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Paco Martín posa en la Cuesta de la Baronesa, en la antigua entrada a la casa donde nació. / PABLO SÁNCHEZ / AGM
Paco Martín: «Pasé hambre en Barcelona cuando buscaba ser un músico famoso»
RESPONSABLE DE ACTIVIDADES CULTURALES

Paco Martín: «Pasé hambre en Barcelona cuando buscaba ser un músico famoso»

De niño prodigio a director de La Mar de Músicas, simboliza la revolución musical de las últimas cinco décadas

JOSÉ ALBERTO GONZÁLEZ

Domingo, 25 de octubre 2009, 12:45

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Niño prodigio, profesor frustrado, músico de verbenas, especie de hippie del jazz en la Barcelona de finales de los años 70, dueño del mítico bar El Arlequín, creador del Festival de Jazz e hiperfamoso director del Festival La Mar de Músicas. Todo eso y mil cosas más ha sido y es Paco Martín, factótum (con el permiso de alcaldes y concejales) de la política cultural del Ayuntamiento de Cartagena desde mediados de los años ochenta. Con 53 años recién cumplidos, tiene tantas vivencias y anécdotas que le daría para contarlas otros 53 intensos y divertidos años.

- Quizás mucha gente no lo sepa, pero a usted de pequeño le llamaban el Pequeño Ruiseñor de Cartagena. ¿Qué recuerdos tiene?

- Eso fue cuando me hice famoso cantando. Me comparaban con Joselito. Yo tenía una voz muy finita y entonaba muy bien. Todo surgió de forma muy natural por mi madre, que cantaba muy bien. Me enseñó a afinar la voz y me presentaba a concursos. Yo los ganaba todos. Un día alguien me vio y a partir de ahí me propusieron grabar un disco, ir a televisión, hacer una película...

- ¿ Y qué cantaba?

- Mi nombre artístico era Paquito. Era la época del boom de Joselito, Marisol, Rocío Dúrcal. Niños prodigio, vamos. Mis canciones tenían cadencias rockeras y arreglos con instrumentos electrónico. Por ejemplo el piano Farfisa, que tenía un sonido muy peculiar. La verdad es yo que cantaba cosas muy modernas para entonces, finales de los años sesenta.

- ¿Suele escuchar esas grabaciones?

- Muchas veces las pongo en mi casa y digo: ¡Joder, qué arreglos más buenos me hicieron! El disco lo grabamos en la casa de discos Zafiro, de Barcelona.

- Cuénteme ese viaje.

- Fue un auténtico viaje familiar de una semana. Mis padres y mis hermanos aprovechamos para conocer Barcelona. Las grabaciones se hacían como si fueran directos. Así que allí estaba yo, delante de una orquesta de músicos con mi micrófono y mi familia por allí. Luego, hubo una sesión fotográfica en el Parque de Atracciones de Montjuic. ¡Cada vez que me veo en aquellas fotos me horrorizo!

- ¿Por qué?

- Porque me vistieron con zapatos de charol y camisa floreada. Fue alucinante.

- ¿Qué le pareció Barcelona a ese chaval cartagenero?

- No me enteraba de mucho, porque yo iba adonde mi madre decía. Pero la ciudad me impactó muchísimo. Las luces, las atracciones, ¡todo me deslumbró tanto! Ahora, lo recuerdo como un sueño, como cuando actué en Televisión Española, cuando me llamó Cesáreo González, el productor más importante del país, cuando...

- Pero aquello se acabó.

- Sí. Con doce o trece años, en la pubertad, me daba vergüenza cantar. Me veía ridículo en el escenario. Mi padre se enfadó muchísimo y yo lloraba. Él creía que iba a ser una estrella de la canción.

- ¿Y cómo acabó el drama?

- Pues mi padre y yo llegamos a una especie de trato. Dejaba de cantar, pero seguía con los estudios de piano en el Conservatorio. Y así lo hice un tiempo, pero es que no me interesaba la música clásica, yo estaba en otra onda. Un día dije: ‘Lo dejo’. Pero confieso que cuando estoy en casa solo o me aburro, toco el piano.

