Marcianos con un siglo y cuarto de historia
El grupo Marte del Entierro de la Sardina celebra sus 125 años de existencia
Para encontrar a un marciano no es necesario recorrer los 225 millones de kilómetros que, de promedio, separan la Tierra del planeta rojo. Y además, ... que no hay necesidad. Basta con acercarse, previa obligatoria y sabrosa parada en 'Los Zagales', al Real Casino de Murcia.
Justo ahí, entre esas paredes nació el grupo sardinero Marte. Hace 125 años, que pronto se escribe. Sus promotores fueron un manojo de murcianos de excepción, de los que cortan el bacalao, todos socios del gimnasio y del club de esgrima de la institución. Desde entonces, serían marcianos del bautizado como Centro Marte.
La reunión se convocó un 19 de noviembre de 1899. En el Entierro del año siguiente surcaron por vez primera las calles de la ciudad. Incluso conservamos un grabado de aquella carroza que, aún hoy, nos deja boquiabiertos.
También existe una descripción de cómo desfiló el flamante grupo. Al frente, ataviado de guerrero, un jinete portaba el estandarte. La carroza era un castillo, donde se lucían cañones, banderas, lanzas y espadas, coronado por una enorme figura del dios de la guerra. Nueve caballos cuidados por esclavos tiraban de ella. Y detrás, la banda de música del maestro Espada, todos vestidos de egipcios.
Leer la lista de nombres de aquellos remotos sardineros nos deja boquiabiertos por la cantidad de ilustres murcianos que la componen. Ahí estaba el que sería ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, Isidoro de la Cierva, quien iba vestido de persa. El empresario Enrique Villar, que construiría el Teatro Circo, ataviado como mosquetero. El gran abogado y profesor de Derecho Dionisio Alcázar, que desfiló como un tercio de Flandes. Y así hasta once sardineros marcianos.
Incluso conocemos, porque así lo contó el diario 'El Heraldo de Murcia' un 17 de abril de 1900, los juguetes que se lanzaron aquella mágica noche: «Lindos zapatitos, bolsitas y medallas conmemorativas».
Ni siquiera faltó, por no faltar nada, hasta un susto. Cuando el grupo andaba por la calle de San Nicolás, unos chisperos (que eran una especie de encendedores) ardieron dentro de la carroza. Y los bravos sardineros que iban en ella hicieron, como valientes que eran, lo propio: saltar y salir corriendo. Por suerte, la carroza no se incendió.
En esto de las carrozas siempre destacó Marte. De hecho, fue el primero en utilizar una autopropulsada. Diez años hace, por cierto, que los marcianos estrenaron la espléndida carroza diseñada por el inolvidable pintor y escultor Pepe Lucas. Cuando uno la ve asomarse por el Carmen camino de la Gran Vía, es imposible no recordar al instante aquellos versos de Galiana: «A enterrar la sardina viene la gente, mientras la luna baila en lo alto del puente».
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