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Ha dormido muy pocas horas, saliente del turno de noche como Policía Local en Los Alcázares. Pero José Pérez Veiga, Popy (El Algar, 37 ... años) tiene un rato para charlar con LA VERDAD. El entrenador que llevó a la Deportiva Minera a vivir los mejores momentos de su historia fue cesado estando tres puntos de distancia del 'playoff' de ascenso y solo unas semanas después de una noche mágica ante el Real Madrid en la Copa del Rey. Ahora ve el fútbol desde el otro lado, saca tiempo para su familia y desea reengancharse a los banquillos la próxima temporada.
–¿Qué tal lleva estos meses sin entrenar?
–La primera semana fue un shock. Pero a partir de ahí empecé a ver entrenamientos, a charlar con entrenadores, a ver fútbol... A trabajar en un proyecto de cara a la próxima temporada por si cae esa oportunidad. Hay que estar preparados y tener además un modelo de juego planificado.
–¿Cómo es su vida tras varias temporadas sin desconectar?
–Mucho más tranquila. Sin la presión, sin el estrés, sin la ansiedad del banquillo. Imagínate, hoy [ayer para el lector] he salido del turno de noche a las seis de la mañana y yo antes cogía, me levantaba a las ocho y me iba a entrenar. Dormía dos horas y palos con gusto no duelen pero eso se notaba en el día a día. Ahora saco tiempo para mi familia, para mis amigos, para intercambiar opiniones con gente de fútbol y para ir a sitios de primer nivel como Elche, Girona y Sevilla. También viendo partidos. Son momentos que nutren y enriquecen.
–Vamos a empezar por el principio. Llegó a la Minera, que tenía serias dificultades para mantenerse en Tercera, y lo subió a Segunda RFEF de forma brillante.
–Me llaman en mayo de 2022 y no me lo pienso dos veces porque es el club de mi vida. Salvamos al equipo con tres semanas de antelación y luego el club, al año siguiente, se construyó un proyecto ambicioso para jugar 'playoff'. Y nos sale un año redondo, espectacular y perdemos solo cuatro partidos. Salió todo a pedir de boca y el otro día, hablando con mi cuerpo técnico, mirábamos la clasificación de Tercera con respecto a la de este año y la Minera era líder con 10 puntos de diferencia. Lo miras y ostras, es que no fue nada fácil.
–¿Con qué se queda de esta última etapa en Segunda RFEF?
–Con el día a día, con no pensar más allá. Eso a los jugadores les llevó a identificarse con lo que hacíamos: un fútbol vistoso, alegre y con balón, propositivos y dominadores. Eso no es fácil de ver en esta categoría. Vivimos muchos momentos, como ser líderes en la jornada 8; fue algo muy bonito y es verdad que jugar la Copa del Rey nos afectó, porque somos equipos que no estamos acostumbrados a jugar dos partidos por semana; tuvimos un pequeño bajón y es lógico, aunque seguíamos siendo regulares: ganábamos, perdíamos, empatábamos... Estuvimos ahí.
–El 0-5 al Tudelano, la eliminación a todo un Alavés y la visita del Real Madrid. Fue histórico y casi que irrepetible.
–El partido de Tudela fue la noche para demostrar que estábamos capacitados para poder vivir esos momentos. Fue un premio que encima nos salió también redondo, eliminando al Alavés en los penaltis, sufrimos y jugamos de tú a tú. Hicimos un partido muy bueno. Y lo del Real Madrid fíjate, es que anoche jugaron la Champions ante el Arsenal con futbolistas que fueron titulares aquí. No lo ponemos en contexto. Fue brutal con 14.000 personas en el Cartagonova.
–Y apenas un mes después de aquello fue destituido. ¿Qué pasó?
–Era la crónica de una muerte anunciada. Siempre estábamos con la soga al cuello, cuando no ganábamos eran como reproches. Estábamos haciendo las cosas bien y me cesan en la jornada seis de la segunda vuelta, siendo creo que los quintos mejores equipos en ese momento, con 9 puntos de 15. Llegó el partido de Linares, un rival en buena dinámica y en un estadio exigente como Linarejos, histórico y donde el FC Cartagena también ha jugado varias veces allí. Competimos pero es verdad que nos faltó efectividad, creo que merecimos algo más. Cuando llegamos de vuelta a casa me llamaron para cesarme. Opinan que los resultados no son los que tenían que ser para ellos, que estábamos lejos del 'playoff' de ascenso, cuando el objetivo a principio de temporada era consolidar la categoría en Segunda RFEF. Ven que en Navidad el equipo está bien, cambian el objetivo y quieren 'playoff'. Estábamos a 3 puntos y en la siguiente jornada nos visitaba el Granada B [penúltimo].
–¿Quién le llamó? ¿Cómo fueron esas últimas horas?
