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Luka Modric se retira cabizbajo tras el partido con el Barcelona. Javier Soriano (Afp)
Un Real Madrid en estado catatónico

Un Real Madrid en estado catatónico

La doble debacle ante el Barça abre profundas heridas en un equipo que colecciona datos terroríficos esta campaña

Óscar Bellot

Madrid

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Domingo, 3 de marzo 2019

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«Cuando careces de gol al final se te van las cosas». Sergio Ramos resumió con brevedad y nitidez la principal razón por la que el Real Madrid vio aniquiladas en el cortísimo espacio de 72 horas sus opciones de levantar dos de los tres títulos a los que aspiraba. «Nos ha faltado ser determinantes en el área», abundaba en la misma idea Dani Carvajal, práctico como el capitán al significar que «en el fútbol no es el que más merece o no, sino el que mete y menos le meten» el que se lleva el gato al agua. «Hemos jugado con mucho nivel y ellos han sufrido, pero no hemos sido capaces de meter un tanto», consensuó Thibaut Courtois. Hasta Santiago Solari, casi siempre atento a no pisar ningún callo en la directiva, se sumó al diagnóstico de sus pupilos. «Nos faltó concretar algunos de los muchos remates que hicimos. Lo buscamos de todas las maneras y jugamos como equipo pero no hemos conseguido encontrar el gol», dijo el argentino tras sufrir su segunda derrota consecutiva ante el Barcelona y convertirse en el primer técnico del Real Madrid que no logra vencer ni uno de sus primeros tres clásicos desde Leo Beenhakker, que encadenó cuatro sin ganar en 1987.

Como un bumerán que retorna una y otra vez, la efigie de Cristiano Ronaldo se apodera de la mente del madridismo con cada tropiezo pese al impulso con que tratan de alejarla desde la zona noble del Santiago Bernabéu. La sombra del luso es más alargada que la del ciprés y su recuerdo, tan vivo como cabía esperar cuando se marchó en verano llevándose a Turín los 50 goles que promediaba por campaña, estremece los despachos del coliseo de La Castellana con cada mención.

Cavilaron los directivos cuando abrieron la puerta al quíntuple ganador del Balón de Oro que el zurrón lo llenarían Benzema, Bale y Marco Asensio con una versión más solidaria y coral de un conjunto liberado de la servidumbre al portugués. Sólo el lionés está cumpliendo con su parte del plan trazado mientras el galés y el balear han quedado relegados al papel de comparsas en beneficio del chisposo pero errático Vinicius y el esforzado Lucas Vázquez. El resultado, una colección de datos terroríficos que amenazan con precipitar el diluvio si el próximo martes el Ajax logra decapitar a un equipo que acumula más de mil días portando el cetro de rey de Europa.

Guiño de Neymar

No enlazaba tres derrotas seguidas como local el Real Madrid desde 2004, con Carlos Queiroz en el banquillo. Acumula la escuadra de Chamartín 335 minutos sin anotar descontando los dos penaltis que convirtió frente al Levante en el Ciutat de Valencia. Cuatro partidos con un solitario tanto en jugada, el de Casemiro ante el Girona, que han hecho aflorar el temor de que una sequía similar a aquella sin marcar que detuvo Marcelo en 451 minutos desinfle también el salvavidas de la Champions.

Promedian los blancos 26 goles menos que en las nueve temporadas que duró la 'era Cristiano'. Contabilizan 43 dianas, 23 menos que el Barça, en las primeras 26 jornadas, que le han dejado con la Liga ya imposible, a doce puntos del líder más el 'goal average'. Lleva los mismos puntos que en el curso pasado a estas alturas, aunque entonces figuraba a 18 de los azulgrana, que arrasaban con 66 camino de su vigésimo quinto título. Aquella fue una campaña anodina en el campeonato doméstico por parte del equipo que regía Zinedine Zidane y aún así saca los colores a la que están completando los pupilos primero de Julen Lopetegui y ahora de Solari. Esa escuadra que salvaría los muebles con la 'decimotercera' firmó 58 goles en las primeras 26 jornadas, 15 más que ahora, y encajó 27, cuatro menos de los que ha recibido en esta Liga.

El Real Madrid lleva 43 goles en 26 jornadas, 23 menos que el Barcelona

Sonrojantes en muchos apartados, los datos son especialmente sangrantes en el Bernabéu, donde el Real Madrid ha cedido cuatro derrotas en Liga y seis entre todas las competiciones, algo que no ocurría desde el curso 1999-2000. 25 puntos como local y 23 como visitante plasman lo permeable que está resultando lo que en otros tiempos era un fortín. Allí ha perdido los cuatro últimos clásicos, con un balance horripilante de dos goles con rúbrica blanca y once con sello azulgrana. El templo de Chamartín se ha convertido en una plácida pradera sobre la que trota con alborozo el equipo culé, que ha logrado once de sus 31 victorias en casa del eterno rival en la última década.

Vídeo. Así fue el clásico que tumbó las opciones ligueras del Real Madrid.

La hegemonía del Barça en el Bernabéu es tal que Bale cuenta por derrotas los seis clásicos que ha disputado como anfitrión. Al galés le reclutó Florentino Pérez con el objetivo de que sucediese un día a Cristiano como estandarte. La oportunidad le llegó esta temporada y la desperdició en medio de un rosario de lesiones, malos gestos, falta de integración y desidia. En Inglaterra sigue teniendo cartel, pero mientras se echa en brazos de jóvenes sacrificados como Reguilón, Valverde, Marcos Llorente o Vinicius, Solari ha condenado al ostracismo a Marcelo o Isco, con la consiguiente depreciación de su valor de mercado, y se atisba también una creciente incomodidad de Kroos.

Vídeo. La hinchada del Bernabéu despidió con pitos a Bale cuando Solari le relevó.

Obligado como Lopetegui a manejar un coche tuneado pero con un pobre motor, el argentino se jugará su inmediato futuro ante el Ajax tres días después de que el hombre al que algunos esperaban que emulase, Zinedine Zidane, y otro al que Florentino Pérez ha tanteado en varias ocasiones para el banquillo, Joachim Löw, asistiesen desde el palco del Bernabéu a la capitulación de sus opciones ligueras y dos después de que Neymar, el gran anhelo del mandatario, hiciese un guiño al Madrid señalando que «cualquier jugador querría jugar allí». Palabras que alientan al madridismo a soñar con un futuro más prometedor que el borrascoso presente que le ha tocado vivir.

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