Una nueva cartografía de las preocupaciones murcianas

CEMOP

Viernes, 3 de octubre 2025, 01:11

Las principales preocupaciones de la ciudadanía de la Región de Murcia han tenido desde hace tiempo un perfil que parecía inmutable. Se trataba de ... una cartografía articulada alrededor de dos ejes primordiales que destacaban en el paisaje. Por un lado, aparecía el desempleo, como una constante estructural, y, por otro, el agua, como recurso estratégico de relevancia económica-social e incluso identitaria. Sin embargo, el apresurado discurrir del siglo XXI ha generado una profunda reconfiguración de este mapa. La sociedad murciana actual se enfrenta a preocupaciones que configuran un escenario más diversificado, complejo y multidimensional, en el que lo local se entrelaza inevitablemente con lo global.

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Los datos del Barómetro de verano del Cemop no pueden reducirse a fríos porcentajes estadísticos, sino a huellas de una discusión colectiva en proceso de transformación. Durante años, los políticos y la política han sido señalados como uno de principales problemas, casi como un mantra reiterado en el espacio público y privado. Ahora, aunque esta percepción se mantiene en primer lugar, su intensidad se ha debilitado, pasando del 26,3% registrado en el Barómetro de Invierno al 13,2% actual. La queja persiste, pero ha perdido resonancia; se ha transformado en ruido de fondo, en un murmullo resignado.

En el vacío que dejan los políticos y la política, irrumpe con fuerza la inmigración, que pasa del 6,3% en el Barómetro de Primavera al 10,7% en el de Verano, y se coloca como segunda gran preocupación de la ciudadanía de la Región de Murcia. Los sucesos de Torre Pacheco laten detrás de las cifras, convertidos en detonante de un debate que trasciende lo coyuntural. Es la juventud —Generación Z y 'millennials'— la que más intensamente percibe esta cuestión, con más de un 11% de menciones, lo que indica que la preocupación por la inmigración no se distribuye homogéneamente entre la población, sino que se filtra a través de líneas generacionales. Asimismo, cuando se observa el mapa político, la brecha se amplifica y mientras los votantes de Vox (22,2%) la colocan en primer plano, el electorado socialista apenas la menciona (3,2%). En este contexto, la inmigración deja de ser únicamente un problema objetivable y se constituye en un campo de disputa simbólica, un escenario en el que se proyectan narrativas partidistas y marcos interpretativos diferenciados, reflejando cómo los conflictos sociales se mediatizan y se resignifican en función de la identidad política y de la construcción de la agenda pública.

Mientras tanto, el desempleo se repliega hasta un 7,9%. En muchos barómetros aparecía como el principal problema, pero ahora parece diluirse, como si la ciudadanía lo hubiera asumido como parte del paisaje. En paralelo, emerge como dato novedoso el señalamiento del Gobierno regional, con un 7,2 %, convirtiéndolo en objeto explícito de crítica. Ya no basta con señalar a «los políticos» en abstracto; ahora la mirada se dirige hacia San Esteban, hacia los gestores la política murciana.

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La vivienda, con un 6,2%, confirma su ascenso como símbolo de la precariedad contemporánea. Es el problema de los jóvenes que no logran emanciparse, de las familias que sacrifican buena parte del sueldo en alquiler, de los que sueñan con una hipoteca que jamás llega. En este terreno, lo personal y lo estructural se entrelazan y el techo aparece no solo como refugio, sino que es también medida de desigualdad.

En posiciones más discretas, afloran los problemas económicos (4,8%), la sanidad (3,4%) y el agua (3,3%). Que esta última ocupe un lugar tan modesto resulta casi irónico cuando durante décadas se ha hecho de ella una bandera identitaria. Quizá porque las urgencias cotidianas, con sus alquileres imposibles y sus bajos salarios, pesan más que las antiguas disputas sobre trasvases. O quizá, porque el relato hidráulico se ha vuelto un eco, un tema recurrente que ya no logra activar los resortes del miedo.

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El relato que emerge del presente barómetro no es estático, sino que es un cuadro dinámico de percepciones sociales en transformación. Los políticos descienden de su pedestal de problema hegemónico; la inmigración gana espacio en el imaginario colectivo; el desempleo pierde dramatismo y la vivienda crece como símbolo de angustia vital y precariedad estructural. En conjunto, se observa a una ciudadanía que reconfigura sus prioridades, transitando de lo abstracto a lo concreto, de la crítica generalizada a inquietudes específicas e íntimamente vinculadas a su cotidianidad.

Quizá esta sea la lección más relevante de este verano, en el que la ciudadanía de la Región de Murcia ya no atribuye de manera exclusiva a los políticos la responsabilidad de sus dificultades, sino que delimita con mayor precisión las preocupaciones que afectan su vida cotidiana. La encuesta se erige, en este sentido, como un instrumento de observación de la percepción social, reflejando una sociedad que, bajo el calor estival, reconoce que sus temores han dejado de ser homogéneos o recurrentes. La construcción del futuro se articula tanto a través de indicadores concretos —por ejemplo, el acceso a la vivienda— como mediante la interpretación de debates sobre inmigración, reflejando simultáneamente la evaluación de la gestión del gobierno regional y la percepción de que las problemáticas ciudadanas se han fragmentado, resistiéndose a ser encapsuladas en categorías únicas o simplificadas.

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