Fallece Azagra, el obispo de la calle
Lorca Planes ensalza su empatía con la gente de la Región: «Lo querían a rabiar»; la capilla ardiente está instalada en la capilla de Santiago del Obispado. Será enterrado hoy en la Catedral de Murcia en una misa funeral que empezará a las 16.30 horas
Manuel Madrid
Lunes, 17 de noviembre 2014, 00:47
El obispo emérito de la Diócesis de Cartagena, Javier Azagra Labiano, falleció ayer al mediodía en el hospital Virgen de la Arrixaca, a los 91 años, aferrado a las manos del que ha sido su inseparable chófer y cuidador en los últimos 33 años, Antonio Olivares, el conserje de la Casa Sacerdotal, el primer murciano con el que se topó al llegar a Murcia en un Dos Caballos desde su Pamplona natal. «Era generoso con todos. Un buen hombre, con un gran corazón y muy querido. ¡A veces no podía ni andar entre el gentío! Se paraba a hablar con todo el mundo y llegábamos tarde a todos los sitios. Decía que los niños eran una bendición de Dios. Ayer, en el día de la Iglesia Diocesana, cogido a las manos del que fue su fiel escudero, nos dejó el obispo de la calle, de los jóvenes y los desafortunados, tras una vida consagrada a proclamar las verdades de Jesucristo y despertar la fe de quienes no la tenían.
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«Entrañable y positivo, buen amigo de todos»
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«Su cercanía le hizo ser muy respetado»
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Reacciones a la muerte de Azagra
Su cuerpo fue trasladado ayer por la tarde a la capilla del Santísimo, en el Palacio Episcopal, abierta de madrugada y toda la mañana de hoy. Será enterrado en la capilla del Corazón de Jesús de la Catedral de Murcia, a las 16.30 horas, en un funeral oficiado por el obispo de Cartagena, José Manuel Lorca Planes, quien ayer destacó de Azagra su empatía con los murcianos: «Siempre estaba atento a las necesidades y la gente lo quería a rabiar. Ha sido un hombre admirable, un caballero fiel y leal, austero, siempre dispuesto a colaborar, y hasta el final un enfermo obediente y dócil». Planes ensalzó el «feeling» que tenía con los jóvenes -era asiduo a los actos de confirmación-. En sus 20 años (1978-1998) pastoreando la Diócesis de Cartagena -de 1970 a 1978 fue obispo auxiliar-, ordenó a 147 sacerdotes y 15 religiosos. «Yo fui uno de ellos», señaló Lorca Planes, «y soy un afortunado, como todos. Siempre estaba cerca y escuchaba con gran atención».
El obispo pidió ayer que se celebre una misa funeral en todas las parroquias de la Diócesis por Azagra, una figura omnipresente y querida por colectivos de toda condición. Era aficionado al fútbol y al ciclismo -recitaba de carrerilla todos los ganadores del Tour desde 1931-, defendió las causas del pueblo -incluso asistía a manifestaciones sindicales- y desde que se 'jubiló' era habitual verle dando paseos por el río, comprando la prensa y los 'ciegos'. No tuvo tiempo para sí mismo; sus 24 horas eran para los demás, y nunca falló a los encuentros de La Fuensanta (pastorales juveniles), ni a la clausura de los cursillos de Cristiandad. Fue a Lourdes a acompañar a los enfermos todos los años que fue titular de la Diócesis de Cartagena.
Solía relatar una anécdota que tenía que ver con su padre, pamplonica nacido en Argentina. Azagra estudiaba Ingeniería Industrial cuando decidió ingresar en el seminario, y su progenitor le advirtió: «Ya sabes que no tengo fe. Yo iré a tu misa, pero sin sentir nada...». Años después, estando de sacerdote en Tafalla, «me llamó y me dijo: 'Javier, tengo fe, quiero confesarme contigo. Y le confesé. Eso me ayudó a tratar con los que no tienen fe».
Azagra ha sido la personificación de las bondades de la Iglesia. Su cercanía a la gente, su optimismo e ilusión y su llaneza fueron sus mejores cartas. Afable y campechano, accesible y disponible para todos y, como destacó Lorca Planes, se ha presentado ante el Señor «con las manos llenas de nombres y con el deber cumplido». Hijo Predilecto de Murcia, Cartagena y Molina, y Doctor Honoris Causa de la UCAM, el Ayuntamiento de Murcia ha decretado dos días de luto. «Será recordado por su enorme amabilidad y sus innumerables cualidades humanas», manifestó Miguel Ángel Cámara. El Consejo Local de la Juventud no olvidará «la fuerza de su mensaje».