Un tesoro natural y gastronómico en el corazón de La Alberca

Francisco Máiquez creció prácticamente en la cocina, porque desde muy pequeño ya trabajaba en este espacio que se convertiría en su modo de vida. Contagiado por esa pasión, en cuanto sus tres hijos se hicieron mayores encontró la excusa perfecta para fundar junto a su mujer un proyecto gastronómico en la Región de Murcia: Restaurante Victoria. Como si de un regalo se tratarse, fue el mismo día que él cumplía 41 años, aquel 20 de junio de 1985, cuando abrió sus puertas, haciendo que la evolución y crecimiento de ambos fuera a la par desde aquel momento.

Ahora, el Restaurante cumple 40 años y mantiene el mismo valor que cuando se fundó: hacer que los clientes se sientan como en casa y que no sean meros clientes, sino que se conviertan en amigos. «No saben decirnos qué plato es mejor o peor, así que ellos mismos cuando llegan nos dicen que les pongamos de comer y ya está. Confían en nosotros porque saben que le ponemos lo mejor que tenemos en nuestra casa y por eso nos valoran tanto», cuenta Máiquez, con el orgullo de tener personas fijas semana tras semana en sus mesas. Además, una de sus máximas es no saturar sus espacios para que «la gente esté lo más cómoda posible y se vaya con una buena sensación».

El Restaurante se ha diferenciado desde sus inicios por un motivo: su consciencia de que se ubica en plena huerta, aunque muy cerca de la conexión con la autovía, ha hecho que en sus platos la verdura de este territorio esté muy presente. «Yo nací en plena huerta y he tenido mucho cariño a sus productos, al igual que a nuestra costa y playas», añade haciendo mención a los platos más marinos de su propuesta gastronómica. De hecho, cuenta con diferentes menús degustación para que los clientes puedan probar lo mejor de su carta cada día.

Hace 22 años, tras el éxito de Restaurante Victoria, Francisco quiso dar un paso más y creó los Jardines del Victoria, con la intención que siguiera bajo los mismos valores que su otro proyecto, en este caso con un gran salón principal. Aunque uno de sus distintivos es su entorno. «Cuidamos mucho el medio ambiente, y más teniendo en cuenta el lugar donde estamos», indica el dueño y fundador. Hace referencia a la cantidad de arbolado que cobija este espacio, como son moreras o higueras, «intentando que se note el fresco de la tierra y de esa vegetación, y que los más pequeños puedan jugar». «En este aspecto nos hemos volcado mucho y lo vamos a seguir haciendo, porque así tendremos un futuro muy bueno», señala.

En este mágico entorno celebran todo tipo de eventos, como bodas y comuniones, con una acogida tan buena que sus meses de mayo suelen ser de agenda cerrada por la cantidad de celebraciones que se realizan.

Cuando Francisco Máiquez mira 40 años adelante y piensa en el futuro de su proyecto, habla con la tranquilidad de un relevo que sabe que va a defender aquello que un día creó como un sueño. Sus tres hijos siguen su legado en las dos instalaciones, muy unidos al proyecto, lo que le hace sentirse «contento de que todo funciona muy bien». «El restaurante no se muere conmigo, porque aquí quedan mis hijos», afirma, augurando un gran futuro gracias a la implicación de su familia, incluidos sus nietos, que aunque tienen sus propias carreras y trabajos, no dudan en echar una mano y contribuir a que este negocio familiar siga su camino por muchos años más.

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