Exalumnos de la escuela rural de Algezares se reúnen antes de su demolición
Ponen en común anécdotas del tiempo que pasaron en el centro educativo con el fin de elaborar un álbum colectivo de fotos, canciones y recuerdos
Entre ellos puede haber una diferencia de edad de hasta treinta años. Pero les une un vínculo muy profundo, como el que se suele crear entre quienes comparten escuela durante la infancia. Sea lo que fuere, un grupo de antiguos alumnos de la escuela del Reguerón de Algezares han decidido unir su memoria con el fin último de elaborar un álbum colectivo de fotos, canciones y recuerdos de los años vividos en este centro escolar al que todos ellos acudieron.
La iniciativa partió de e alumnas y vecinas de la zona, que en el grupo de WhatsApp creado al efecto se denominan 'Las chicas del cole'. Josefa Illán es su portavoz y la encargada de ir poniendo en orden todo lo que le llega. La razón de esta iniciativa, explica, es que el inmueble tiene los días contados. «Reunirnos junto al edificio y fotografiarnos nos ha demostrado los fuertes vínculos afectivos que construimos en años», apunta Josefa. Este proyecto les permitirá «hablar del legado cultural que nos transmitió estudiar allí; un patrimonio inmaterial que guardamos en la memoria y que sale a la luz cada vez que nos juntamos». No falta el recuerdo de aquellos docentes que no dudaron, además de enseñar, en buscar trabajo a alumnos: Irene Serrano, Eduvigis Cánovas y Francisco Gallego son algunos de ellos.
El Ayuntamiento de Murcia aprobó en febrero pasado el pliego de condiciones para el derribo del edificio, en el que se va a invertir poco más de 26.600 euros. Un mes tardará la piqueta, cuando se adjudique el contrato, en acabar con la que fue escuela unitaria rural que en su primera planta servía de aula para las chicas y en la baja para los chicos y que ya ha cumplido más de un siglo desde que se construyó, aunque al principio no fue escuela.
Lamentan que el edificio no se haya podido recuperar como centro social «para el pueblo»
«Siempre estuvimos separados los niños y las niñas, incluso en el recreo no podíamos juntarnos; ellas jugaban en el patio y nosotros en la calle», recuerda Antonio Escribano Cánovas, 'Parra'. Él y su hermana mayor, Soledad, que están juntos en el proyecto, son antiguos alumnos. «Yo ya he cumplido 63 años pero soy capaz de acordarme de muchos momentos vividos allí, donde estudié toda la EGB», señala Parra. Salió de la escuela del carril de los Sernas con catorce años hacia el instituto.
«Aunque no lo parezca, sí aprendíamos; estábamos con nuestro grupo de edad (nosotros éramos cinco o seis) y de aquí no pocos terminaron estudiando una carrera, pero no fue mi caso», ríe este exalumno, quien recuerda cómo cada vez que jugaban al fútbol y la pelota caída al bancal cercano su dueño les rajaba los balones. Y Antonio Morales no olvida que por la carretera, en esos años 60, pasaban todos los días soldados corriendo desde el Cuartel de Artillería hacia el campo de tiro de los Lajes, en la montaña entre Algezares y Los Garres.
Con la pala acabará casi un siglo de recuerdos, algunos, como indicaba Parra, aún muy vivos en la memoria pese al tiempo pasado. Y ese es también el caso de Manuel López Martínez, 'Callano', que ya ha cumplido 92 años. «Yo tenía una pequeña pizarra y una tiza y debía escribir mi nombre, pero la verdad es que salí de allí sin saber hacerlo; y nunca llegué a tener un lápiz».
Manuel tenía cinco hermanos y todos los que quisieron acudieron a la escuela; «los que no, a trabajar en la huerta que hacían falta manos y había mucha necesidad», comenta, y a continuación recuerda una excursión que hicieron al Valle por los años 40 en la que su madre le dio dos boniatos para pasar el día. «Íbamos andando y había quien no llevaba nada para comer».
Al ser el más mayor del grupo, recuerda que sus padres le explicaron que el edificio lo construyeron los vecinos, todos huertanos, para tener un local social donde reunirse y tratar temas de la huerta. «Pero cuando yo nací, en 1930, ya era escuela porque mis hermanos iban allí a aprender».
El edificio dejó de utilizarse en el año 1970, no habiéndose usado posteriormente para ninguna otra actividad y ha permanecido cerrado desde esta fecha. Su estado de conservación es malo y al borde de la ruina, según los técnicos del Consistorio.
El sentimiento de tristeza por una época que se fue y sobre todo por la desaparición del edificio del que tantos recuerdos emana es compartido por todos. «Podrían haberlo rehabilitado y serviría como centro social para los jóvenes y para todo el pueblo», señala Parra, y Manuel opina igual, aunque saben que la autovía del Reguerón pasará por ahí.