El nieto de John Kennedy se mofa de otros y hace tonterías frente a la cámara para lanzarse a la política
Intenta hacerse un hueco por sí mismo en la redes sociales, al margen del partido, con el voto de los jóvenes de Manhattan, ese barrio un poco yupi, artístico y alternativo
Mercedes Gallego
Corresponsal. Nueva York
Viernes, 14 de noviembre 2025, 00:46
Llevar el apellido Kennedy es de por sí un llamado a la ambición política. En esa dinastía la mayoría no llega a los 30 sin ... un escaño, un despacho en la Casa Blanca o un aura de destino manifiesto. El último Kennedy en lanzarse a la política se apellida, en realidad, Schlossberg, pero es nieto del presidente asesinado e hijo favorito de su princesa, Caroline Kennedy, casada con el diseñador Edwin Schlossberg.
El mundo le conoció a los tres años, cuando llevó las alianzas matrimoniales a su tío John y la modelo Carolyn Bessette, la última gran historia de amor del clan, truncada por la maldición de los Kennedy cuando la pareja se estrelló en su avioneta camino de la finca familiar de Hyannisport. Convertido a los 32 años en el reflejo nostálgico de su tío, Jack Schlossberg ha aprovechado su figura y los seguidores amasados como provocador profesional en las redes sociales para lanzarse a por el escaño por Nueva York que deja libre el congresista demócrata Jerry Nadler, quien no parece muy satisfecho con el heredero.
«Bueno, no hay nada especialmente bueno ni malo en que un Kennedy ocupe mi escaño», dijo a CNN cuando le preguntaron. «Pero ese Kennedy —a diferencia de Schlossberg— debería ser alguien con un historial de servicio público, un historial de logros que él no tiene», apostilló.
Madre discreta
Para Schlossberg, el distrito 12 al Congreso que atraviesa Manhattan desde el East River hasta el Hudson es el mapa emocional de su vida. «Es mi casa, desde hace generaciones», ha dicho. Allí vivió su abuelo paterno y estudió él mismo. Lo que para muchos es oportunismo, para este Kennedy neoyorquino a lo John John es casi un derecho adquirido.
Su madre, que siempre se ha caracterizado por la discreción, dice sentirse orgullosa de que haya descubierto el camino hacia la política a través de las redes sociales, donde tiene un programa de YouTube y 758.000 seguidores en Instagram. Pero lejos de ser el chico bueno y educado que estos días se presenta en las cadenas de televisión, en las redes es un incendiario. Este verano se disfrazó de Melania Trump con una burda peluca para leer la carta que la primera dama había enviado a Vladimir Putin, por considerarlo la única manera de llamar la atención sobre su contenido, que, según dijo, «nadie en la prensa había leído, porque no mencionaba la palabra Ucrania ni una vez».
Después de haberse mofado de su voz, fruto de un problema neurológico, retó a su tío Robert a encerrarse con él en una habitación y a no salir «hasta que uno de los dos tuviera autismo». Exigió a la expresentadora de Fox Megyn Kelly que demostrase «no ser un hombre» enseñando sus genitales , y utilizó la palabra «coño» para referirse a las mujeres que lo criticaban.
«Todo lo que hago en las redes tiene un propósito: atraer la atención sobre los problemas serios a los que se enfrenta mi país con el gobierno de Trump», se ha justificado. Bailar en las azoteas de Nueva York o recorrer sus calles en patinete, mientras recita poesía, puede ser una forma de conectar con los jóvenes que busca para impulsar su candidatura, pero imitar acentos, mofarse de los defectos ajenos y ridiculizar a las mujeres cruza muchas líneas.
Arrebatos
«Cuando está con su madre se comporta, pero luego se desata con esos arrebatos», opinó el abogado Alan Dershowitz, conocido por defender a OJ Simpson, Jeffrey Epstein y el mismo Donald Trump, a quien atacó reiteradamente en las redes sociales y llegó a acusar de haber asesinado a su primera esposa. «Quizás ahora que va a presentarse a las elecciones logre controlarse y mostrarse de forma más positiva, pero yo no pienso votarle», zanjó.
El voto que busca es el de los jóvenes de ese barrio un poco yupi, artístico y alternativo, si es que queda algo así en Manhattan. Su intento de entrar en la política a través de la misma tierra que vio nacer a Trump puede quedarse en uno más de los muchos fallidos que ha intentado, desde médico de emergencias en Yale, dependiente de una tienda de sur en Hawái, pasando por abogado, periodista y hasta actor de cine.
No cuenta con el apoyo del aparato del Partido Demócrata, más allá de su madre, quien tras perder los puestos de embajadora en Japón y Australia, vive un segundo aire a través de su hijo. «Quiero hacer esto yo solo», dijo a 'The New York Times', sentado en su apartamento con un puñado de voluntarios que trabajaban en ordenadores portátiles.
Con la intuición que le permitió convencer a su madre en 2008 para que saliera en apoyo a Obama o a él mismo este otoño para votar por Zohran Mamdani para alcalde, ha entendido que los tiempos soplan en contra de los partidos tradicionales e incluso de su propio apellido, del que dice estar muy orgulloso. Lo que demandan es un enfoque disruptivo y alternativo que está dispuesto a darles sin soltar su teléfono.
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