Europa aprende a inclinarse ante Trump al sentirse vulnerable por la amenaza de Rusia
Los líderes del Viejo Continente pasan de la crítica al elogio en sólo unos meses y aceptan los aranceles para no perder a su aliado más poderoso
Nada más llegar a finales de enero a la Casa Blanca, Donald Trump reclamó Groenlandia, que es un territorio autónomo de Dinamarca, un país miembro ... de la Unión Europea. En ese inicio de su segundo mandato y durante una conversación privada que al final salió a la luz, el presidente norteamericano calificó de «patéticos» a los líderes comunitarios. De hecho, dijo que no defendería a los socios de la OTAN que no elevaran su gasto militar. Y añadió que la UE era un grupo creado para «fastidiar a Estados Unidos». Demasiadas reglas, burocracia y bienestar social. El pasado lunes, al salir de la reunión en Washington con el dirigente de Ucrania, Volodímir Zelenski, y los principales mandatarios europeos, el magnate le dio la vuelta a su discurso y declaró en Fox News: «Ha sido una charla entre amigos, entre aliados que se respetan y se caen bien». De sanguijuelas a colegas. ¿En qué ha cambiado Trump? En nada. Ha cambiado Europa, que se ha inclinado ante el poder militar y económico de EEUU y ha aprendido a hablar en el idioma que más le gusta al líder republicano.
Trump es como ese niño arrogante y mimado a quien su padre rico le ha comprado un balón. Si el resto de los chavales del patio del colegio quieren jugar, tienen que hacerlo a su capricho. Así funciona el mundo desde que hace siete meses el magnate neoyorquino preside Estados Unidos. En este breve espacio de tiempo, Europa se ha adaptado. Ha reducido progresivamente las críticas, ha cargado con los aranceles y ha asumido que a partir de ahora tendrá que defenderse por su cuenta de la amenaza del imperialismo ruso, materializado en la invasión de Ucrania. El republicano ha impuesto ese cambio de actitud en el Viejo Continente, cuyos miembros han visto la necesidad de estar más unidos que nunca al quedarse sin el cobijo militar del socio americano que vino al rescate en la Segunda Guerra Mundial.
Ahora no es el nazismo alemán el enemigo, sino el expansionismo de la Rusia de Vladímir Putin, que desde 2022 ha puesto el pie sobre el 20% del territorio de Ucrania en una invasión que no cesa pese al empeño de Trump por zanjar el asunto. De eso iba el encuentro en la Casa Blanca del lunes. Emmanuel Macron (presidente francés), Friedrich Merz (Alemania), Giorgia Meloni (Italia), Keir Starmer (Reino Unido), Alexander Stubb (Finlandia), Ursula von der Leyen (Comisión Europea) y Mark Rutte (OTAN) escoltaron a Zelenski en Washington.
Trump primero menospreció a los europeos y ahora los considera «amigos y aliados que caen bien»
Como si se tratara de un coro, habían coordinado sus discursos y tenían un objetivo común: halagar a Trump por, como elogió Rutte, ser un «pacificador pragmático» y apartar así al magnate del influjo de Putin, con quien se había reunido tres días antes en Alaska. «Ver que compartíamos los mismos puntos de vista agradó al presidente estadounidense», aseguró el canciller germano, el único que se atrevió a poner sobre la mesa el incómodo tema del alto el fuego en Ucrania. Según contaron varias fuentes a 'The New York Times', fue sólo en ese momento cuando al anfitrión le cambió la cara. En Alaska le había quedado claro que el Kremlin descarta una tregua y que, en teoría, apuesta por un acuerdo de paz duradero aún por negociar.
«Aquí todos estamos en favor de la paz», dijo Macron. Los mandatarios europeos cubrieron de halagos a Trump. Abonaron el narcisismo de un personaje que sueña con el Nobel de la Paz. Hasta Zelenski, que fue abroncado y humillado en febrero durante su primera visita a la Casa Blanca, se ajustó al protocolo, dejó su habitual vestimenta militar y se presentó con traje. En un ambiente cordial, le entregó al líder republicano una carta escrita por su esposa y dirigida a Melania Trump sobre la muerte de niños que ha provocado este conflicto. El gesto pareció conmover al volátil magnate, que un día defiende a Putin y al siguiente anima a Zelenski a atacar Rusia.
Contra el hechizo de Putin
En cierto modo, los europeos lograron romper el hechizo de Putin sobre Trump. Según 'The Washington Post', el líder ruso consiguió en Alaska archivar la amenaza estadounidense de imponerle más sanciones económicas si no acepta el fin a la guerra, pero falló en su intento de distanciar a Estados Unidos de Europa.
Sin tener asegurado el apoyo militar de Trump y con un vecino como Rusia capaz de enviar a la muerte en Ucrania a un millón de soldados sin que su opinión pública proteste, el Viejo Continente se siente «vulnerable porque ha sido abandonada por Estados Unidos», como apunta Matthias Matthijs, investigador principal para Europa en el Consejo de Relaciones Exteriores. «De repente, han empezado a pensar que tienen que depender más de sí mismos», señala el experto en 'The New York Times'.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, es consciente del cambio: «Necesitamos otra Unión Europea. Tendrá que estar preparada para salir al mundo y desempeñar un papel muy activo en la configuración del nuevo orden mundial que se avecina». La población de la UE envejece y el crecimiento económico es débil frente a la pujanza de Estados Unidos y, sobre todo, de China y varios países emergentes.
Para evitar que ese empequeñecimiento acabe llevando a Europa a la irrelevancia, los líderes de los principales países del continente han hecho este año un curso acelerado sobre cómo agradar a Trump. Entre las asignaturas, además de la diplomacia, está la psicología. Se trata de seducir al presidente de EEUUantes de que caiga en manos de Putin. El mandatario ruso, como escribió David Remnick, director de 'New Yorker', «ha logrado la distinción de parecerle casi cualquier cosa a casi todo el mundo». «Después de unirse a la KGB, les decía a sus amigos más cercanos: 'Soy especialista en relaciones humanas'». Con esa mirada plana, que no expresa nada, ha tratado siempre de poner a su homólogo estadounidense de su lado. La UE tira del otro extremo de la cuerda, aunque para eso ha tenido que unirse y rendir pleitesía al nuevo inquilino de la Casa Blanca, que ha fijado un precio.
A tragar con los aranceles
Hace un mes, en un campo escocés de golf de su propiedad, Trump recibió a Von der Leyen para pactar los aranceles de EEUU a Europa. Mientras China se ha negado a aceptar esos gravámenes y ha contraatacado con la misma medida, la UE se ha plegado y acaba de acordar un gravamen del 15% para la mayoría de los productos europeos. El republicano, que había amenazado con el 30%, ha ganado ese partido. «Calculó exactamente dónde está nuestro umbral de dolor», declaró un embajador europeo al 'Financial Times'.
Europa no le ha sostenido el pulso. «Es lo mejor que podemos conseguir», se resignó la alemana Von der Leyen. Además, la UE tendrá que realizar compras millonarias de armamento y energía estadounidenses. Trump necesita ingresos para cumplir su promesa de bajar impuestos y la UE, que precisa tiempo para reconstruir su capacidad de defensa, no tiene más remedio que hacer lo que manda el dueño del balón para tener un dorsal en el partido que se disputa en el patio mundial.
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