Reflejos de las esencias, con sus luces y sombras

«Un cuadro es, en cierto modo, un reflejo», explica el artista sobre su propuesta. Para Ñíguez, «un cuadro refleja emociones, pensamientos y todo lo que configura nuestra propia visión del mundo» y, por ello, «el soporte sobre el que se pinta, al igual que un espejo, recoge las luces y sombras de nuestros pensamientos y sentimientos. ¡Cuántas almas reposan bajo el barniz de las grandes obras!...». Almas «atrapadas durante años, siglos o milenios» que nos muestran que «el tiempo pasa pero siempre es el mismo», reflexiona el creador. Es decir, «que la luz que entonces iluminaba el mundo, no ha dejado de hacerlo, y que las preguntas que no tenían respuesta, tampoco la tienen ahora».

El espejo es un objeto que se repite en las diferentes obras que muestran a seres «con él en la mano o bien tratando de buscar su propio reflejo, aunque este no lo veamos». Seres peculiares «con una gestualidad atípica, nada propia de la vida» que ejercen más bien de símbolos. «La figura humana es aquí nuestro espejo».

Dice el artífice de 'Los ojos del espejo' que «arte y pensamiento han tratado siempre de dilucidar las claves de la existencia». El arte apareció pronto: «Posiblemente, se manifestó al abrigo de una cueva, con un ideograma hecho con el tizón de la pared». Hay que esperar más para entender las ideas plasmadas del pensamiento, hasta «la aparición del lenguaje, que dará nombre y significado a todas las cosas».

Paco Ñíguez se compara con aquel pariente lejano, «perdido en el tiempo, que quizás no sabía nombrar siquiera aquello que dibujaba en la piedra». Con el impulso de sus antepasados se quiere quedar el pintor porque, «en cierto modo, lo que hago aparece sin que yo, de manera consciente, lo convoque; y aunque sé que jamás me acercaré lo suficiente a la verdad como para ver su rostro, siento que el mero hecho de intentarlo hace que merezca la pena».

En definitiva, el pintor y dibujante trata de poner en relieve el poder del arte para poder dar respuesta a las preguntas que nos hacemos. «Las esenciales y las que todavía no hemos podido contestar son siempre las mismas: ¿Quiénes somos?, ¿de dónde venimos? y ¿a dónde vamos?».

Una obra «metafísica» que no trata de hacer visible lo cotidiano, sino de «reflejar lo esencial, lo que sucede en nuestro interior».

El artista lleva aproximadamente un año trabajando en esta colección que conforma la tercera muestra de La Cholepa, regentada por el fotógrafo Andrés García Mellado y la diseñadora María Imbernón. Una obra que «surge del caos, de lo espontáneo» y que nace del interior. Invita, «como suele hacerlo mi trabajo», a «ir más allá de lo que vemos, crear inquietudes y mover las emociones».

«Me gustaría ser menos intenso, pero es lo que siento», concluye el artista cartagenero, que ya ha celebrado los cuarenta años desde que viera la luz su primera exposición: 'Óleos y dibujos', en el Museo Arqueológico de Murcia. Sus producciones se enmarcan dentro de una pintura contemporánea. Se trata de obras caracterizadas por estar llenas de elementos alejados de sus funciones normales e impregnadas de un nuevo y mágico sentido. Personajes en aparente silencio, con actitudes reflexivas, obras que atraen y seducen. Ñíguez usa las imágenes que a veces contradicen la realidad visible para internarse en obras donde rige la fantasía, la imaginación y lo onírico.