La inseguridad no tiene quien la grabe
Unos bárbaros destrozaron la otra noche la puerta de entrada al Casino de Murcia lanzando un macetero contra ella
Las llamaron obras del Ensanche, con mayúsculas. El ensanche del Casino murciano era un anhelo de sus socios desde antiguo. Porque hasta 1901 no contó con un acceso desde la principal calle de Trapería, sino desde otra secundaria. El presidente Ángel Guirao logró adquirir un edificio que, derribado, daría paso a la espléndida fachada que hoy adorna todas las guías turísticas murcianas.
La 'última piedra' del Casino se colocó, aunque en verdad aún faltaran algunas, el 1 de junio de 1901. Ese día se alzó la indispensable bandera nacional y la institución dio un banquete a todos los albañiles y canteros. El menú: arroz y pava (ya no sabemos si de La Arboleja), pasteles de carne, ensalada, pastelillo, café y puros. Así lo contó el diario 'Correo de Levante'.
Pues bien. En ese instante descubrieron los murcianos la preciosa puerta de entrada al Casino, obra de los más prestigiosos artesanos de la época. Es la misma, cristales incluidos, que unos bárbaros destrozaron la otra noche lanzando un macetero contra ella.
El cristal original y hecho añicos era de vidrio mateado al ácido, una antigua técnica para realizar decoraciones que no se degradan ni se desgastan, no se decoloran y no cambian con el paso del tiempo. Así que el cristal de Casino superó terremotos y riadas, revueltas sociales y hasta una guerra. Sin embargo, no estaba preparado para cabestros incívicos, es evidente.
La Policía anda buscando a estas personas. Igual debería centrar sus pesquisas en hallar bestias, que no otra cosa me parecen. Lo curioso del caso es que, según cuenta la prensa, no existen cámaras que hayan grabado el instante del atentado. Y fue a la una y poco, que bien pronto habían cogido la papa si venían de tomárselas.
-¿Quién dice que han sido dos borrachos?
-Si no lo han sido, más culpa tienen.
Aunque eso quizá nunca lo sepamos. No hay ni una cámara en Trapería para aclarar la cuestión. Entretanto, los murcianos del común llevan meses denunciando la creciente inseguridad en el centro. Hasta se lo he oído decir a Juan Antonio Megías, quien gobierna el Real Casino con prudencia y claridad, como cuando habla.
No hace tantos años, la inseguridad era patrimonio de la calle de la Gloria, que más bien se la podía llamar la del infierno de la droga. O del entorno de algún edificio del barrio de La Fama, donde por cierto aún hoy se lanzan bolsas de basura a la calle desde algunas ventanas. O en el Espíritu Santo, de Espinardo.
Eso era antaño. Ahora es también territorio comanche el corazón de esta ciudad. No me refiero al del escudo. Al corazón urbano. Y es inseguridad que nadie graba, no vaya a escandalizarse el personal. Sin embargo, métase usted conduciendo por la calle San Nicolás en dirección a Santa Teresa, digo por error, y verá si lo acribibilla o no la correspondiente camarita de las multas.
Si les soy sincero, es falso que en Murcia exista mucha inseguridad. Lo cierto es que existe casi la plena seguridad de que, a según qué horas y por dónde uno pasee, será atracado o molestado por un gorrilla, que a ver a quién se le ocurrió el diminutivo cuando la mayoría ya son carlancos. ¡Ah! Y con mucha 'malafolla' [en murciano, sin acento], como el 'locucio' que la arma en Centrofama cada dos por tres.
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