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Eudald Carbonell, agachado, ayer en el yacimiento paleontológico de Quibas, con el equipo que participa en la campaña.

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Eudald Carbonell, agachado, ayer en el yacimiento paleontológico de Quibas, con el equipo que participa en la campaña. GUILLERMO CARRIÓN

Atando cabos en el Yacimiento de Quibas

El codirector de Atapuerca, Eudald Carbonell, celebra los últimos hallazgos en Abanilla y su valor para la ciencia

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Jueves, 10 de octubre 2019, 02:45

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Declarado BIC por la presencia variada y abundante de fauna de entre hace 1,2 y 1 millón de años, una cronología que lo hace único en Europa, el Yacimiento Paleontológico de Quibas (Abanilla) acaba de dar por cerrada una nueva y fructífera campaña de excavaciones que, bajo la dirección de los paleontólogos Jordi Agustí y Pedro Piñero y financiada por la Dirección General de Bienes Culturales y el Ayuntamiento de Abanilla, ha vuelto a sacar a la luz más de un centenar de registros faunísticos de macromamíferos, y otros tantos de roedores, pequeñas aves, reptiles y anfibios. «Una información trascendental para conocer el medio ambiente y la paleoecología de una cronología muy interesante y de la que no hay muchos registros faunísticos, que coincide con la llegada de los primeros homínidos a Europa Occidental», apunta Eudald Carbonell, codirector de Atapuerca, quien visitó ayer este yacimiento, que llena una laguna existente entre los yacimientos de Venta Micena (Orce, Granada), Cueva Victoria (Cartagena) y Atapuerca (Burgos).

Un equipo integrado por algo más de una docena de profesionales, procedentes de Tarragona, Teruel, Italia y Murcia, ha dedicado las dos últimas semanas a continuar profundizando en la brecha de en torno a 200.000 años que acumula una antigua sima kárstica en la que se fueron depositando sedimentos por arrastre cargados de restos de la fauna que en un pasado remoto habitó la zona. «Sería muy importante encontrar la presencia de industria lítica o de huesos de homínidos», fabula Eudald, aunque reconoce que la información que esta antigua cantera de falsa ágata está facilitando es suficientemente importante, ya que aporta datos sobre la diversidad faunística de la Península Ibérica en el Pleistoceno Inferior y Medio. Y, opina, como curiosidad, que pone sobre la mesa la mayor similitud que en esos periodos existía en el clima y los ecosistemas del norte y el sureste peninsular, frente a las actuales y notables diferencias, como constata la variada y repetida fauna que aparece en las distintas ubicaciones.

«La pasada campaña encontramos una especie nueva de lagarto sin patas que hemos descrito antes de comenzar esta. Lo hemos bautizado como 'Ophiosaurus manchenoi'», detalla Agustí. Y los dos codirectores explican que es un homenaje a Miguel Ángel Mancheño, que dirigió las excavaciones de este yacimiento entre 2000 y 2009. Y comenta Piñero que esta especie ha permitido ubicar en la Región el último refugio de especies tropicales en Europa, antes de las grandes glaciaciones del Pleistoceno Medio, que se tradujeron en una mayor aridificación del territorio, por el cambio de las corrientes marinas que produjeron las bajadas de temperatura.

El codirector de Atapuerca afirma que la información que esta antigua cantera de falsa ágata ha facilitado ya es suficientemente importante para la ciencia

Hogar de la tortuga mediterránea ('Testudo hermanni') más antigua conocida en la Península Ibérica, y de numerosísimas culebras y sapos; hábitat de los últimos agámidos de Europa (reptil de la familia de las pogonas que hoy perviven en territorio africano); territorio del lince ibérico, de los antecesores de los zorros y de la comunidad más numerosa de macacos descubierta en el viejo continente; hogar de un gran felino, «uno de los primeros leones o un dientes de sable, es necesario recuperar más elementos», de cérvidos, bueyes almizcleros, cabras y rinocerontes, los sucesivos descubrimientos en este yacimiento paleontológico no dejan de revelar sorpresas. En las capas más profundas excavadas hasta ahora, han detectado, por la presencia de anfibios, reptiles y pequeños roedores, «un clima más húmedo y un paisaje boscoso». Además, precisamente estos pequeños roedores, que evolucionan muy rápido, «a pesar de ser menos llamativos que los grandes mamíferos, aportan información indispensable sobre las condiciones y cambios climáticos, al tiempo que facilitan dataciones mucho más precisas», detalla Pedro Piñero.

Una mandíbula de tejón, «cuya presencia habría sido continuada durante un millón de años», una pelvis en conexión con un fémur perteneciente a los ancestros del cebro (un tipo de caballo que se extinguió en el siglo XVI en Murcia y Albacete), huesecillos y picos de cucos, jigueros, carboneros, golondrinas, cuervos, ratones, lirones, musarañas y especies de topillos endémicos del sureste y pendientes de describir son otros de los hallazgos que permiten a los investigadores ir dibujando cómo era el clima y el ecosistema de los primeros homínidos de Europa Occidental y cómo afectaron las glaciaciones en estas latitudes.

Sin embargo, conscientes de la importancia que cuevas con formaciones propias de los minerales kársticos, como las impresionantes columnas y cortinas que todavía se intuyen en Quibas, pueden tener para avanzar en la investigación de la paleoecología, el equipo prepara para la próxima campaña una prospección por las muy numerosas canteras de la zona para detectar la presencia de algún yacimiento parecido al que ahora excavan, detalla Agustí.

De momento, los investigadores se marchan con un buen montón de material orgánico bajo el brazo para dedicar todo un año a analizarlo y extraerle información; y con un ruego, «que se respete el patrimonio, que es de todos, porque cuando se toca un yacimiento de estas características se puede perder para siempre una información que será irrecuperable», explica Pedro Piñero y recuerda que algún 'saqueador' ha movido una zona de la brecha, dejando al descubierto huesos fósiles, pero, sobre todo, llevándose con los desprendimientos una valiosa información que ya nunca desvelará datos sobre el pasado de la evolución humana.

Compromiso

Eudald Carbonell aprovecha la ocasión para recordar a las administraciones que estudiar la evolución es básico para conocer a las sociedades humanas, pero también que «si no se toman decisiones importantes, no podremos conocer el pasado. O, dicho de otra forma, cuando tomemos decisiones importantes sobre el futuro, leeremos la arqueología de otra manera» y aclara que es preciso un cambio de mentalidad que permita conservar el planeta. «Los humanos somos pura contradicción. Al humanizarnos, nos separamos de la naturaleza. Porque la tecnología nos ha humanizado y también nos ha hecho conscientes de que hay que conservar la tierra para sobrevivir».

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