la pedanía, donde el director de una banda la escuchó, animando a la familia a que estudiara canto.
El cronista Ricardo Montes recordó en un artículo publicado en la revista 'Cangilón' que, con solo 18 años, Lolita fue protagonista de una noticia tras su actuación en una aria de 'La Traviata', en el Conservatorio donde estudiaba bajo la dirección de otro grande: el compositor Manuel Massotti Littel.
Fue en 1942. La joven acumula titulares. «Es un futuro valor para la ópera española», concluyó LA VERDAD tras escucharse su voz en el teatro-cine de Los Alcázares. Ese año, Lolita fue becada por la Diputación Provincial. Aquello fue un milagro. El taxi que la trasladaba a Murcia para la prueba se averió. Aunque ella consiguió que aplazaran su participación. Y la ganó del tirón.
No le regalaron nada. Tuvo que presentarse. Al piano estaba, ni más ni menos, que el prestigioso barítono Marcos Redondo. Con aquellas 5.000 pesetas, Lolita pudo trasladarse a ampliar sus estudios en Madrid. La Diputación le renovaría otro año la beca.
En 1945 fue acreedora del prestigioso premio Lucrecia Arana, concedido por el Real Conservatorio madrileño. Cautivó al personal actuando en el Teatro Romea con la Orquesta Sinfónica de Murcia.
En 1947 ya era una afamada artista, una gran cantante de ópera que todos solicitaban. Aún más, al conseguir el premio en un concurso organizado por Radio Nacional. El periódico 'Línea' publicó el 22 de mayo que la «gentil cantante murciana» fue considerada «como 'La Voz de Oro', cuerda soprano». Y en verdad que lo era.
Muchos murcianos la conocieron un 27 de noviembre de aquel año cuando este diario contó su historia. El redactor aprovechó una visita de la cantante a Murcia para entrevistarla. La joven deseaba estrenar la ópera 'Rigoleto' en la ciudad: «He querido que las primicias de mi actuación en un espectáculo de esta envergadura sean para mis paisanos», aseguró.
Lolita tenía clara su determinación de perfeccionar su canto. Le acababan de ofrecer que actuara en el Liceo de Barcelona. Cuando el periodista le preguntó por sus aspiraciones, ella contestó riendo: «Estudiar mucho, cantar mucho y... ganar mucho».
Ese año participó en el pregón de Semana Santa de Murcia cantando la plegaria a la Fuensanta de la zarzuela 'María Jesús no olvidó'. Aquel pregón, por cierto, lo pronunció el orador Federico García Sanchís, bastantes años antes del supuesto primer pregón de la historia nazarena que se atribuye al buen cura Juan Hernández.
Mientras impulsaba sus estudios, no dejó de actuar. Hasta en Marruecos. Éxito tras éxito, interpretando obras de Verdi, Donizetti, Puccini y Rossini. Con el tiempo, sería 'Rigoleto' su preferida. De hecho, consiguió memorizar toda la partitura.
Las oportunidades se sucedían, aunque las rechazaba. Por ejemplo, cuando le propusieron una gira por América. Su lugar lo ocupó Teresa Berganza. ¿La razón? Cuentan que tenía apalabrada su actuación en un homenaje que Murcia le daba al pianista Enrique Martí.
Era cierto. Ella siempre estaba dispuesta a actuar en su ciudad. De hecho, a partir de la década de los años cincuenta se multiplicó su presencia en la Región. La acompañaban los maestros José Carrasco o Antonio Salas, el Orfeón Fernández Caballero o la Sinfónica.
La soprano encontró tiempo para el amor. En julio de 1955 se casó con el ingeniero Tomás Montalvo, con quien tuvo tres hijos. Las actuaciones comenzaron a espaciarse. Tras leer un reportaje sobre la cantante Elvira Hidalgo, quien triunfaba en Atenas y Ankara, viajó a Turquía para aprender con ella.
La experiencia duró seis meses. Hidalgo era la maestra de la célebre María Callas. Contó el periodista Manuel Madrid en su día que Elvira le aconsejó a la murciana que se olvidara de España, que la Dictadura no favorecería su carrera y que se estableciera en Italia y Alemania. Por aquel tiempo tuvo la oportunidad de actuar en Milán. Sin embargo, una vez más, Lolita comenzó a echar de menos a su familia y regresó a casa.
Poco después, en 1958, otro ofrecimiento: la dirección del Conservatorio Superior de Música Óscar Esplá, en Alicante. También se negó. En 1964, con motivo de un reportaje, al Orfeón Fernández Caballero, LA VERDAD citó a María Dolores Gil Vera, quien «no quiso ejercer profesionalmente».
El siguiente capítulo en su vida es un ejemplo de superación. Con 52 años, divorciada de su esposo, decidió optar a una plaza en el Conservatorio Superior de Música de Murcia, trabajo que consiguió. Grande.
La espléndida voz de Lolita Gil se apagó un 27 de agosto de 2017. Cuando cerraba estas líneas, otro habitante ilustre de Beniaján, el consejero de Educación, Víctor Marín, al contarle la historia de su afamada y olvidada vecina Lolita Gil, me preguntó: «¿Y no tiene ya una calle a su nombre que la recuerde?». Ni idea, la verdad. Pero si es así, habría que ponérsela de inmediato.
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