- Pero tuvo más intentonas musicales en plan profesional, ¿no?

- Sí. Con veinte años empecé a dar clase en el colegio Salesianos, en Los Dolores. Pero no aguante más de dos años como profesor. No soportaba a los niños. Yo les daba libertad, pero ellos se tomaban la que les daba la gana. No me veía toda la vida así y, entonces, ocurrió que en Cartagena había una pequeña comunidad musical y...

- ...Y mordió el anzuelo otra vez.

- Nos gustaban Pink Floyd, David Bowie, Triana, Lou Reed... Había una serie de músicos alrededor, como Diego Jódar, que tocaba la guitarra y cantaba; Mariano, que tocaba el bajo; José Luis, que tocaba el saxo; y Antonio Fidel, que estuvo como bajo en El último de la fila y también en Los burros, en los primeros años de Manolo García. Y resulta que Antonio sacaba dinero de grupos de verbena.

- No me diga que hizo verbenas.

- - Pues sí. Estando yo trabajando, me convenció de que me metiera en un grupo que se llamaba Los latinos. Y entonces nos recorrimos la Región haciendo verbenas, ¡es alucinante!, para podernos pagar todo el equipo musical. Una guitarra no era cara, pero yo tenía que tener un piano eléctrico, un sintetizador, una especie de teclado que llamaban melotrón que hacía los violines, las violas, los violonchelos. Y la única forma de pagarlo era con las verbenas.

- Y vuelta a empezar con la fama...

- Nosotros queríamos vivir de la música, y si para eso había que conquistar una especie de fama, la buscábamos. Así que los músicos y algunas novias nos fuimos a Barcelona en comuna, en plan hippie. Vivíamos en una torre cerca de Tarrasa, en Les Fonts de Tarrasa. Nos pusimos Alcacil y estuvimos allí un año. Era en mitad del bosque, llevábamos el pelo largo y con cintas, ropa vaquera... Fue una experiencia fantástica que le dio un espíritu muy importante a mi vida. Pero fue también una experiencia un poco aterradora.

- ¿Y eso?

- Pues porque llegó un momento en que no teníamos dinero, y para poder pagar la casa y comer teníamos que tocar en el Metro. Literalmente, pasamos hambre. El grupo hacía jazz y rock sinfónico, pero no cuajó. Y se partió en dos. Antonio se quedó en Barcelona y conoció a Manolo García. Y Diego, José Luis y yo nos fuimos a Cartagena para montar un bar de jazz y actuaciones en directo. Y ese bar fue el mítico Arlequín..

- Que estaba en la calle Balcones Azules, en pleno Molinete.

- Sí. Teníamos una cierta sensación de fracaso, pero el reto de hacer algo importante en Cartagena. Y lo hicimos. El Arlequín. Para mucha gente que ahora tiene de 35 a 50 años, ha sido algo importante en sus vidas. Mis padres me prestaron dinero y reformamos un local en la calle Balcones Azules, ¡qué bonito nombre!, en pleno barrio de putas. El alquiler nos costó 2.000 pesetas. La decoración era de principios del siglo XX, con el suelo adoquinado en blanco y negro como un tablero de ajedrez, arcos de ladrillo, mesas de mármol y hierro y un escenario pequeñito. A la gente le encantó.

- Dicen que iban desde prostitutas hasta insignes políticos.

- Sí, sí. Fue abrir en la Semana Santa de 1980 y no parar de ir gente. Las prostitutas se tomaban el café por la tarde, la Policía se pasaba mucho para ver si pillaba droga y poníamos música muy moderna. Fue la primera vez que sonaba Miles Davis en un local. Los jóvenes de Barcelona que hacían la mili en Cartagena y eran músicos aprovechaban para tocar. Un día apareció por allí Loquillo. Y, sí, lo mismo iban políticos socialistas que de la derecha. El boom duró tres años, ganamos mucho dinero. Pero yo me enamoré y me fui a Valladolid. Al año volví, pero el bar había decaído mucho. De todas formas, toda Cartagena pasó por allí. Habíamos cumplido nuestro sueño.

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