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JOSÉ SÁNCHEZ CONESA
Miércoles, 2 de junio 2021, 01:50
Antonio Martínez Díaz 'Mardy' (Galifa, 1973) y María José Martínez García (Los Puertos de Santa Bárbara, 1976), forman matrimonio y feliz ayuntamiento en el desarrollo ... del turismo rural en la zona oeste. Ellos han sido los pioneros en una apuesta arriesgada, cuando todos le comentaban a Antonio que era un error porque ese tipo de turismo en nuestra región solo era posible en Moratalla. Nuestro entrevistado sentencia: «¡Cobarde soy poco!».
En 1990 comenzó su andadura emprendedora con una empresa de electricidad, ampliando a otros sectores como la construcción, especializándose en la restauración de viejas viviendas en el medio rural (a veces ruinosas) para venderlas a parejas de extranjeros, sobre todo matrimonios de jubilados ingleses porque en aquel 1998 comenzó toda una época de gran demanda. Llegaron a residir solo en la zona de la rambla del Cañar hasta quince parejas, ahora quedan tres. Venían buscando fundamentalmente sol y paz, aunque en 2005 se paraliza el boom pues con la entrada en vigor del euro ya no les resultaba una inversión tan atractiva, factor unido a la edad ya avanzada, lo que les hace regresar a su país, Deciden que algunas de esas casas las destinarán a uso turístico.
Primero son dos casas, y luego otras dos, las que conformarán el complejo La Nieta del Gasero, que es María José. Su abuelo se llamaba José Martínez Martos (1912-1996), de profesión recovero, cambiando las gallinas y huevos que le proporcionaban las mujeres de los caseríos por telas, en una posguerra de trueques. Luego amplía el negocio a la venta de gas para los quinqués, principal instrumento de iluminación doméstica.
Los primeros clientes de aquellas viviendas fueron una familia de Cartagena que buscaban la tranquilidad. No tuvieron más remedio que crear su web en una época que sonaba raro, solicitar una carísima línea wifi y darse de alta en el portal Escapa rural como vía imprescindible para que les conocieran. En los veranos demandan esta experiencia madrileños, alicantinos y familias procedentes de diversos puntos del ámbito regional. Deciden construir una piscina para combatir los rabioso rayos de sol, contando además con la ventaja de que la playa de La Azohía se ubica a 22 kilómetros. Es una realidad palpable de que gusta porque el 50% de los clientes repiten.
En 2009 adquieren la casa del Nene en el Cañar, una gran casona que transforman en dos y un salón para celebraciones con unos enormes ventanales a un paisaje de verdes montes. Los detalles son cuidados como las tejas pintadas con coloristas pájaros de la zona como abubilla, verderón, gorrión, perdiz, cabernera y tórtola.
Era conocido con el sobrenombre del Nene por ser hijo único y así era llamado por su madre Alfonso Agüera Moreno. Era propietario de 24 fanegas de tierras con sus higueras, oliveras, frutales, plantaciones de viñas y pésoles, de tanto prestigio en esta zona por su dulce sabor. Contribuían al riego dos norias que tuvo, ayudándole a subsistir, vendiendo el excedente resultante en la lonja de Cartagena, adonde se encaminaba con su carro. Era un auténtico Robinson Crusoe del campo, pues casó tardío y pronto enviudó. Quedan en las nuevas casas reformadas muchos recuerdos de aquella persona bondadosa y generosa que fue Alfonso. Sus conocimientos ancestrales han sido recogidos en las obras etnográficas de Anselmo Sánchez Ferra y Gregorio Rabal Saura. No había nadie que lo visitase que no se llevase pan, elaborado gracias a que disponía de horno moruno, o cualquier de los alimentos que en ese momento tuviese a su disposición. En las techumbres de madera cuelgan un manojo de esparto-el último que trabajó el Nene-, así como todo lo salido de esta planta: pleita, una damajuana, una caracolera y una hoz.
Antonio 'Mardy' tuvo oportunidad de platicar mucho con el Nene y escuchar historias como lo ocurrido en tiempo de guerra cuando una mujer cogió la talla de madera de la Virgen de la Luz convirtiéndola en astillas para cocinar un cocido. El manantial del Cañar dejó de manar agua y aquella irrespetuosa señora murió tras la ingesta. Trajeron otra imagen de dicha advocación de la iglesia del poblado de Escombreras, allá por los años 50, y al día siguiente el chorro de agua volvió a alegrar el paraje.
Antonio y María José se preocuparon por él en los últimos años de su vida, como los hijos que nunca tuvo este hombre que tanto sabía de plantas curativas, teniendo a mano el rabo gato y la mejorana para las dolencias estomacales y lavanda y el romero como aromáticas y ahuyentadoras de bichos. En el otro extremo hallamos las azucenas y lirios que cultivaba Alfonso para llevarlas al cementerio de Tallante donde descansan sus padres. Allí siguen y las vemos en esplendor, junto a la casa, en una apacible tarde de domingo.
Comenta María José que el proyecto Life Garbancillo de Tallante, que tanto impulsaron Juan José Martínez, catedrático de la UPCT, y Esteban Jordán, puso en el mapa a aquellos recónditos y olvidados lugares. Se diseñaron rutas y talleres curiosos como el de elaboración de embutidos en los que participaba el rector de la mencionada universidad, José Antonio Franco.
Ella ha sido la responsable de las relaciones públicas, estando presente en cualquier curso o foro donde se aborde el desarrollo rural, las potencialidades de la cultura tradicional y sobre todo el turismo. Sus opiniones siempre animan el debate, no dejando indiferente a nadie. Abandonamos el lugar cuando comienza a ensombrecerse el horizonte y nos parece ver al Nene con sus bestias entre las faldas de los cabezos.
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