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Fernando López Miras, el domingo 13 en Lo Pagán junto a los científicos Javier Gilabert (i) y Ángel Pérez Ruzafa (d). VICENTE VICÉNS

El Mar Menor, ahora o quizá nunca

Fernando López Miras debe elegir entre que se le recuerde como el presidente al que se le murió la laguna o el presidente que por fin se puso manos a la obra para salvarla

Martes, 22 de octubre 2019, 19:31

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Ya no se ven peces asfixiados en las orillas (ahora se comen entre ellos), pero el Mar Menor sigue agonizando, falto de oxígeno y sobre todo de una estrategia para salvarlo (porque el plan de 'vertido cero' es otra cosa). Después de un fin de semana caliente desde el punto de vista informativo, con mi reportaje de las 'diez puñaladas' volando por las redes (¡gracias!), la entrevista a la ministra Teresa Ribera («No vamos a sustituir al Gobierno regional»), la contestación del presidente Fernando López Miras («Estamos solos») y la dimisión de otros cuatro investigadores del Comité de Asesoramiento Científico (por la dependencia política de este órgano consultivo), y todo en 'La Verdad', por cierto, la Región de Murcia asiste perpleja a una partida de ajedrez dialéctica en la que nuestros políticos parecen haberse olvidado de cuál es su obligación.

El Gobierno regional ha decidido ir al choque con el Ministerio: no está de acuerdo con el reparto de costes por el plan de 'vertido cero' y dice sentirse abandonado por la ministra para la Transición Ecológica, que ha dejado claro que somos «buenos vecinos» pero no tontos. Sí a «ayudar a tope», ha lanzado Teresa Ribera, pero no a comerse todo el marrón de un desastre ambiental que se ha producido por una nefasta gestión local: de la Comunidad Autónoma y ayuntamientos y con respecto a la gestión del territorio, el agua y actividades como el urbanismo, la agricultura y la ganadería; y todo dentro y alrededor de un espacio protegidísimo. Sobre el papel, claro.

Con la inestimable ayuda del Estado, claro; las negligencias de CHS y Demarcación de Costas saltan a la vista, pero con un porcentaje de responsabilidad muy pequeño con respecto a los actores locales, que han gobernado durante lustros con pleno ejercicio de todas las competencias que en teoría tenían que haber defendido el Mar Menor de agresiones que lo han envenenado.

Aunque suene iluso: qué buena oportunidad para convertir el Mar Menor en algo así como un asunto de Estado, una cuestión blindada ante reproches partidistas, pero el 10-N hay elecciones y toca pelearse. Qué pena que sea así, por el Mar Menor, que no tiene culpa de nada; pero además creo que esta previsible escenificación preelectoral, en la que quizá López Miras tema un abrazo del oso desde el Gobierno central, se volverá en su contra.

Madrid, el Ministerio, la ministra... todo queda demasiado lejos y el Mar Menor se está muriendo en la Región de Murcia, donde aún no se ha tomado una sola iniciativa (salvo el tímido decreto-ley de medidas urgentes) que toque de lleno el foco principal del problema: la sobredimensión de la agricultura intensiva y sus vertidos de pesticidas y abonos químicos. Por más que el presidente regional exija al Estado que baje el nivel del acuífero desde la rambla del Albujón, parte de la comunidad científica asegura que esa actuación es un parche que ya sirve de poco, el nuevo mantra para que parezca que se intenta algo, como en su día se proponía la apertura de las golas para que entrara el agua del Mediterráneo a manta.

Ser el presidente tiene estas cosas; a Fernando López Miras le toca liderar la salvación del Mar Menor porque solo a él le van a pedir responsabilidades. Y solo él puede elegir entre que se le recuerde como el presidente al que se le murió el Mar Menor en sus brazos o el presidente que por fin se puso manos a la obra para salvarlo. Puede ser ahora o quizá nunca.

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