Los voluntarios, «el motor» de Región de Murcia Gastronómica
Estudiantes de las escuelas de hostelería de la Región colaboran en el congreso como una toma de contacto con el mundo laboral
Detrás de todo lo vivido en la undécima edición de Región de Murcia Gastronómica hay un colectivo al que se le debe el buen transcurso del evento culinario, porque su trabajo –siempre con una sonrisa– ha hecho las delicias de los comensales. Pero es que, además de velar para que el engranaje funcionasen, se han llevado una de sus grandes experiencias profesionales.
Se trata de los voluntarios, que estaban detrás de cada plato y bandeja y también en la recepción. Son más de un centenar de estudiantes de las escuelas de hostelería de la Región: el Centro de Formación e Iniciativas de Empleo del Ayuntamiento de Murcia, Cáritas, el Centro de Cualificación Turística, la Universidad Católica de Murcia y la Asociación Regional de Maîtres y Profesionales de Sala.
Los voluntarios –cada uno en su puesto por unos días– vivieron intensamente lo que para muchos fue la primera toma de contacto con el mundo laboral. Es el caso de Isabel María, una joven del CEIE de Murcia, que colaboró entre los fogones: «Aquí te haces a la idea de cómo es una cocina en un servicio para saber cómo puede ser a la hora de la verdad trabajar en un restaurante». A ella le encantaría repetir, aunque puede que ya haya sentido las tensiones de la cocina, porque «tienes que estar en varios sitios a la vez, lo mismo haciendo una verdura, un revuelto o un sofrito». Coincide con ella Óscar, uno de sus compañeros, que en solo un par de días ha tenido la oportunidad de practicar mucho e irse con la sensación de realizar «un trabajo muy gratificante».
La experiencia adquirida es también la principal enseñanza de Antonio, un estudiante del CCT que colaboró como camarero y reía confesando que en Región de Murcia Gastronómica ha «aprendido a llevar la bandeja». Desde luego, no fueron pocos pocos los viajes que tuvo que, al igual que sus compañeros, tuvo que realizar entre los estands, las cocinas y la terraza, haciendo que cada visitante saliese del recinto con un trocito de alegría para sus vidas.
Inmersas en la organización estuvieron Berta y Silvia, dos voluntarias cuyo objetivo fue «que todo esté perfecto y ordenado». Ambas destacan «el buen rollo y el plan de trabajo en equipo». «Es como un baile: si uno necesita una cosa, vamos todos apagando fuegos», explica Silvia. Su compañera asegura que lo han pasado muy bien, aunque está «muy cansada», y no dudaría en repetir porque es una «posibilidad para abrirme puertas».
Lo cierto es que el buen hacer de los voluntarios es indudable. Así lo afirma con plena convicción su organizador, Antonio Chacón: «Han sido capaces de dar el 100% para que todo su trabajo se viese, porque en todo momento la sensación ha sido de orden, limpieza, corrección y siempre con la mejor actitud». Año tras año, los futuros hosteleros vuelven a colaborar porque «ellos son el motor y los verdaderos protagonistas», sostiene Chacón.