Restauración de la identidad histórica: las banderas que resisten el paso del tiempo
Fotohistoria de Cartagena ·
La restauración y puesta en valor de tres banderas históricas de la ciudad de Cartagena (siglos XVII-XVIII-XIX) fue un proyecto de hace unos años, liderado por el Archivo Municipal de CartagenaEn estos momentos, en la Escuela de Infantería de Marina General Albacete y Fuster, situada en el paraje de Tentegorra, se celebra el XXXVIII Congreso ... Nacional de Vexilología. Cartagena, a través de su Archivo Municipal, participa en una de sus comunicaciones con la presentación de un informe sobre la restauración de tres banderas históricas de la ciudad, algo muy significativo para el conocimiento colectivo de un pueblo y que pocas ciudades en España pueden presumir de conservar en la actualidad.
Una bandera histórica es como un faro que ilumina la conexión entre el pasado, el presente y el futuro de una comunidad. Cada vez que ondea, evoca el espíritu y los logros de quienes vinieron antes, recordándonos que somos parte de algo más grande y significativo.
Estas banderas no solo son trozos de tela coloreada; son emblemas que despiertan el orgullo y el sentido de pertenencia como guardianes de la memoria, tejidas con hilos de eventos pasados y esperanzas futuras. Son esenciales para cultivar el sentido de identidad, unidad y continuidad en una localidad.
La restauración y puesta en valor de tres banderas históricas de la ciudad de Cartagena (siglos XVII-XVIII-XIX) fue un proyecto de hace unos años, liderado por el Archivo Municipal de Cartagena, en su esfuerzo por la labor titánica de preservar las reliquias que alguna vez ondearon con orgullo en la Milicia Urbana de la ciudad.
La Milicia Urbana
El primer proyecto de restauración nos transportó al siglo XVIII con la rehabilitación de la Bandera de la Milicia Urbana de Cartagena (1759-1788). Una obra maestra que, a pesar de los embates del tiempo, reveló sus secretos a través de un minucioso proceso de restauración. La cara delantera, tejida en tafetán de seda roja, desafía la erosión del tiempo, revelando fragmentos de bordado original y detalles que llevan a la ciudad a sus raíces.
La documentación del Archivo Municipal, particularmente el informe de 1934 del cronista oficial Federico Casal, añadió capas de contexto histórico a la restauración. La bandera, vinculada a proclamaciones reales y eventos significativos, es más que un símbolo: es un testigo de la rica historia de Cartagena con su color característico, el rojo carmesí.
Sin embargo, la historia no se presenta sin desafíos. La restauración implicó enfrentarse a la desaparición parcial de la cara delantera, la necesidad de descifrar el diseño original del bordado y las numerosas reparaciones realizadas a lo largo de los siglos. Hilos de gran grosor y tejidos de colores rojizos entrelazados en una danza de conservación, uniendo fragmentos de historia con cuidado y respeto nos desveló una gran sorpresa: se trataban de los restos de una bandera del siglo XVI y XVII, posiblemente la llamada en muchos documentos archivísticos Bandera de Lepanto, ya que se considera un regalo a la ciudad por parte de Juan de Austria a su regreso de la Batalla de Lepanto.
La cara envés de la Bandera de la Milicia Urbana, mejor conservada, nos lleva al año 1782, cuando la ciudad solicitó honores al monarca. Sin embargo, esta parte, con una reparación posterior, sigue contando la historia con el escudo de Carlos III y detalles que se han mantenido a través de los siglos.
El mástil original y los banderines son testigos silenciosos de la historia. La restauración no solo fue un acto de conservación, sino también un respeto por la autenticidad histórica. Cada paso, desde el desenrollado con soporte de lámina de tyvec hasta el eventual montaje del paño de sarga, fue un proceso tratado con gran profesionalidad por la restauradora Pilar Vallalta, que pudo devolver la Bandera de la Milicia Urbana a su esplendor original.
Otra de las banderas recuperadas fue la correspondiente al Estandarte del Batallón Ligero de Milicia Nacional de Cartagena (1856). La historia de este estándar se remonta a 1836, cuando el Cabildo Municipal encargó una bandera que, con el tiempo, se convirtió en un símbolo de Cartagena. Las sedas finas y los bordados coloridos narran la historia de un batallón que sirvió con honor.
Pero más allá de las sedas y los mástiles, estas banderas representaron a los valientes ciudadanos de Cartagena. El Batallón de Milicias Urbanas, constituido en 1734, fue la respuesta a la necesidad de una reserva ágil y numerosa para proteger la ciudad y el país en tiempos de emergencia.
Las milicias, tanto urbanas como costeras, eran más que fuerzas armadas; eran la encarnación de la defensa y la resistencia. Desde la Edad Media hasta el siglo XIX, estas milicias mantuvieron la seguridad en las zonas amenazadas. Y el Batallón de Milicias Urbanas de Cartagena se destacó en su servicio desde 1793 hasta 1802, enfrentándose a guerras y asegurando la defensa de la ciudad.
El uniforme azul y blanco, las nueve compañías compuestas por voluntarios y la activación de la milicia en momentos cruciales de la historia de España son capítulos que las banderas restauradas cuentan con orgullo.
En resumen, la restauración de las Banderas de nuestros Padres es más que una tarea técnica; es una afirmación de la identidad, un acto de preservación de la memoria colectiva. Estas banderas restauradas no solo representan un pasado lejano, son testigos vívidos de la resistencia y el honor de Cartagena. Que estas banderas sigan ondeando con orgullo, recordándonos que la historia es más que un relato, es una bandera que sigue ondeando en el viento del tiempo.
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