Los vecinos de la calle Monroy
Esta semana se presentó con gran éxito el libro 'De punta a punta. Un paseo por la Región de Murcia', escrito por el Doctor Andrés ... Nieto Conesa, cronista oficial de Fuente Álamo en el salón de grados de la Facultad de Derecho de la Universidad de Murcia. Un extraordinario libro editado por la Caja Rural Regional para celebrar sus 60 años de historia. Asistieron muchos cartageneros amigos de nuestro paisano Andrés Nieto. Durante el cóctel que se ofreció a continuación pude charlar con la abogada Ana María García-Pagan –esposa del farmacéutico Juan Bautista Sánchez Carrascosa– reconocida como una profesional del derecho con una inquebrantable ética de trabajo. El equilibrio en su vida humaniza su perfil y genera confianza. Ana es hija de aquel gran alcalde y empresario que fue Don Bernardo García-Pagan, un hombre de una inteligencia privilegiada que, unido a su categoría humana, hizo que su huella fuera imborrable. Fundador de los supermercados Atila, su sueño era ser el mejor y estar «en la punta». Un hombre nacido para trabajar firme y duro, lo que hizo siempre en su vida.
Después de recordar gratos recuerdos de aquella Cartagena que se nos fue pero que perdura en nuestras mentes, me permito contarles un encuentro muy especial que han celebrado un grupo de vecinos de nuestra Trimilenaria; en concreto, vecinos de la emblemática 'calle de Monroy'. Haciendo un poco de historia y yendo al inicio, mi buen amigo y vecino de esa calle Frei Juan Manzanares, comendador mayor de la Orden de Santa María de España, «asaltó» el Archivo Histórico Municipal e investigó en todos sus legajos; es decir, en todos sus papeles. Y allí se encontró que, en el acta del Cabildo celebrado el 11 de diciembre de 1880, se trató y debatió una instancia suscrita por varios vecinos de la 'calle del Cuerno' que decía lo siguiente: «Que habiendo mejorado notablemente casi todos los edificios y, por supuesto, los habitantes, todos ellos familias de buena conducta y honradez suplican que, tomando en consideración lo expuesto, se sustituya el referido nombre por el de alguna persona digna de conmemoración».
El Ayuntamiento acordó lo siguiente: «Como recuerdo del malogrado y esclarecido hijo de esta ciudad, el inspirado poeta don José Antonio Martínez de Lesusa y García de Monroy, se titule y rotule en lo sucesivo la calle de que se trata con el nombre de calle Monroy». Esta calle pertenecía al Segundo Distrito, Quinto Cuartel y Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús. Estaba situada en las estribaciones del Monte Sacro. Se entraba por la calle del Caramel y desembocaba en la calle del Rosario.
Sesenta cartageneros que vivieron en esta calle situada junto al Monte Sacro compartieron una comida en el Club Naval
En las últimas cinco décadas nuestra ciudad ha sido testigo de un proceso de transformación que ha alterado no solo su geografía urbana sino, también, su esencia e identidad. Lo que alguna vez fue un Casco Antiguo vibrante –con calles llenas de vida y una fuerte conexión emocional entre los cartageneros y su historia– ha pasado a una tendencia de vaciar el corazón histórico de nuestra Trimilenaria ciudad, incluso erosionando el sentido de pertenencia y orgullo cartagenero. Uno de los factores más visibles de esta decadencia es la desaparición de calles. En los últimos 50 años más de 70 calles y plazas del Casco Antiguo han desaparecido del mapa como Monroy, Falsacapa, Borregueros, Pocico, Lizana, Pijaco, Sambazar, Yeseros, Laqueneta, Don Gil... y, con ellas, comercios, bares y vida comunitaria. Perduran los herederos y sucesores de aquellos valerosos vecinos que marcaron las historias y las vivencias de la calle Monroy y su magnífica gente. Sus puertas eran 38 (17 las impares y 21 los pares) y allí vivieron unas cuantas familias que dieron vida, no solo a aquella calle, sino a aquel barrio que hoy no existe.
Ya en tiempo real, en este mes de agosto se encontraba hospitalizado uno de los vecinos de dicha calle: Joaquín García Pérez (Joaquinico para todos los vecinos). Hubo una tarde que no tenía visitas. Pensando se le ocurrió recuperar a toda aquella gente que formó parte de su infancia y, por supuesto, de su vida, y buscar a todos aquellos que vivieron en aquella época en esa emblemática calle del Monte Sacro (estamos hablando desde finales de los años 50 hasta mediados de los 80). Y después de las llamadas de Joaquín, prácticamente todos los que vivieron, crecieron, jugaron, se pelearon, se enfadaron e, incluso, algunos se enamoraron, entendieron que aquel tiempo y aquella gente fueron parte de su formación, de su existencia y de su cultura, con independencia de que cada uno tomó el camino que su destino personal le señaló. Era un barrio de familias humildes y trabajadoras, hijos de aquella generación que sufrió la Guerra Civil y padeció también la posguerra con todas sus consecuencias. Familias que uno podía considerar como propias donde, si llegaba la hora de la merienda, eras uno más a compartir el bocadillo. También ver la película del sábado por la tarde en la casa de quien tuviese tele. Disfrutaban muy felices jugando a la pelota, al trompo, a los rompis, a las chapas, al chinchi monete...
En la sobremesa del encuentro donde cerca de 60 vecinos disfrutaron de una extraordinaria comida en el Club Naval, recordaron cómo veían a sus padres y madres afanarse por sobrevivir día a día, intentando dar a sus hijos un mejor futuro que el que ellos tuvieron. Cuando vieron cómo su barrio iba desapareciendo, recordaron tantas y tantas anécdotas e historias que formaron parte de sus vidas, teniendo todos en su memoria un punto en común o, mejor dicho, un recuerdo común: su querida Calle Monroy.
Vino francés
Esta semana se festeja todo un acontecimiento cultural: el Beaujolais Nouveau. Cada tercer jueves de noviembre se celebra el primer lanzamiento de este vino francés joven y afrutado de uva Gamay donde se brinda por la vendimia del año. Por ese motivo, junto con Juan y tres amigos nos fuimos a disfrutar a Carrots donde Rafa tenía organizado su particular maridaje con Carmen Martínez, la Mejor Sumiller Región de Murcia. Empezamos con un blanco de Carrasviñas maridado con pan de cristal con ensaladilla, pulpo y mahonesa de trufa negra. Seguimos con un tinto de Ribera Avan Oak con revuelto de gulas y gambas al ajillo. Un Rioja de Heraclio Alfaro acompañó de lujo un cachopollo con salsa de boletus y patatas a lo pobre. El punto dulce fue una tarta de queso con 'coulis' de frutos rojos y una copa de cava de elegante burbuja y aromas. Termino con esta reflexión: «Con algunas personas se pierde el tiempo, con otras se pierde la noción del tiempo y, con otras, recuperamos el tiempo perdido».
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