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Juan Pastor
Viernes, 29 de noviembre 2024
Todos los años se repite la misma estampa a las puertas de ciertas administraciones de lotería de las principales ciudades de España. Decenas de personas guardan cola, en ocasiones durante horas, con la intención de comprar décimos para la Lotería de Navidad en unos establecimientos concretos. Se trata de ventanillas que han conseguido gran popularidad tras haber logrado repartir un número considerable de premios a lo largo de los años. Como consecuencia, se ha instalado la creencia de que esas administraciones son más afortunadas y, por lo tanto, resulta más fácil conseguir un premio si se compran ahí las participaciones en el sorteo.
Como tantas realidades del sorteo del Gordo, ese fenómeno tiene una explicación bastante más sencilla, que responde a una combinación de 'marketing' y pura estadística. El motivo de que las administraciones de lotería de mayor fama sean también las que reparten más premios se debe sencillamente a que venden una mayor cantidad de números. A su vez, cuantos más décimos venden, incrementan la posibilidad de que, efectivamente, logren repartir premios, lo que a su vez refuerza el efecto llamada entre los clientes y multiplica aún más las posibilidades de que en el siguiente sorteo logren distribuir más números agraciados. De este modo, las ventas se retroalimentan y atraen a su vez más ventas, llegando en algunos casos a convertirse en verdaderos lugares de peregrinación para los aficionados al sorteo.
Explicado esto, otro factor que no resulta baladí es que las administraciones con mayor volumen de negocio también pueden permitirse comprar más números de la Lotería de Navidad para vender. A más décimos disponibles, mayores posibilidades de que alguno de ellos resulte agraciado en el sorteo del Gordo. Algunos avispados empresarios llevan esto al extremo y tratan de comprar una pequeña cantidad del mayor número posible de décimos, con el claro objetivo de que la probabilidad matemática les favorezca.
Otra faceta de este fenómeno la encontramos en que las administraciones más populares, conscientes de que las leyes de la estadística juegan en su beneficio, explotan su imagen de establecimientos afortunados efectuando una serie de inteligentes acciones de 'marketing'. Por ejemplo, nada más conocer que han vendido un décimo premiado se apresuran a colocar grandes carteles en el exterior para que los vecinos se enteren, imprimen camisetas con los números agraciados y salen a la calle para celebrar ruidosamente con champán como si los propios loteros hubieran ganado el premio. Y es que, en cierto modo, así es, ya que cada premio de Lotería de Navidad que hayan logrado vender incrementa el prestigio de su negocio.
Con el objetivo de multiplicar su visibilidad, las administraciones más afamadas incluso llegan al punto de organizar comilonas o fiestas para atraer a los vecinos en la mañana del 22 de diciembre, de modo que puedan ser partícipes de su éxito y tomen buena cuenta de cara al siguiente sorteo. Y es que, como la famosa frase atribuida a Julio César, las administraciones de lotería no solo deben atraer la buena fortuna, sino también deben parecerlo.
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