¿Desde cuándo los murcianos comen uvas en Nochevieja?
Murcia se sumó pronto, hace poco más de un siglo, a la nueva moda de despedir el año dando cuenta de ellas
Es una costumbre que a esta generación olvidadiza le parece ancestral, como si el mismísimo Alfonso X la hubiera observado desde el castillo de Monteagudo ... hace mil años. Pero eso de comer las uvas apenas tiene un siglo y poco. No faltan autores que sitúen su origen en el Sureste y recién arrancado el siglo XX. Vamos a verlo. Les invito a acompañarme a conocer cuándo y cómo las doce uvas vinieron para quedarse.
La tradición se remonta a finales del siglo XIX. Por citar un ejemplo, un dos de enero de 1894, contaba el diario 'El Siglo Futuro' que «hasta hace pocos años eran muy contadas las personas que comían uvas el 31 de diciembre al sonar la primera campanada». El rotativo aseguraba que la costumbre «ha sido importada de Francia, pero ha adquirido carta de naturaleza».
Ya aquel año se generalizó «esta práctica salvadora». Fue sentir general que observar el ritual proporcionaba felicidad en los meses siguientes. La idea echó raíces, como el apio fino de Patiño en Adviento. En 1895, el periódico 'La Correspondencia de España' narró cómo a las doce en punto de la noche y en la residencia del presidente del Gobierno, «saludaron los ministros la entrada del nuevo año comiendo ricas uvas».
Un tiempo más tarde, en 1897, el diario 'El Imparcial' publicó un artículo titulado 'Las uvas milagrosas'. En tono irónico aconsejó la forma de comerlas para obtener supuestas bendiciones. Entre las curiosidades del artículo figuraba la obligación de dar cuenta de ellas «sin quitarles el rabito» e inclinando la cabeza hacia el lado derecho. Sí: entonces también había gente para todo.
Podemos retroceder unos años para fijar el origen de la tradición. En 1882, el entonces alcalde de Madrid promulgó un bando prohibiendo los excesos en torno a la festividad de los Reyes Magos. Al parecer, las familias ricas acostumbraban a tomar las uvas en Nochevieja, lo que causó que algunos madrileños, para burlarse de la moda, acudieran a la Puerta del Sol a tomarlas al son de las campanadas.
Y llegaron a Murcia
Lo interesante es investigar desde cuándo los murcianos dan cuenta de las doce uvas. Una teoría, hasta ahora no comprobada, sostiene que la tradición se generalizó en 1909. Al parecer, fue un invento de unos avispados productores de uva que, debido a los excedentes de la cosecha, ingeniaron así darles salida.
Aprovecharon la entonces desconocida costumbre madrileña para hacer su agosto en pleno invierno. Sin embargo, nadie se pone de acuerdo en establecer el lugar dónde surgió la idea. Unos apuntan que en Alicante; otros que en Cataluña. Y no falta quien señale a Murcia.
Quizá nunca sepamos cuándo aquella práctica, importada de Francia o Alemania, se extendió. Pero, lo cierto y comprobado es que los periódicos murcianos daban cuenta ese mismo año, 1909, de que no pocos parroquianos celebraban la Nochevieja a golpe de uvas.
El diario 'El Tiempo', en su edición del 28 de diciembre, destacó que llegado el año nuevo «la gente joven come uvas». Sea como fuere, las adineradas familias burguesas de esta tierra adoptaron los usos de las madrileñas. E incluso crearon una celebración con ese nombre.
Una fiesta muy selecta
El Real Casino de Murcia organizó enseguida su Fiesta de las Uvas que, allá por 1917 y según un diario local, reunía a no pocos potentados para despedir el año con «los doce clásicos y salvadores granos de uva». Memorable se recordó durante años la Nochevieja de 1917, en cuya celebración se interpretaron jotas y romances de ciego. Hasta se sirvió «un 'lunch' en el salón de armas, por donde pasaron primero las damas y luego los caballeros». Unos acudieron vestidos de huertanos, otras lucían trajes de gallegas y actuó una comparsa ataviada con trajes andaluces.
A lo largo del siglo pasado, la celebración fue ganando adeptos y espectáculos. Pronto se rebeló como una fuente de ingresos. Cincuenta años después, LA VERDAD publicó un artículo donde aclaraba que, llegada la Navidad, «como siempre, la castiza sidra empieza a presumir –por su precio– de legítimo champán, en tanto que las uvas de Almería ya se cotizan como si hubiesen sido cosechadas en los mismísimos viñedos del paraíso».
Es por ello que la autoridad reguló la venta para que los murcianos pudieran despedir el año sin que se resintieran sus bolsillos. Murcia lograría hacerse un hueco en un mercado que producía cada Navidad miles de millones. En 1964, una decena de países europeos consumían en Nochevieja nuestra uva y, según la Cámara de Comercio local, el negocio rondaba los dos millones de dólares. Las exportaciones eran de 16 millones de kilos. Todo lo dejamos perder, como antes la seda o el pimentón.
Otra costumbre que al carajo se fue era la del tarjeteo: la entrega de tarjetas personales el día de Año Nuevo. Al principio, como publicó 'El Liberal', la costumbre se reducía «a la clase socialmente distinguida, pero hoy todo el mundo tiene tarjeta». La ocasión de 'tirar de tarjeta', hoy tan en boga, se estableció durante dos días al año. El primero en la onomástica de los conocidos, a quienes se les enviaba en señal de respeto. El segundo, el 1 de enero. Antaño, la entrega de la tarjeta suponía reconocer la gratitud por un favor, el arrepentimiento ante algún agravio, la recomendación de un amigo... Todo lo que «no haríamos personalmente, lo hacemos por ese pedazo de cartulina que nos representa, evitándonos bochornos y malos ratos», destacaba 'El Liberal'. Hoy, los mensajes de WhatsApp resultan igual de útiles.
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