Sin flores para San Valentín

Mira al horizonte, comprueba que cuatro de sus siete invernaderos están sepultados por la nieve, suspira y se resigna: «Somos cinco familias comiendo de esto; a ver qué camino tomamos ahora». Juan Carmona, a sus 60 años, no recuerda semejante drama en el sector de la floricultura de Cehegín. «Esto es un desastre». Los productores del municipio estiman que la nevada ha causado unos daños de 2,5 millones de euros, al arrasar 100.000 metros cuadrados de producción de clavel y gladiolo, distribuidos en más de 70 invernaderos.

«Hay familias que se han quedado sin nada», alertaba ayer Juan Maravillas Ortega, gerente de Canaraflor, la cooperativa con más productores del municipio. Un equipo de 'La Verdad' visitó ayer la 'zona cero', que se extiende por Campillo de los Jiménez, El Chaparral, La Carrasquilla, La Pilá y Canara. En esta última pedanía, Juan Carmona hacía números, a pie de explotación, junto a su hijo. «Los invernaderos han aplastado 90.000 plantas de clavel; unido a los daños en las estructuras, son unos 80.000 euros». Este floricultor autónomo tendrá que despedir a dos de sus empleados. «Hemos perdido la mitad de la producción. Lo que más siento es despedir a gente, pero mi hijo y yo tendremos que sacar esto».

Los invernaderos de estructura multitúnel aguantaron la embestida de la nevada, pero los de parral se hundieron. Los armazones metálicos estaban convertidos en un amasijo de nieve, alambres, plásticos y claveles. Las instalaciones que seguían en pie presentaban agujeros y en el interior se habían formado bolsas de aguanieve a punto de explotar sobre las plantas.

«Nadie de la Consejería de Agricultura se ha puesto en contacto con nosotros», lamentaba, indignado, Juan Maravillas Ortega, de Canaraflor. «A ver si la consejera se anima y viene». Los únicos que visitaron las explotaciones fueron los ediles José Soria (PP) y Jerónimo Moya (C's), y la titular de Agricultura, María José Martínez, que avanzó que «este equipo de Gobierno trabajará para que las administraciones competentes declaren la zona como catastrófica para que los agricultores obtengan ayudas y saquen adelante su producción».

El alcalde, José Rafael Rocamora, avanzó ayer que solicitará una reunión con el presidente regional, Pedro Antonio Sánchez, y la consejera de Agricultura, Adela Martínez-Cachá, para «solicitar su presencia en el municipio y que puedan conocer de primera mano los daños».

Cehegín es el motor regional de la floricultura y, como mínimo, el sector calcula que necesitará seis meses para retirar las estructuras dañadas, levantar otras y empezar a plantar. «Han sido tres años para conseguir esta plantación», lamentaba, desconsolado, el floricultor Juan Francisco de Gea. «Agroseguro no nos quería asegurar por la alta siniestralidad». A Juan Francisco, su hermano y su mujer se les ha venido encima una deuda de 70.000 euros al quedar sepultados tres de sus invernaderos. «Me he quedado muerto al ver las pérdidas: 25.000 claveles y gladiolos».

La ola de frío polar ha coincidido con la víspera de la temporada alta: San Valentín (14 febrero), Día Internacional de la Mujer (8 de marzo), Semana Santa... «Son fechas críticas; hemos tenido que anular pedidos en toda España, Alemania, Inglaterra...», explicaba el gerente de Canaraflor. Una de las mayores catástrofes se vivió en El Chaparral, donde la nieve sepultó 20.000 metros cuadrados de invernaderos (400.000 euros en daños). La palabra «ruina» era la más repetida por los productores. Otro de los dolores de cabeza es la inminente subida de la tasa de paro del municipio, ya que en la 'zona cero' se destruirán 100 empleos. «Es un sector estratégico para la economía de Cehegín», concluía Jerónimo Moya, de Ciudadanos. La cuantía de las pérdidas y el número de estructuras afectadas puede elevarse en las próximas horas, porque un manto blanco y pesado seguía reposando sobre cientos de invernaderos, pese a la sal empleada. «Como llueva se producirán nuevos hundimientos».

«Una 'miaja' de ayuda»

El Ayuntamiento de Totana también calificó de «desastre» los efectos de la nieve en las mallas que se instalan en lo alto de los parrales de uva de mesa para combatir el granizo. El Raiguero es una de las zonas más damnificadas, tal y como corroboraba Tomás Sánchez, uno de los agricultores afectados. «Enderezar los alambres es muy complicado; tenemos que empezar de cero y lo haremos cuando podamos». Sánchez criticó la visita que realizó el pasado jueves al Raiguero la consejera Martínez-Cachá: «Solo vio un parral y se marchó. Esperemos que al menos nos den una 'miaja' de ayuda».

El sindicato agrario Coag comenzó ayer a realizar las primeras valoraciones de los daños en los parrales. «En la actualidad se están recopilando datos de las hectáreas afectadas, que podrían superar las cien, la gran mayoría de pequeños agricultores», avanzó desde Coag Manuel Ruiz. Las incidencias en los parrales de uva de mesa también se extendieron a Alhama de Murcia y Aledo.

El panorama es preocupante «porque los seguros de las plantaciones no cubrirán los daños, ya que en las fechas actuales las parras no se encuentran en producción». Los efectos de la nevada, en cambio, beneficiaron a los viñedos de Bullas. «La nieve ha curado la madera y ha sido una bendición», afirmaba, feliz, Francisco Carreño, presidente del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Protegida Bullas. «Este agua se acumulará hasta la raíz».

El sector agrícola regional se debatía ayer entre la cara y la cruz en función del tipo de cultivo. Valgan como ejemplo las hortalizas del Valle del Guadalentín, cercadas y dañadas por la podredumbre causada por los altos niveles de humedad. Los efectos ya se están dejando notar y Mercamadrid confirmó que prácticamente no ha llegado producto a los mercados centrales procedente de Murcia.