Rosa María Calaf, periodista trotamundos
Sus máximas no tienen precio y alimentarán los manuales del buen periodismo. Rosa dice que hay que priorizar lo que importa a lo que impacta. ... Que la labor del periodista es hacer visible lo invisible, no amistarse con los políticos. Que las palabras no son inocentes: pueden ser oro y también plomo; que hemos eliminado las distancias, pero no los límites; que tenemos que estar muy vigilantes porque el aspecto lúdico invade lo informativo; que las risas entre Clinton y Yeltsin no ocultaban los cadáveres que flotaban en el río Moscova; que Reagan fue un gran comunicador, pero entorpeció la comunicación responsable; que Italia es el laboratorio político de Europa y que su casa es un sitio no para vivir, sino para volver. 78 años de generosa mujer: infatigable, entusiasta, curiosa. Ya ha conocido 183 países.
Rosa María desde China, la antigua URSS, Nueva York, Buenos Aires, Italia y otros destinos, quizá no fue consciente de su gran poder, del gran referente que ha sido para muchos de nosotros. Con su pelo anaranjado y su mechón blanco, creación de Llongueras, la distinguíamos y aprendíamos con ella mientras pelábamos la mandarina del postre.
Cuando se bajó de las corresponsalías se encontró que el público la esperaba para escucharla. Visitas con ella la diminuta Isla de Tabarca y por lo menos tres personas de edades diversas le preguntan ¿Tú eres la Rosa María Calaf? Un chaval joven, el dueño del restaurante donde comimos, las señoras del barco de vuelta. ¿Cuántas personas contarán con una foto de con Rosa María Calaf? Más que estrellas en el cielo, probablemente.
La Calaf es una diva cercana que hereda el gen trotamundos de su abuelo materno. Nace en el seno de una familia burguesa y con 14 años ya sale del hogar: viaja a Francia y también a Estados Unidos. Rosa iba para diplomática, estudió Derecho, y Ciencias Políticas en California, incluso recibió clases de Jimmy Carter.
Se cruzó en su camino José Joaquín Marroquí y comenzó a trabajar en el centro territorial de RTVE en Cataluña. Ella y su minifalda, comprada en Londres, salieron a la calle a encuestar a los vecinos. «Aquello era rarísimo porque aún vivíamos en una dictatura y nadie estaba acostumbrado a que le preguntasen por nada». Dos compañeros de la redacción la observaban en la lejanía «por su seguridad». Su primer destino fue África. Ella y sus compañeros recorrieron los miles de kilómetros que distaban desde España en una furgoneta.
De sus múltiples viajes y corresponsalías le quedan hogares y amigos a los que regresar y muchos tics con la alimentación. No comer nada crudo, los huevos muy pasados, el agua hervida. Nunca fumó, no prueba el alcohol y muestra una disciplina de libro en la mesa. «Tengo que perder 13 kilos». Se fracturó la cadera y quiere recuperar su forma. Es puntillosa y delicada en su apariencia. Todo lo cuida mucho con una coquetería casual, sin aspavientos. Es 'La Calaf'. Lo sabe y se debe a su público y a su conciencia social del periodismo. Recorre el mundo y España con sus consignas, con la esperanza de que algo se pose en los corazones de la gente. Rabia por no poder denunciar todas las injusticias. Esos son los temas que le interesan. No las 'celebrities', ni un Julio Iglesias que la toreó en Los Ángeles y que se presentó en Moscú con dos rusas que le sacaban dos palmos. «Son muy simpáticas, pero no saben español», dijo; «No creo que tú tengas mucha intención de hablar con ellas», le contestó.
La Calaf también fue la fundadora de TV3, doctora Honoris Causa por varias universidades, tiene todos los premios del periodismo y más de 40 reconocimientos oficiales. Rosa no tuvo hijos, a pesar de llevar desde los 70 con Marc, su compañero. Fue una decisión consciente. Todos los que amamos nuestra profesión, la consideramos un poco nuestra madre y siempre una maestra. En su casa le enseñaron que no había límites por ser mujer: el único límite es el respeto al otro. Aunque añade que a nosotras se nos examina continuamente: Nosotras hemos de correr donde los hombres andan. Calaf, periodista trotamundos, aprobada con sobresaliente por la vida.
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