–Sorprenderme no me sorprendió porque siempre habíamos estado con la soga al cuello desde la jornada 4, contra el Linense. Ese día hicimos un partido buenísimo, ellos se quedaron con un jugador menos a falta de viente minutos, el equipo está ahí, no conseguimos marcar y empatamos a cero. Desde ahí ya se formó un revuelo, como que no habíamos sido capaces de ganar al Linense en casa con uno menos. Nos hemos tirado todo el año así, con esa soga, pero los resultados iban manteniéndonos ahí, estando tranquilos. Perdimos en Linares y yo ya lo olía. Se lo dije a mi pareja y se lo comenté a mi padre. Y también algún jugador: si perdíamos en Linares era mi último partido. Fue llegar a casa y me llamó el director deportivo para comunicarme que habían decidido cesarme.
–¿Se sentía cuestionado semana a semana, con la soga al cuello?
–Sí que lo notábamos y se hacía difícil trabajar cuando sabes que semana a semana tienes la guillotina encima de ti. Lo tomamos con tranquilidad y con normalidad. Hubo un momento en que ya no nos afectaba y seguíamos trabajando exactamente igual: trabajar y ayudar al jugador. Estábamos tranquilos pero es verdad que era semana a semana esa sensación. Es verdad que en casa no terminamos de ser lo determinantes que deberíamos; tuvimos tres o cuatros partidos que con algo más de efectividad el equipo podía haber sacado puntos que nos hubieran permitido, incluso, estar arriba. Esto es fútbol. Empatamos ante el Cádiz B fallando un penalti, el día de Villanovense nos empatan en el minuto 94... Ciertos momentos que con ese puntito de efectividad... Pero el fútbol es así. Llevábamos 9 de 15 antes de viajar a Linarejos y creo que el equipo estaba bien y que el vestuario estaba conmigo. Pero decidieron que no.
–¿Cómo era la relación con el presidente y con el director deportivo?
–Cordial, normal. Es verdad que notábamos que cada vez se hacía más distante, pero nosotros le dábamos normalidad porque ellos son los que mandan, los que opinan y son los que deciden. Nos dedicamos a la parcela deportiva, a hacer lo que creíamos que teníamos que hacer. Y poníamos a los once jugadores que pensábamos que eran los mejores para cada partido.
–¿Le ha decepcionado alguien?
–No es decepción porque cuando no esperas nada de nadie no terminas decepcionándote. Es verdad que me da un poco de pena la situación, no haber podido acabar un proyecto que se empezó tres años atrás y que creía que podía llegar a buen puerto. No sé dónde hubiéramos acabado, no sé si mejor o peor, pero creíamos que estábamos en el camino correcto.
–¿Cómo vivió la plantilla ese cambio?
–Bueno, ellos también lo esperaban. Sabían la sensación y la situación de esa tensión, de ese día a día, de la dificultad que entrañaba entrenar con la soga al cuello cada día. Y, bueno, lógicamente también fue una sorpresa, para los capitanes menos, pero es una pregunta que también es para ellos. Creo que también estaban conmigo y creo que los chavales creían en nuestra idea y confiaban en nosotros y nosotros en ellos. Por eso el rumbo del equipo era positivo.
–¿Ha recibido ofertas para entrenar a otro club?
–Salieron un par de cosas, nos contactaron. Pero creíamos que era conveniente, este año, no entrenar y dedicarnos a lo que estamos haciendo: la formación, la preparación, coger conocimientos y experiencia con otros entrenadores. La oportunidad ya llegará y ojalá sea cuando acabe la temporada.
–¿Cómo ve ahora a la Minera?
–Vemos muchos partidos de Segunda RFEF, viendo equipos y jugadores con una base de datos. En cuanto a la Minera, bueno, los resultados son los que son y yo ahí no entro. Una pena no haber podido estar más arriba, pero el objetivo era salvar la categoría y lo tiene ya a punto.
–Ha visto partidos del Efesé en el Cartagonova. ¿Qué opina de la situación?
–Es el equipo del que soy aficionado, del que he sido abonado y del que he ido con mi padre a la grada desde pequeño. Da mucha pena la situación institucional y deportiva. Es una sensación de desamparo y de abandono que nos duele a todos.
–¿Alguna vez ha podido volver al club?
–Alguna vez algo para las bases, a través de Javi Madrid. Pero creíamos que no era el momento y creo que tampoco lo que yo espero. Siempre tienes la ilusión de algún día poder entrenar al equipo de tu ciudad, al primer equipo de un histórico como el Cartagena. Sí que es verdad que alguna vez en la grada me han dicho: «Popy, ojalá». Ojalá yo, más bien, pueda entrenar al Cartagena algún día.
–¿Qué recuerdos guarda de aquella etapa de 2015 como segundo entrenador de Palomeque?
–Fue un sueño para mí entrenar al club de mi ciudad. Como te decía, soy aficionado, he sido abonado y he ido con mi padre. Pasar de la grada al campo, poder ser tú una de las personas que ayuda, fue algo muy bonito. Se lo decía a Palomeque, que ojalá no acabara nunca eso. Fue un máster acelerado de cómo hacer las cosas. Palomeque hizo un trabajo excepcional y yo colaboré en todo lo que pude como su segundo. Fue algo muy bonito que terminó con aquel partido en Las Palmas que fue un descanso y una alegría inmensa. Creo, y esto es personal, que Palomeque se merecía seguir y si luego la cosa no va bien se le destituye y ya está. Pero la oportunidad de empezar nos la hubiéramos merecido.
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